El mundo se ha rendido a los pies del nuevo papa. Francisco, el jesuita, no deja indiferente a nadie. El primer papa latinoamericano ha llegado para devolver a la Iglesia a la calle, acercarla al hombre y rascar fieles para llenar de nuevo los templos.
América Latina se ha convertido en la gran reserva de católicos en el mundo pues representan el 39% de los siervos de Roma. Sin embargo, en los últimos 50 años se han fugado en esta parte del planeta a 1,400 católicos al día bien por la pérdida de fe o por la conversión a movimientos protestantes.
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Ahora el papa Jorge Mario Bergoglio tiene el reto de devolver a la Iglesia a su base alejada de la Curia Romana y acabar con la indiferencia de los católicos que han dejado vacías las iglesias en buena parte del Viejo Continente.
Las primeras impresiones muestran la dirección que el papa quiere tomar. Va a pagar su pensión a Santa Marta, deja el papamóvil y se monta en un autobús con el resto de cardenales, se da un baño de multitudes en San Pedro fuera de todo blindaje, pero ¿se habrá dado cuenta de lo que está haciendo?
A pesar de las intenciones en el proceso de convertirse en el papa del pueblo, el papa de los pobres está descuidando la seguridad y poniendo en riesgo algo que va más allá de su persona. Desde el momento en el que Jorge Mario Bergoglio pasó a ser Francisco, su seguridad no es un asunto privado sino global y cualquier descuido puede llevarnos a una escena como la vivida el 13 de mayo de 1981 cuan Alí Agca intentó asesinar a Juan Pablo II.
Muy seguro que su equipo de seguridad y Roma tendrán que hacer recapacitar al Pontífice pues está en riesgo algo más que una vida humana. Así se tuvieron que acostumbrar personas como Cuauhtémoc Cárdenas, Letizia Ortiz o la misma Angélica Rivera. Es el costo que uno ha de pagar.