Escribo esta columna mientras doy los últimos toques al nacimiento de mi hija. El lunes pasado, y habiendo Priscilla completado las 40 semanas de gestación, la doctora Vilma Ortega —quien nos ha guiado en todo este proceso— nos dijo que el momento llegó. Así que, para este día, a nuestra Lena Priscilla la acarician nuestras manos después de nueve meses de intensa preparación. Y como dice Rubén Blades —a quien le robo el título para este escrito—, “mi presión casi revienta” a esta altura.
Ya estás últimas semanas han sido de una espera desesperante. Cuando en abril supimos que tendríamos otro niño, hicimos rápido el cálculo del due date. “¡El 2 de enero! ¿Nacerá antes? ¿Recibiremos el año en el hospital?”, todo eso estuvo sobre la mesa. Algunos apostaban a que fuera el primer nacimiento del año y muchos chistes hicimos sobre esa posibilidad. Uno de los padrinos, Javier, apostaba a que ocurriría ayer, día de su cumpleaños.
Después de todo este proceso, les puedo decir hoy que han sido 40 semanas de mucha alegría y unas navidades que nunca olvidaré.
Hoy nuestra familia crece y nuestro hijo, Rafael Antonio, comenzará a disfrutar de su tan anhelada hermana. Rafa ha seleccionado ropa, ha montado el cuarto, en fin, ha participado de todo este proceso. Lo único que lamenta él es que, debido a un parto “a término”, tendrá pocos días libres para disfrutar de su hermana en la casa antes de regresar a la escuela. Ya nos preguntó —con mucha seriedad— si se concedían licencias por el nacimiento de un hermano. Creo que la pregunta, de índole laboral, merece futura atención.
Parafraseando de nuevo a Rubén, hoy es el momento cumbre y por fin ha empezado el show. Y es que ahora empieza la titánica tarea de formar a un ser humano con un único fin: que aporte a la sociedad. Para ello el recetario es sencillo y al mismo tiempo complejo. Además de la educación formal que le proveeremos, una gran dosis de solidaridad y sensibilidad es necesaria.
Durante la pasada Nochebuena, mi compadre Dennis (el otro padrino de Lena y también otro “tío” de mi chico) le decía a Rafa que esa noche no todos los niños del mundo recibirían regalos, y le explicábamos, con el detalle necesario para su edad, que sus circunstancias no eran las del resto de los chicos del planeta. Rafa no reaccionó. Más tarde, en su carta a Santa, le escribió: “Gracias por todos los regalos que tú me diste y por dejarme los duendes y por los niños que piden 20 y yo 18 y ellos se ganan uno porque algo pasa en su país y yo quiero que tú, Santa, les des muchos regalos a esos niños y guárdalos en tu corazón”. Lloré de la emoción. Santa le contestó con un “tienes razón, los guardaré en mi corazón”. Él leyó la respuesta, miró a mi esposa y le dijo: “viste, tenía razón”. Estaba satisfecho, pues su conversación con alguien que tiene poderes extraordinarios rindió frutos.
Rafa y Lena, no sé a qué se dedicarán cuando sean grandes… tendrán que ceder, pero sepan que tienen la llave del eterno sueño de ser o no ser, así que nadie se meta con su identidad, como dice Facundo Cabral.
Me tomo algunos días libres de televisión y radio, no porque los días me sentencian a dormir menos, sino porque quiero disfrutarlos más.
Priscilla, has sido excepcional. Ya les seguiré contando.