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Obama: gracias por nada

Tamaña hazaña electoral llegó respaldada de una concurrencia histórica a la ceremonia de juramentación.

El 20 de enero de 2009 Estados Unidos hacía historia. Contrario a lo que los analistas habían anticipado años antes, ese país veía en directo la juramentación del primer presidente negro. Era un hito en una nación de alta tensión racial en el que el racismo, el irrespeto y la intolerancia –como se ha confirmado en tiempo reciente– son parte activa de su presente y motor de grandes odios.

Tamaña hazaña electoral llegó respaldada de una concurrencia histórica a la ceremonia de juramentación. Según estimados, cerca de 2 millones de personas abarrotaron las calles cercanas al Capitolio Federal y al Washington Mall. Allí, en medio de la multitud congelada estaba yo, como otro centenar de periodistas de todo el mundo, listo para reportar la histórica juramentación.

Meses antes pude entrevistar al protagonista de esa oleada de entusiasmo y esperanza. En aquella breve conversación Obama destilaba intenciones para Puerto Rico. Se cantaba isleño, por aquello de su crianza en Hawái. Y por serlo, empático con la realidad de esta nación/isla llena de gente diversa –como su familia, aseguró– con la que se había relacionado en su época de estudios universitarios.

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Y cuando conversamos, prometió. “No es lo que Puerto Rico pueda hacer por los Estados Unidos”, me soltó cuando le preguntaba cuál sería la pertinencia de la relación política entre ambos países a la luz de un panorama geopolítico distinto. Así, sin la Guerra Fría o la presencia de instalaciones militares en suelo puertorriqueño, no parecía clara la pertinencia de ese vínculo que algunos bautizaban como permanente. “Me parece que la pregunta debe ser cómo Puerto Rico, como parte de los Estados Unidos, puede progresar y prosperar en el Siglo 21”, insistió. Y presentó su receta para conseguirlo.

“Tenemos que hacer un mejor trabajo en el área de desarrollo económico”, dijo. “Tenemos que buscar nuevas industrias como las de energía alternativa y energía limpia o el biodiesel. Eso podría ser muy poderoso y no hemos hecho lo suficiente para enfatizarlo. Esa será una de mis prioridades cuando sea presidente”, me soltó así, como quien empeña su palabra y está muy seguro que obtendrá resultados. Y dijo más.

Al preguntarle cuándo resolvería el tema del estatus de Puerto Rico no tuvo empacho en ponerse término. “Quiero ver esto resuelto en mi primer término”. Obama elaboró. “Voy a encaminar un proceso en el que todos los grupos puedan participar”, dijo sobre un potencial mecanismo para resolver el tema del estatus, siempre en sus primeros cuatro años.

También me habló de salud. Y de veteranos. “Me aseguraré que Medicare y Medicaid estén apropiadamente financiados”, manifestó. “Voy a asegurarme que los veteranos en Puerto Rico tengan los mismos beneficios que en los Estados Unidos”, me dijo para rematar afirmando que “estos son asuntos que son extremadamente importantes para mí y que deben ser resueltos ahora” y bla, bla y más bla. Pero a casi ocho años de su llegada al poder y cuatro lejos de la marca de su primer término Obama, en lo que respecta a Puerto Rico, se quedó remando en la retórica. Su legado a la isla, tal vez con la excepción de heredar un panorama claro sobre nuestra relación colonial con Estados Unidos, es solo un cúmulo de boberías poco trascendentales. De Obama nos queda su promesa cumplida de la visita a Puerto Rico como presidente, con todo y sus menos de 24 horas cargadas de esa opulencia  presidencial a la americana. Con avión, escoltas y caravanas incluidas. También nos deja la silla en la que devoró un media noche, su sonoro “ ¡Buenas tardes!”, así en español, y un creativo discurso en el que explicó cómo, desde su punto de vista –y en una visión muy liberal de su propio récord– había cumplido las promesas empeñadas con la isla. A lo anterior habrá que añadir que en esta última etapa también ha ignorado uno de los contadísimos llamados de consenso para la excarcelación de Oscar López Rivera, mientras saca de la cárcel a decenas de criminales probos que hasta incluyen en su resume el narcotráfico.

En definitiva, muy tristemente, Obama fue una gran farsa para la Isla. Así, muy isleño, muy negro, muy miembro de minorías, muy orador, muy carismático…muy decepcionante. Farewell Mr. President. Gracias por nada. O por casi nada.

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