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Yo fui una de las que me quedé en shock cuando vi en el programa de Food Network “Chef Wanted” que un americano le ganaba a tres puertorriqueños para ocupar la posición de Chef Ejecutivo de un restaurante que se llama Océano, en Puerto Rico, con una oferta culinaria creativa-caribeña. Pero incrédula al fin de los famosos reality shows, pensé que todo era un montaje y que otorgar la posición más alta para un chef en la vida real debía consistir de más escrutinio y análisis. Así que fue una gran sorpresa cuando me enteré meses después de la competencia que era el mismo Austin Henry el que corría la cocina de Océano. Y con un menú completamente rediseñado, tuve que ponerlo en mi lista para visitarlo y dejarme sorprender.
Para empezar, la crema de maíz. El sabor no era de maíz, sino de mazorca tierna, robusta y fresca. ¡Deliciosa! Luego un mini mofongo de yuca con un camarón cocinado a la perfección con una salsa de vino, mantequilla, parcha y jengibre y coronado con unas hilachitas de batata mameya que aluden a un arrecife de coral bajo el mar. Los dumpling de ropa vieja fueron mis favoritos en la noche, con una salsa de habichuelas negras y ciruela. La textura granosa del puré de habichuelas era adictiva, y el sabor agrio-dulce del sirop de ciruela hacía un contraste genial. También pude probar los scallops, traídos desde Boston frescos, exageradamente tiernos, parecía que estaba cortando un flan. Los acompañaban un pureé de batata. Hasta que llegaron los gnocchis rellenos de morcilla. ¡Qué clase de invento! Al principio pensé que era una combinación un poco forzada, sin embargo sólo es un toque de morcilla que, como el nos explicó, después de intentar con varias salsas, la blanca y cremosa con la acidez de las manzanas balancean perfectamente el sabor fuerte de este guilty pleasure puertorriqueño.
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Hablando de guilty pleasures, la coctelería me dejó boquiabierta. Todos los tragos están inspirados en el mar y el trópico. No importa cuál ordenes, todos tienen algún distintivo como combinaciones exóticas de frutas y gelatinas, el toquecito salado de las aceitunas y degradación y combinación de colores para satisfacer la curiosidad visual.
Un crème brûlé de jengibre fue el cierre dulce de la noche. O debo decir el penúltimo, porque lo que hace de este sitio inolvidable al terminar tu visita es la espectacular vista frente al mar, el poder tomarte algo con el sonido de las olas de fondo, o sentarte a pasar un buen rato en cualquiera de las áreas de lounge, pensando que definitivamente quieres que tu próximo cumpleaños sea aquí.
Disfrutando la noche, pensé lo irónico que era que Austin hasta hace unos meses no estaba familiarizado con la cocina puertorriqueña. Como me dijo hace unos meses cuando lo conocí, la primera vez que escuchó hablar de mofongo fue en el primer reto de la competencia. “Me chavé” fue el primer pensamiento que le vino a la mente. Pero hizo tremendo invento rellenando un filete de cerdo (sí, para los que vieron el programa, el que al principio estaba medio crudo) y resultó todo un éxito. La escencia de este chef está en que, por motivos profesionales y personales, ha recorrido el mundo entero experimentando diferentes culturas y sabores. Y esto lo ha llevado a crear una hermosa fusión culinaria en los platos nuevos que presenta en el restaurante. Pero más que su conocimiento, es la pasión por lo que hace lo que lo motiva a explorar nuevas posibilidades. Y cocinando frente a una fabulosa vista al mar abierto no cabe duda de que para este chef y su sazón en Océano el cielo es el límite.