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Cómo mi hija me ayudó a superar el maltrato físico de su madre, mi esposa

Jim, quien tiene ahora 80 años, tardó casi 60 en conseguir dejar a su mujer maltratadora y empezar de nuevo. Su hija jugó un papel importante en su recuperación.

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Tras 60 años sufriendo un comportamiento controlador y violencia física, Jim se cambió su camiseta manchada de sangre y empezó a andar hacia su esposa, que estaba haciendo café tras golpearlo en la cara.

Él le había pedido que dejara entrar al gato mientras cortaba la hierba fuera.

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Pero en lugar de girar a la izquierda hacia la cocina, giró a la derecha, salió por la puerta y siguió andando, alejándose de una vida de maltrato.

Sin llevarse ni su ropa, no miró atrás y los 78 años empezó su vida de nuevo.

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Jim es uno entre un creciente número de hombres que intenta convencer a otros hombres de que está bien admitir que han sido maltratados por una mujer.

Según datos oficiales, casi un 20% de los casos reportados de abuso doméstico en Escocia son víctimas masculinas, pero tanto las organizaciones no gubernamentales como las víctimas creen que la cifra real se acerca mucho más al 50%, debido a las reticencias que tienen los hombres a contarlo.

El programa de la BBC en Escocia "The Kaye Adams programme" ha estado escuchando a hombres víctimas de abuso.

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Jim (no es su nombre real) cumple 80 este año. Su matrimonio de 60 años acabó cuando se marchó tras la discusión sobre el gato.

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"El año antes de que me fuera, [la situación] se había deteriorado. Se me ponían los ojos negros, me salían moretones. Me golpeaba, se me salían los dientes, mi rodilla era martilleada, y cosas como estas".

"Fue progresivo, a lo largo de los años. No podía encontrarme con amigos, ni con familia. Psicológicamente, hacia el final, ya no me reconocía a mí mismo. Me acuerdo de sentarme por la noche y preguntarme quién era yo, por qué me estaba comportando de esa manera, cómo había dejado que las cosas llegaran a este punto".

La gota que colmó el vaso

Jim continúa su relato. "Estaba en el jardín un día y el gato quería entrar. Ella estaba en la cama así que llamé a la ventana y le pregunté si podía dejar entrar al gato".

"Seguí cortando la hierba y luego entré. Y entonces se desató la tormenta: ’Lo hiciste a propósito, estaba durmiendo, no te importo", dijo ella, y luego me atacó físicamente".

"Entré y me golpeó. Hubo sangre. La nariz me sangraba, mi camisa estaba desagarrada. Cuando las cosas se habían calmado, dijo: ’¿Quieres café?’ Haré café para los dos, tu cámbiate la camisa".

Fue entonces cuando algo cambió y Jim se fue. Todavía no sabe qué le llevó a hacerlo, salió por la puerta y fue a casa de su hija.

Su relación había sido difícil, pero Jacqui lo recibió.

"Mi hija dijo: ’Papá, relájate, tenemos un plan de escape’", explicó Jim. Lo habían planeado porque sabían que era inevitable.

"Jacqui arregló para que fuera a terapia. Yo no estaba seguro, porque los hombres no hacen esto", cuenta él.

"Pero fui y hablé con este hombre durante un año. Fue excelente y sin esto no hubiera sobrevivido".

La esposa de Jim poco a poco había ido sacando a sus amigos y familia de su vida. Él luego supo que ella le había dicho a su hermana y a su madre (de él) que él no quería verlas. Se perdió el funeral de su madre.

Jim cree que las vidas en su familia fueron a peor cuando sus dos hijas eran adolescentes. Pero Jacqui dice que todo emergió antes.

Precauciones

"Para nosotras como niñas había una tensión subyacente que involucraba que si no manteníamos a mamá contenta, ella explotaría y habría consecuencias", le dijo a Kaye Adams.

"Incluso antes de llegar a la adolescencia, recuerdo cuando tenía yo 10 años y era su cumpleaños número 29, e hicimos una torta de cumpleaños", cuenta Jacqui.

"A ella no le gustaron los regalos y hubo una pelea. La recuerdo con la sierra apuntando a papá y lanzándole muebles".

Cuando Jacqui y su hermana llegaron a la adolescencia, ya habían aprendido a ser precavidas y andar con cautela.

"Nos amoldábamos a ella todo el rato para no provocarla. Modificamos nuestro comportamiento para no empeorar las cosas. Cuando ya se acababa mi adolescencia, me empecé a dar cuenta de que esto no era normal".

"Todavía me adaptaba porque no quería que mi padre pasara un mal rato. No quería violencia por hacerlo mal", relata la hija.

Jacqui intentó varias veces convencer a su padre de que se fuera, pero tuvo que esperar a que él estuviera preparado.

"Me llevó mucho tiempo entender que ella tenía un control total sobre él, de sus pensamientos y acciones, y había cambiado todo su sistema de valores. Era como un secuestro".

Jacqui dice que fue la organización Abused Men in Scotland (AMIS, Hombres abusados de Escocia) la que salvó a su padre.

Iris Quar trabaja para la organización. Explicó por qué es difícil para los hombres hablar.

"El rol de género que los hombres reciben en la sociedad significa que para ellos es difícil entender y reconocer lo que les está pasando y cuando lo hacen, es muy difícil para ellos hablarlo", contó Quar.

"Suelen empezar diciendo: ’No soy un hombre maltratado’, pero luego empiezan a contar las historias más horribles de abusos domésticos".

"Una vez los hombres entran en esa espiral de control, les roban todo: la casa, su trabajo, su libre determinación".

Quar añadió: "Los hombres se quedan sin hogar con mucha más frecuencia y no tienen ningún lugar seguro al que ir. Sufren más abusos legales y administrativos, las acusaciones falsas a la policía y otros servicios".

"Es mucho más fácil para las mujeres que las crean que a los hombres, cuando dicen que una mujer los maltrataba. Y también está el tema del contacto con los hijos: el progenitor que no vive en la casa familiar tiene más problemas para mantener la relación con los hijos, y este es normalmente el hombre", afirmó Quar.

AMIS se enfrenta en estos momentos al cierre. La organización está trabajando ya con capacidad reducida, con las sesiones de terapia cara a cara como las que se ofrecieron a Jim reducidas a un servicio online y telefónico.

Jacqui está ahora contenta de ver a su padre feliz.

"Él es la definición de esperanza, alguien que pasa por todo esto, toda su vida, y le he visto en dos años convertirse en un miembro completo de la sociedad".

"Está en contacto con mi hijo. Tiene amigos", relata.

"Sabemos que si puede recuperarse tras todas las cosas que experimentó, si alguien escucha esto, puede tomar algo de su coraje y hacer algo".


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