Blogs

¿Dónde está esa carta?

Lea la columna de Julio Rivera Saniel.

Todavía no lo entiendo. Tampoco lo entendía cuando hace unos meses llegó el asunto a la atención de todos y causó gran controversia. Por más que lo intento, la oposición a la famosa carta circular de equidad de género sigue siendo un misterio tremendo y fascinante. No me malinterprete. No es que no haya hecho mi asignación. He leído la carta y he revisado los módulos con los que han sido adiestrados los maestros. Porque, cuando uno no entiende, procura entender. Se desprende de sus prejuicios y trata de ponerse en la piel del otro. Busca los hechos y descarta las nociones basadas en la especulación. Así que busqué la carta y los módulos, los de verdad. No las versiones que circulan la Internet y que más de uno asegura haber visto en “alguna escuela” siendo utilizada por “algún maestro” en medio de un “supuesto curso”. El problema con los “algunos” y los “supuestos” es que quien asegura haberlos visto en el contexto de la educación con equidad de género en las escuelas del país y al alcance de estudiantes nunca ha podido acompañar su denuncia con datos que confirmen la denuncia. Y eso no es otra cosa que la definición de un chisme.
A pesar de ello, esas denuncias, así, carentes de “hechos”, han conseguido que la discusión sobre un tema de avanzada, patrocinado de forma unánime por los Gobiernos del mundo en la asamblea general de las Naciones Unidas, se convierta en un peligroso potaje de religión, pecado, sexo y “aberraciones” que nada tienen que ver con la carta redactada en el Departamento de Educación. En esto, como en muchas otras controversias públicas, la ficción parece superar la realidad. Es algo así como estar en medio de un debate que se da desde dos universos paralelos. Uno en el que la carta circular —la de verdad— ha sido leída y comprendida, evaluada en los hechos y analizada. Otro en el que la carta se ha criticado sin siquiera darle una leída. Grave omisión.
La carta es mala, dicen algunos. La carta habla de “pantalones y faldas” sueltan otros confundiendo —sin querer o queriendo— la carta circular de equidad de género con la carta circular sobre el uso de uniformes. La carta habla de sexo y de cómo tenerlo, insisten. Y la confusión, como consecuencia, provoca que se desdeñe el documento por lo que no es, sin siquiera haberse realizado un esfuerzo básico por echarle un ojo. En ese universo paralelo, la carta “de verdad’ busca eliminar la invisibilización de la figura femenina en la vida cotidiana. Intenta erradicar las valoraciones y roles de género que confinan a las mujeres a roles históricamente asignados para ellas, pero que ciertamente no representan la totalidad de lo que las mujeres pueden aspirar a ser. Busca, además, convertir en hecho los mandatos sobre la igualdad de género que, según la ONU, “toman como base la Carta de las Naciones Unidas, que, de manera inequívoca, reafirmó la igualdad de derechos de mujeres y hombres”. Saber lo que la carta supone no conlleva un esfuerzo sobrenatural. Basta con repasar los módulos de la carta, la de verdad. En ella vemos láminas de un hombre, atleta, corriendo un maratón y a su lado una mujer en esos mismos términos. Ilustraciones que nos dejan claro que nuestra literatura no solo tiene a figuras como Luis Rafael Sánchez, sino que también existen Ana Lydia Vega o Mayra Santos Febres; que el mundo humanitario contó con figuras históricas como sor Isolina Ferré. O proponer que sí existió una cenicienta que solo lavaba y planchaba, por qué no es posible que exista un “ceniciento” que realice las mismas labores. Entonces, llega la otra carta. La que no existe en plano material, pero sí lo hace en las mentes de muchos que se aferran a ella, a pesar de nunca haberla visto. ¿Dónde está? ¿En qué escuela se enseñan sus láminas de alto contenido sexual? ¿En qué curso? ¿En qué línea de la carta de equidad de género se habla de relaciones sexuales, del coito, de uniformes con pantalones o faldas? ¿En dónde? Quien sea capaz de producir esas respuestas que las haga públicas. De lo contrario, va siendo hora de abandonar la desinformación en la que parece que nos encanta quedarnos empantanados.

Tags

Lo Último

Te recomendamos