Creo que todos hemos dicho en algún momento que “el que se va no hace falta”. Nos enseñaron a decirlo como una expresión casi de auto-ayuda, como una manera de consolarnos o de mentirnos ante la partida voluntaria de alguien que uno habría querido que se quedara.
Pero ante la ola de gente marchándose de la isla y las alarmas que empiezan a sonar por las consecuencias socioeconómicas de ese éxodo, me preguntaba ayer si de verdad “el que se va no hace falta”. Comencé a pensarlo porque un comentarista radial, de mucho nombre en Puerto Rico, contestó la preocupación de una radioescucha diciéndole que “el que se va no hace falta”.
PUBLICIDAD
Para mí fue una respuesta insensible, incorrecta y falsa. Me chocó ese desdén del hombre, pero la verdad es que no está solo en su absurdo pensamiento. Para mi sorpresa he visto comentarios similares en las redes sociales. No estoy segura porque no lo vi personalmente, pero entiendo que hace unos días una “Miss algo” en un momento en que tenía que hacer gala de sus neuronas dijo algo como condenatorio de la gente que elegía irse de su patria.
¡Qué pantalones, mi pana! La gente se va de Puerto Rico, según las últimas estadísticas, a razón de 1,000 por semana. No es posible que esa cantidad de gente se vaya porque son malagradecidos, por traidores, débiles o fracasados. Creo que hay que tener una gran fuerza de cara para ayudar a construir una isla con una gran cantidad de problemas —sí, ayudar a construir porque los problemas no se construyen solos— y entonces juzgar al que se va porque “se rindió”. La única vez que me tocó irme regresé a los tres años, no por valiente, sino porque no me era práctica ya la mudanza. Y tuve la posibilidad de regresar, que no es una posibilidad frecuente para otros. En ese sentido, fui afortunada.
El comentario insensible del hombre de radio y de “Miss algo” son un reflejo de nuestra personalidad de esconder la basura debajo de la alfombra. Es más fácil juzgar al que se va que corregir las cosas que propiciaron su partida. Desde un micrófono y desde una pasarela, estos dos seres humanos deberían reconocer que el éxodo se da por razones tan variadas como gente harta de la disfuncionalidad, gente que tiene necesidades a veces hasta de salud que aquí no son cubiertas, muchas veces gente que se mató estudiando para luego no encontrar trabajo… hasta por amor se va la gente.
Las razones son variadas: unas técnicas y otras más dramáticas. Pero me atrevo a asegurar que la mayoría de esa gente que se va tienen algo en común: se van porque tienen que irse, pero se van queriéndose quedar. Porque irse es dejar casi todo atrás, es a veces volver a empezar y es separarse de seres que uno ama. Y eso tiene que arrugarle el corazón al más fuerte.
¿El que se va no hace falta? ¿En serio? Esa persona se va y deja de aportar al crecimiento socioeconómico de Puerto Rico. Lleva su capital, mucho o poco, a otro lado.
PUBLICIDAD
Yo sí sé quién se va y no hace falta. No hace falta el que se va y de repente siente que su nuevo destino es el paraíso y empieza a hablar mal de Puerto Rico y de su gente. A veces los leo y los escucho y me dan ganas de tenerlos de frente para decirle unas cuantas cosas en la cara. Porque me perdonan, pero irse para desprestigiar a los que se quedan es una gran cagada y una muy pobre aportación.
“Igualito que en Puerto Rico”, se les oye decir con frecuencia porque al parecer en su nueva Suiza todo es perfecto. Y no reconocen que el disloque económico y social está ya en todos lados. Me parece una tamaña soberbia irse y desde sus nuevas coordenadas insultar a los que nos quedamos en esta latitud.
Nuestra isla no es perfecta, pero es nuestra. Y sería más productivo si, en lugar de criticar a quien se va, propiciáramos que se queden los que nos quedan. Podemos seguir mintiendo y no hacer nada al respecto, echarle la culpa siempre a otro, juzgarlo, llamarlo traidor y vende patria. ¿Qué sabe nadie lo que se lleva uno en la maleta y en la cabeza?
Tan mala es la crítica al que se va como la crítica del que se va al que se queda. Esa me jode más.
Quizás es cierto. Hay algunos que se van y no hacen falta.