Gran parte de la limpieza que puede apreciarse en Singapur es debido a las costosas multas que el gobierno impone a quienes son sorprendidos tirando basura.
Unos 200 voluntarios recorrieron este mes el barrio de Khatib (al norte de Singapur) en busca de basura.
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Algunos encontraron un par de colillas de cigarros entre los arbustos. Otros encontraron un extraño pañuelo desechable abandonado sobre una mesa.
Para ser honesto, este día de limpieza parecía algo inapropiado. Todo ya estaba limpio.
Ninguno de los voluntarios regresó con grandes bolsas de basura. Y esto es de esperarse en Singapur, pues el país asiático ha tenido durante mucho tiempo una obsesión con la higiene y la limpieza.
Y este mes marca un gran hito en ese sentido: es el mes en que -50 años atrás- el primer ministro Lee Kuan Yew inició la campaña Keep Singapore Clean (Mantengamos a Singapur Limpia).
Aunque las campañas de limpieza ya eran comunes en el país para entonces, esta era diferente. Fue la primera vez que el gobierno usó multas como método de control social.
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Sin lugar a dudas, Singapur es limpio. Pero no por las razones que quizás estás pensando.
Limpio y verde
Si alguna vez caminas en la misma dirección que un camión de basura mientras recorre la calle en su trabajo diario aquí en Singapur, comprendes por qué la ciudad se limpia tan implacablemente.
El perfume del camión realmente te da una bofetada en la cara.
A diferencia de las ciudades con un clima más fresco, en los trópicos cálidos y húmedos la limpieza es una tarea urgente.
“Si tienes basura como la que ves en otros países, puede traer roedores, moscas, cucarachas. Todos son portadores de bacterias y gérmenes”, dice Edward D’Silva, presidente del Consejo de Higiene Pública.
Los mosquitos son una preocupación aún mayor. No verás malaria en Singapur pero, en un mal año, habrá decenas de miles de casos de dengue.
Cuando Lee Kuan Yew introdujo la Política Limpia y Verde tenía objetivos más elevados en mente.
Su iniciativa fue parte de un impulso mayor que incluyó cambios en las leyes de salud pública, la reubicación de vendedores ambulantes, el desarrollo de sistemas adecuados de alcantarillado y medidas de control de enfermedades.
Al mismo tiempo, la población se mudó de los kampongs (aldeas de estilo malayo con cabañas de madera) a urbanizaciones con mejor infraestructura.
“Hemos construido, hemos progresado. Ningún otro sello distintivo de éxito será más distintivo que el de alcanzar nuestra posición como la ciudad más limpia y más verde del sur de Asia“, dijo Kuan en 1968.
Una economía más fuerte
Como parte de su plan también se realizaron actividades de educación pública, conferencias a cargo de funcionarios de salud y controles al azar por parte del gobierno.
Además, desarrollaron concursos para destacar las oficinas, tiendas, fábricas, edificios gubernamentales, escuelas y vehículos públicos más limpios y sucios.
A lo largo de los años 70 y 80 hubo muchas campañas similares.
El objetivo no era solo hacer la ciudad más agradable. Una ciudad más limpia, pensaba Kuan, crearía una economía más fuerte.
“Estos estándares mantendrán la moral alta, la tasa de enfermedad baja y, por lo tanto, crearán las condiciones sociales necesarias para un mayor crecimiento económico en la industria y en el turismo. Esto contribuirá al bien público y al beneficio personal de todos “, dijo.
Y efectivamente, en todos estos aspectos Singapur ha tenido éxito. La esperanza de vida ha aumentado de 66 a 83 (que es la tercera mejor a nivel mundial).
En 1967, las llegadas de turistas fueron un poco más de 200.000 en comparación con apenas 10 millones en los tres primeros trimestres de 2018.
La inversión extranjera directa se disparó de US$93 millones en 1970 a US$39 mil millones en 2010. El país es ahora el quinto mayor receptor de inversión extranjera directa, recibiendo US$66.000 millones en 2017.
Eso sí, las campañas no son grandes partidas para los departamentos o presupuestos gubernamentales.
Entre 2010 y 2014, por ejemplo, la Agencia Nacional del Medio Ambiente de Singapur gastó un promedio de US$3 millones por año en actividades de divulgación y campañas contra la basura.
Una cultura de multas
Las tiendas de descuentos y souvenirs en Singapur a menudo venden camisetas que dicen: “Singapur: una ciudad hermosa”, seguida de una lista de cosas por las que puede ser multado.
Con este tipo de cosas los singapurenses tienen más probabilidades de poner los ojos en blanco que reírse.
Singapur tiene la costumbre de prohibir el comportamiento indeseable de sus ciudadanos y hacer cumplir cada prohibición con sanciones económicas.
La campaña de 1968 Mantengamos a Singapur Limpia fue la primera en intentar moderar el comportamiento de los ciudadanos mediante multas. Desde entonces, el país ha adoptado multas con gusto.
Normalmente, las autoridades emiten decenas de miles al año por tirar basura. La multa mínima es de US$217.
El impulso para dejar impecable Singapur comenzó durante el tiempo de Lee Kuan Yew.
Kuan consideraba que las pequeñas cosas importaban, y le preocupaba que la gente “aprovechara un aflojamiento del control administrativo sobre la situación” si se ignoraban incluso las más pequeñas infracciones.
Algunas de las leyes del país les parecen extrañamente estrictas para los extranjeros. Por ejemplo, Singapur prohibió la importación de chicles (aunque no es ilegal poseerlos).
Hay multas por traer durián (una fruta tropical con olor acre) en el tren y por no descargar los inodoros públicos.
También por escupir en la calle o usar el wifi de otra persona sin permiso.
¿Funcionan las multas?
Al principio esta la política funcionó, según Liak Teng Lit, presidente de la Agencia Nacional del Medio Ambiente.
La combinación de campañas de sensibilización pública y medidas punitivas hicieron la diferencia.
En 1961, Singapur tenía una “brigada de escoba” de 7.000 jornaleros que trabajaban directamente en el Departamento de Salud. Para 1989, solo había 2.100.
Pero las cosas cambiaron. La ciudad se hizo más rica y se hizo más fácil usar mano de obra de bajo costo para limpiar.
Hoy en día, dice Teng, Singapur no está limpia porque los locales temen multas sino porque hay un ejército de trabajadores que hacen el trabajo pesado.
“Singapur no es una ciudad limpia. Es una ciudad limpiada“, afirma Teng.
Hay 56.000 limpiadores registrados en la Agencia Nacional del Medio Ambiente. Probablemente hay miles de contratistas independientes que no están registrados.
En su mayoría son trabajadores extranjeros de baja remuneración o trabajadores de edad avanzada.
Edward D’Silva está frustrado por la forma en que el surgimiento de este ejército de limpiadores ha cambiado la cultura en Singapur. Con tantos limpiadores, los singapurenses consideraron la limpieza como el trabajo de otra persona.
“El gobierno limpia el apartamento (edificio), hasta el corredor, generalmente dos veces al día. Cuando tienes un servicio de limpieza muy eficiente, y tu vecino llena el lugar de basura, no culpas al vecino, culpas al limpiador por no recogerla”, dice.
Comportamiento cambiante
En Japón, Australia o Reino Unido, no existe la misma disponibilidad de mano de obra barata para realizar los trabajos de limpieza.
En Singapur, la mayoría de los limpiadores provienen de un grupo de aproximadamente un millón de trabajadores extranjeros, así como trabajadores locales de edad avanzada.
Pero a medida que la población de Singapur crece y la mano de obra se vuelve más cara, simplemente no será asequible emplear tantos limpiadores.
D’Silva dice que parte del objetico original por un Singapur más limpio era impulsar la economía. Sin embargo, la limpieza de espacios públicos es costosa y constituye un gasto de recursos que pudiera emplearse en algo distinto, como la salud y la educación.
Según su opinión Singapur necesita cambiar su comportamiento rápidamente: el país gasta al menos US$87millones al año en la limpieza de espacios públicos.
Lee Bee Wah es la diputada local de la ciudad de Nee Soon. Ella estaba presente el día de la limpieza en Khatib.
Bee Wah es una apasionada de la limpieza, quien no solo alienta a sus electores a recoger la basura cuando la ven, sino también a informar cuando ven a alguien tirando basura.
Ella dice que la educación pública es tan importante como las multas. De hecho, es bastante difícil imponer multas, porque a menudo requiere que un funcionario o al menos un ciudadano sea testigo de la ofensa.
“Es mejor convencerlos, hacer que colaboren, en lugar de depender de las multas”, dice.
Una vez al año, hay un “día sin limpiadores” en todos los distritos electorales, cuandolos ciudadanos locales limpian mientras todos los limpiadores del distrito descansan. La diputada dice que este es un buen ejemplo de cómo una comunidad puede cambiar para mejor.
En el primer evento en 2013, los voluntarios recogieron 1.430 kilogramos de basura. Este año fueron solo 292 kilogramos.
Si bien hay demasiados limpiadores en el país y los singapurenses se muestran poco interesados en mantener la limpieza, la diputada asegura que su circunscripción es una prueba de que el progreso es posible.
Lee la historia en inglés aquí.
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