Pensar la ciudad como ese lugar donde muchos nos encontramos casualmente es pensar en que todos tenemos el mismo derecho a expresarnos en el mismo espacio. Algunos viven la ciudad desde una perspectiva artística e interactúan con sus paredes creando murales; otros ocupan espacios comerciales y venden; unos cuantos la recorren como el simple acto de encontrar un lugar en ella, y muchos la transitan desde la distancia de sus ventanas. Sea cual fuera la interacción que ocurre en la ciudad, estar consciente de que uno es parte de esas interacciones, en lo personal, me hace pensar que soy una especie de puente.
Río Piedras está conectado por puentes, puentes que cruzan la autopista, puentes que unen barrios con la Universidad de Puerto Rico, puentes que sirven de hogar a algunos drogadictos y puentes que son la ruta de muchos ciudadanos que los cruzan diariamente para ir a sus hogares o a sus trabajos. El puente entonces, además de ser un diseño arquitectónico que pretende unir, “es un espacio de transición”, como diría la artista puertorriqueña del performance Teresa Hernández.
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La transición se da cuando uno está en movimiento mientras cruza de un lugar a otro. La he sentido como una especie de ansiedad cuando estoy enfrentando un cambio: cuando una relación amorosa termina, cuando me mudo, cuando paso por la interminable seguridad del aeropuerto y también cuando cruzo un puente a pie; especialmente cuando no sé qué me espera del otro lado.
Este último semestre, durante el curso Cuerpo y Ciudad, dictado por la profesora Noemí Segarra, descubrí a Río Piedras, y, créanme, fue una especie de puente entre lo que creía saber de ese lugar y lo que experimenté desde la transición constante de caminar por sus puentes. Para mí, Río Piedras era la IUPI, no lo inverso, como dice en su ensayo el arquitecto puertorriqueño Edwin Quiles: “La IUPI está en Río Piedras”.
La Universidad de Puerto Rico es parte de Río Piedras, una parte crucial. Sin embargo, no debe ser necesariamente el único espacio por el que se le identifique. Ese desconocimiento sobre el espacio me hizo reflexionar acerca de cómo veo las diversas partes de Puerto Rico.
A algunas solo las identifico por lo que conozco de ellas y no necesariamente por su totalidad. Tal vez uno nunca pueda tener una experiencia total de ningún lugar, pero descubrí que debemos estar abiertos al puente y a lo que se conecta entre lo que uno sabe y lo que no conoce de cada lugar.
El derecho a caminar por los espacios y redescubrirlos, sin el miedo propio que incluye la distancia, puede ser una manera revolucionaria de volver a reencontrarnos con la ciudad.
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