El centro de Berlín está repleto de oficiales de policía.
Turistas desconcertados se detienen en los cordones de seguridad para mirar los vehículos blindados de la policía y los francotiradores en los techos que rodean el lujoso hotel Adlon de la capital.
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Los servicios de seguridad de Alemania no corren riesgos con su polémico invitado.
Esta será una visita de estado tormentosa.
Las protestas habían comenzado incluso antes de que el avión de Recep Erdogan descendiera, a través del espacio aéreo cerrado para aviones privados.
Se espera que decenas de miles de personas salgan a la calle durante el transcurso de la visita del presidente de Turquía.
La organización Reporteros sin fronteras fue la primera en organizar una manifestación.
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Erdogan enfureció al gobierno alemán y a muchos alemanes al encerrar a periodistas y críticos de su régimen. Entre ellos hay cinco personas con pasaportes alemanes.
La difícil situación de reporteros como Deniz Yucel, que estuvo encarcelado durante un año sin cargos, ha tensionado las relaciones entre Ankara y Berlín.
Pero Erdogan y su esposa bajaron de su avión para una bienvenida con alfombra roja.
El mandatario tiene grandes ambiciones: restablecer la relación turco-alemana y suavizar las profundas diferencias de opinión y política.
Que no espere demasiado.
Un comienzo difícil
El jueves por la mañana, Erdogan instó a Berlín para que designara como organización terrorista al movimiento de Fethullah Gulen, a quien culpa de un intento de golpe de Estadoen 2016.
La solicitud, publicada en un periódico alemán, sirve para resaltar la tensión existente.
Alemania ha dicho que necesita más pruebas que vinculen a los partidarios del predicador, residente en Estados Unidos, con el intento de derrocar a su gobierno.
Erdogan también abrirá una nueva mezquita en Colonia, dirigida por la organización turca Ditib.
Una decisión controvertida en Alemania, donde hay preocupación por la radicalización y el antisemitismo en algunas de sus mezquitas. La alcaldesa de la ciudad, Henriette Reke, ya ha dicho que boicoteará el evento.
Y tal vez es bastante revelador que no haya prisa por conseguir un lugar en el banquete estatal, que se celebrará en honor del líder turco en el palacio presidencial.
La canciller, Angela Merkel, no asistirá a la cena organizada por Frank-Walter Steinmeier.
Tampoco la mayoría de sus ministros.
Tres millones de razones para llevarse bien
Merkel, sin embargo, celebrará tres reuniones con Erdogan.
Su gobierno es consciente de la enorme diáspora turca en Alemania, que alberga a cerca de tres millones de personas con ascendencia turca.
Si bien continúa siendo una figura controvertida entre esta comunidad, Erdogan fue apoyado por dos tercios de los que votaron de forma remota en las elecciones turcas de este verano.
Su papel en Medio Oriente, en particular con respecto a Siria, también importa aquí. El conflicto será prioritario en la agenda.
Erdogan puede estar en una posición más débil: una economía en apuros, agravada por unamala relación diplomática con Estados Unidos, significa que está buscando ayuda y apoyo.
Alemania es un socio comercial importante para Turquía, pero esa relación económica se da en ambos sentidos.
Y, por supuesto, todavía está en juego el acuerdo sobremigrantes entre la UE con Turquía, facilitado en gran medida por Merkel.
Según el acuerdo de 2016, las personas que llegan a Grecia en busca de asilo son enviadas a Turquía a cambio de miles de millones de euros en ayuda.
y Merkel sigue considerando que Turquía, y el acuerdo, desempeñan un papel vital en la reducción de la migración a la UE.
Erdogan dice que quiere lazos más cercanos por "el bien de la prosperidad y el futuro de ambos países".
Es una relación que le importa a Angela Merkel, a pesar de los conflictos.
Pero dada la reducción de su propio poder, y el desprecio que suscita Erdogan aquí, su bienvenida será cautelosa.
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