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Columna de Mariliana Torres: ¿Por qué queremos políticos que nos mientan?

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Durante mi carrera periodística me he encontrado con todo tipo de político: el inteligente, el no tan inteligente pero con iniciativa, el que es honesto, el que trabaja pero no lo reconocen, el tímido, el desilusionado, el simpático, el imprudente que quiere todo el tiempo aparecer en la foto, el que te quita el micrófono, el que se muestra como oveja y luego termina tras las rejas, el que llora frente a las cámaras, el que se atreve a quitarse su camisa frente a las cámaras, el que te convida al baño para que seas testigo de que su orín está limpio de pecado, el que te deja de hablar si has publicado información que no le favorece, el que te insulta, el que te llama constantemente, el que te amenaza, el que te lanza un atrevido piropo, el galante, el respetuoso, el que te ensalza, el que busca ser tu amiga o amigo, el que invoca el off the record para luego contarte quién hizo qué y cómo, y, por supuesto, el que miente descaradamente y piensa que se lo creemos. Realmente, es divertida la cobertura política, siempre y cuando no te dejes tomar el pelo, no te dejes manipular, procures respeto, tengas paciencia y respires adecuadamente. La yoga funciona. Me parece que muchos somos sobrevivientes con experiencias que podríamos escribir enciclopedias, porque, en ese gran palacete de mármol, se cuecen historias dignas de culebrones novelescos. Por eso, cuando el domingo durante la celebración de las victorias primaristas observaba fijamente el rostro de cada uno de los políticos victoriosos y desventajados, pensaba: “¿Quién de esos será el próximo en decepcionar al pueblo? ¿Quién terminará su presuntuosa carrera política de una manera desafortunada? ¿Quién podrá gobernar con una junta de control fiscal? ¿Por qué prometen si no hay dinero? ¿Por qué algunos votantes continúan idolatrando figuras?¿Podrán los seleccionados hacer una campaña de ideas y no de personas? ¿Por qué queremos políticos que nos mientan?”.

Son tantas las preguntas sin respuestas. Faltan cerca de cuatro meses y medio para las elecciones generales. Me parece que es tiempo de tanto el pueblo como la prensa demande respuestas. Debemos procurar preguntas incisivas y no descansar hasta que el pueblo obtenga esas respuestas. Muchas personas se han tenido que ir del país por diversas razones. Pero ¿y los que optan por quedarse? Están a tiempo de escoger y exigir esas respuestas.

La baja participación electoral también denota apatía y desilusión del elector, lo que también es muy preocupante. No podemos aludir a que esas personas que no llegaron a la primaria a votar o los que faltarán en la próxima elección son los que se fueron del país. Sí es verdad que se han ido muchos, pero realmente hay personas que no quieren ir a votar porque entienden que los candidatos que están en la papeleta no los representan. A cuatro meses y medio de las elecciones y en una de las coyunturas más difíciles en la historia social, económica y política del país, es indispensable la participación activa del pueblo.

Durante la pasada campaña primarista, hemos escuchado promesas y promesas. Se ha escuchado lo que el pueblo quiere escuchar a cambio de votos. Pero, cuidado, porque las palabras pueden estar disfrazadas y hay necesidades mucho más urgentes que colocan la salud, la educación, la seguridad y la estabilidad en juego. Puerto Rico está sufriendo las consecuencias del deficiente manejo de administración pública de décadas de gobiernos. Muchos incompetentes, otros corruptos, se han apropiado del erario y han repartido el beneficio a los suyos. Se ha denunciado y se ha publicado lo que se ha podido por la falta de acercamiento a los documentos públicos y la negación de políticos a entregarlos. Reponsablemente, no se puede publicar a medias. Pero tarde o temprano el pueblo conocerá la interioridad y el misterio de los estados financieros, los contratos otorgados, las concesiones sin subastas, el favoritismo, entre otros escándalos. Siempre sucede en las transiciones de todos los Gobiernos estatal, legislativo y municipal. Porque, al fin y al cabo, tendrán que abrir los libros a los gobiernos entrantes o a los miembros de la Junta. Recuerden que la verdad siempre se sabe.

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