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Columna de Mariliana Torres: Periodismo sin miedo

Los periodistas estamos acostumbrados al repudio, a los abucheos, a las críticas y a las amenazas. Todos defendemos con garras cada uno de los preceptos de la libertad de prensa por el derecho inequívoco que tienen los ciudadanos de conocer en qué el Gobierno gasta su dinero. Pero esa fiscalización que nos lleva a preguntar, investigar, escribir, grabar o fotografiar para conocer cuál es la verdad está llenando de miedo a los periodistas de México. “Siempre estamos vigilantes, pues es de entender que, al investigar asuntos de corrupción y crímenes, nos metemos en la boca del lobo. Cada vez que salgo a la calle es como si un ojo me persiguiera. Realmente es aterrador, porque ya son 14 los asesinados”, me comentó una periodista y exalumna por intercambio de la Universidad de Sagrado Corazón que, tras finalizar estudios aquí, decidió regresar a su país a laborar. Me reservo su nombre para protegerla. La joven periodista se refiere a 14 periodistas y entre ellos fotoperiodistas que han sido silenciados porque tal parece que al Gobierno no le gusta que el pueblo sepa la verdad.

Aquí en Puerto Rico, aunque no exentos de amenazas y malos ratos, es bastante llevadero incoar la libertad de prensa si nos comparamos con países como México o Siria, donde todos los días un periodista es asesinado por llevar a cabo su trabajo. Por eso hoy quiero alzar la voz de alerta y en un acto, en el que me atrevo a incluir a todos los periodistas del país, unirnos en el repudio masivo de los intolerantes que quieren silenciar el periodismo investigativo serio por parte de periodistas en México.

Ese llamamiento para que los colegas puedan trabajar se exarcerbó luego del asesinato hace dos semanas del fotoperiodista Rubén Espinosa, pero la realidad es que, lamentablemente, él fue uno más de la lista. Con Espinosa murieron también cuatro mujeres que quizá le protegían en la Ciudad de México luego de escapar de Veracruz como si fuera delincuente. ¿Qué hizo Espinosa? Trabajar e informar la verdad. No tengo muchas esperanzas de que el presidente mexicano, Enrique Peña Nieto, decida respaldar el llamamiento de alerta de la prensa y menos cuando la ha emprendido contra los periodistas que destaparon, basados en pruebas fidedignas, influencias indebidas de su gobierno.

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Además, tendría que enfrentarse con políticos de su mismo partido (Partido Revolucionario Institucional), que le dieron el respaldo a sus aspiraciones presidenciales. Lo que se cuece allí es un caldo de indecencia. Los periodistas que así lo han denunciado indican que, desde que el gobernador de Veracruz, Javier Duarte, llegó al poder, 14 periodistas han sido asesinados y dos han desaparecido.

Obviamente, Duarte ha negado estar involucrado. Pero los periodistas en esa región aseguran que este los amenaza e insta a que se porten bien. Incluso trató de hacer una ley para detener a los periodistas que escribieran en las redes sociales noticias de violencia en su gobierno.

Afortunadamente, los periodistas mexicanos tienen el respaldo de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, que asegura que los homicidios y desapariciones involucran a funcionarios públicos.

Esta situación golpea la cara del periodismo internacional. No podemos cerrar los ojos y darle la espalda a un asunto que incumbe directamente a la libertad de expresión y que mancilla una de las funciones principales del periodista: investigar. Mientras usted lee esta columna, hay un puñado de periodistas que están abandonando Veracruz junto con sus familias por temor de ser asesinados. Según la organización Reporteros Sin Fronteras, una treintena de periodistas han llegado en las últimas semanas a Ciudad de México buscando protección para sus familias. Me parece que se está tocando fondo, porque observamos un escenario de terror en un país donde la gente con poder político no parece importarle. Resulta también irónico que no se levante la masa a implorar los estándares de protección de libertad de expresión y de prensa que ha logrado México a través de la historia del periodismo universal. Si la clase periodística mexicana logra incoar un mecanismo de protección, todos los periodistas ganamos. México ha cosechado excelsos periodistas y muchos de ellos han llegado hasta nuestras universidades puertorriqueñas para ofrecer cátedras en las cuales hemos tenido el privilegio de ser sus alumnos. Ya es tiempo de difundir que el periodismo en todo el mundo está bajo asedio. La vulnerabilidad que viven los periodistas en México también es nuestra preocupación.
 

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