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Presidentes y portavoces

Lea la columna de Rafael Lenín López.

Ha pasado más de una semana de las elecciones y todo el mundo se ha puesto el sombrero de científico político para explicar lo que ocurrió el pasado 8 de noviembre. Algunos, que aún no entienden si ganaron o perdieron, no acaban de pasar la página, aunar esfuerzos por el bien del país, y siguen obsesionados con la rabia electorera que nos abruma como pueblo.

En medio del frenesí poselectoral hay una constante en el análisis político. Se trata del señalamiento sobre la reducción en el apoyo a los partidos políticos. De poco más de 1.5 millones de electores que votaron, casi 1.1 fueron los que emitieron votos íntegros en la papeleta estatal. Mientras, el gobernador electo Ricardo Rosselló obtuvo el triunfo con casi el 42 % de los votos, el candidato del Partido Popular obtuvo casi el 39 %. El nivel de apoyo a los partidos tradicionales y sus candidatos principales fue históricamente bajo en esta ocasión. Los partidos políticos han perdido legitimidad ante la mayoría de la población.

Esto no queda ahí con la mera evaluación de los números. Pasada una semana y dos días de las elecciones, lo que hemos visto en los dos partidos principales han sido muestras adicionales de la fragilidad de esas instituciones y sus líderes principales al momento de intentar mantener una cohesión que permita una continuidad en sus visiones filosóficas de gobernar. Claro, en el caso de David Bernier, su derrota le hace más vulnerable a un free for all en este periodo. En el caso de Rosselló, se supone que no tenga mayores problemas para ejecutar sus proyectos de cambios, pues contra viento y marea se impuso ante el viejo liderato de la colectividad hasta obtener el triunfo.

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Sin embargo, las elecciones en el PNP y el PPD de sus líderes legislativos denota una ausencia de control de los presidentes de esos partidos sobre sus aparatos políticos, que, de nuevo, dramatiza un deterioro creciente en la zapata de las instituciones partidistas tradicionales.

En el caso del PNP, durante la campaña, Ricardo Rosselló concentró todos sus esfuerzos en su elección y prefirió, al parecer, no dedicar un segundo al escenario legislativo en caso de que triunfara. Una vez obtenido el triunfo, el gobernador electo ha visto cómo tendrá que trabajar con un liderato parlamentario que no era necesariamente el ideal para él. De Thomas Rivera Schatz ya sabemos que su agenda solo él la controla y, desde hace mucho tiempo, como ha hecho en otros ciclos electorales, amarró a todos los candidatos al Senado para que le respaldaran para la presidencia ante una potencial mayoría, y así ocurrió. Mientras, Johny Méndez, el entrante presidente de la Cámara, fue una selección de facto de la nueva comisionada residente, Jenniffer González, por encima del candidato de Rosselló, José Enrique Meléndez. Con este escenario, a partir de enero, el gobernador Rosselló Nevares tendrá que andar por un sensitivo camino donde la diplomacia debe prevalecer y evitar mayores guerras con sus “aliados” más poderosos. Ellos podrían ser obstáculos en temas tan neurálgicos como el presupuesto del próximo año fiscal que se comienza a ver durante los primeros meses de su administración y las primeras designaciones al gabinete constitucional. Rosselló deberá asegurarse de tener unos primeros 100 días de gobierno tranquilos que le permitan presentar exitosamente las medidas legislativas que delinearán la agenda del cuatrienio.

Por otro lado, en el PPD, que, como ya dije, ante su derrota es más vulnerable al tiroteo inmisericorde de sus líderes en este momento, estamos viendo un escenario similar para David Bernier. Eduardo Bhatia se le impuso como portavoz de la minoría senatorial que se instalará en enero, mientras que los representantes optaron por el exhombre fuerte de Perelló, Rafael “Tatito” Hernández, para que sea su líder en el próximo cuatrienio. En ambas selecciones, Bernier mostró debilidad, incluso desde la óptica ideológica, ya que retrocede cien años luz en lo que tiene que ver con el discurso soberanista que se había apoderado del partido de Puerta de Tierra, aunque este fue muy difuso y esto ha sido parte de la discusión sobre las razones de su derrota.

El PPD y el PNP, el primero más que el segundo, tendrán que reformular sus operaciones para retomar su pertinencia ante el país.

El partido azul mantendrá esa vigencia con su bandera de la estadidad, como lo hizo exitosamente durante la campaña. Al partido rojo le toca encontrar pronto las razones por las que debe seguir existiendo.

Mientras tanto, el gobernador electo mañana comparece ante la Junta de Control Fiscal tras reuniones ayer y hoy en Washington D. C. y Nueva York.

Ha sido muy correcto de su parte mantenerse trabajando y no tomar las vacaciones que los candidatos vencedores toman durante este periodo. Veremos qué ocurrirá mañana en Fajardo.

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