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Columna de Mariliana Torres: Responsabilidad social

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Imagine por un momento que para comer tenga que ir al basurero de la esquina y sacar de la putrefacción productos que ya habían sido descartados. Me parece que aquí en Puerto Rico hemos observado esa imagen en ciertas circunstancias en las que las personas involucradas son hombres y mujeres sin techo. La indignación abate de solo pensar que sobre 8,000 niños mueren cada día por hambre, según las Naciones Unidas. Sin embargo, ¿ha pensado usted que cuando el Gobierno habla de crisis humanitaria es precisamente la alimentación un renglón que sustancialmente se vería afectado? Quizá en un acto de puro egoísmo y negación rechazamos esa circunstancia o consecuencia de la crisis económica porque aquí los vales de alimentos han resuelto la situación por décadas. ¿Qué ha hecho el Gobierno para ser sustentable? Olvidemos por un momento a las autoridades gubernamentales. Mire a su alrededor. ¿Qué ha hecho usted para asegurar que su familia coma en una circunstancia de crisis humanitaria?

Por nuestras calles decenas de personas sin techo buscan a diario comida en los zafacones, mientras que en cada uno de los hogares se tiran alimentos por capricho o porque pensamos que están expirados. Siendo así Puerto Rico uno de los países que más desperdicia alimentos, y, en esta coyuntura de dificultad económica, debemos retomar la responsabilidad social como norte.

Observemos lo que están haciendo otros países. En España, por ejemplo, la crisis humanitaria por falta de trabajo y dinero ocasionó que sobre 2.2 milloness de familias no tuvieran que comer. Los turistas observaron escenas muy tristes cuando padres se apostaron frente a los supermercados para pedir productos básicos y poder alimentar a sus hijos. Gracias al programa Comedores Sociales, del Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medioambiente, millones de familias pudieron llevar alimentos a la mesa. España e Italia son los países de Europa que más utilizan este exitoso programa de responsabilidad social. Su funcionamiento se basa en destinar fondos de urgencia a la compra de alimentos básicos. El auspicio no es a las reservas europeas, sino a los distribuidores y agricultores locales, de manera que se inyecta el dinero y trabajo al sector afectado. Funcionó y movió la economía.

El Gobierno de Alemania también se unió al reparto caritativo y está tratando de evitar que los once millones de toneladas de comida que se desperdician anualmente sean recuperados para ser servidos en cada mesa. Así varias personas se han dado a la tarea de evitar la desnutrición rescatando alimentos perecederos y los excedentes de comida de los restaurantes y supermercados. ¿Qué se puede hacer con estos alimentos que muchos considerarían inservibles? Los colocan nuevamente en neveras de instituciones que reparten comida a desventajados. Se descubrió que la mayoría de los alimentos se descartan porque estéticamente no se ven bonitos o por lo que era un secreto a voces que las fechas de caducidad y de expiración no son acordes con la duración del producto. Esos lugares donde se puede rescatar la comida los han llamado puntos solidarios y allí van miles de personas a buscar sus alimentos sin costo llevando a su mesa productos que se pueden comer. Buena iniciativa de responsabilidad social para evitar el despilfarro. Aquí en Puerto Rico conocemos varias organizaciones que se han dedicado a impactar a los grupos desventajados, pero aún son más de lo que usted piensa los que se acuestan a dormir con hambre. En las universidades, por ejemplo, hay decenas de estudiantes que no tienen dinero para comprar alimentos. Ello ha provocado que se organicen pastorales, grupos de padres pudientes y otras asociaciones para aportar ese plato caliente. La crisis humanitaria puede tocar a su puerta y no podemos ser indiferentes. Mire a su alrededor, reivindique su riqueza, coseche, aporte  y únase a la responsabilidad social. No se trata de política; es compasión. En lo que el Gobierno piensa cuál debe ser la estrategia, hagámoslo nosotros.
 

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