"Si fuera antidemocrático, no estaría participando de la elección ,estaría con mi (pistola) .45, limpiándola bien y aguardando días mejores", le dijo a la audiencia el general retirado Hamilton Mourão.
Un aplauso surgió entonces entre los líderes empresariales que lo escuchaban el lunes pasado, durante un almuerzo en São Paulo.
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Mourāo es candidato a vicepresidente del ultraderechista Jair Bolsonaro, el excapitán del Ejército que lidera las encuestas de cara a las elecciones presidenciales del próximo 7 de octubre, por lo que está lejos de ocupar un lugar meramente testimonial en la campaña brasileña.
Y, con Bolsonaro hospitalizado tras ser apuñalado este mes, el general que el año pasado planteó la posibilidad de una intervención militar en el país, cuando todavía estaba en servicio activo, adquirió todavía más protagonismo.
En medio de una creciente polarización política en Brasil, la lista de militares retirados o activos con protagonismo antes de las elecciones es sin embargo más amplia e incluye al propio comandante del Ejército, quien este mes declaró que la legitimidad del próximo gobierno podría llegar a estar "cuestionada".
Se trata de una novedad que inquieta a muchos en un país que, como otros en la región, había visto a los uniformados alejarse de la arena política al finalizar su régimen de facto hace tres décadas.
"Es insólito y preocupante este reciente protagonismo de ciertas figuras militares", le dice a BBC Mundo Marcus Melo, profesor de ciencia política en la Universidad Federal de Pernambuco.
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"El peor escenario"
Para estas elecciones se anotaron 25 candidatos de origen militar en fórmulas presidenciales o para gobernadores estatales, casi el doble de los 13 de la pasada disputa de 2014, informó O Estado de S.Paulo.
Y con la clase política brasileña arrasada por escándalos de corrupción y una crisis económica dolorosa, Bolsonaro parece tener garantizado un lugar en la segunda ronda presidencial del 28 de octubre gracias a su discurso militarista y antisistema.
Fue además el ataque contra Bolsonaro, a manos de un individuo que según la principal hipótesis policial actuó en solitario, el que llevó al jefe del Ejército, general Eduardo Villas Bôas, a formular sus polémicas declaraciones.
"El atentado (a Bolsonaro) confirma que estamos construyendo dificultad para que el nuevo gobierno tenga una estabilidad, para su gobernabilidad, y pudiendo incluso tener su legitimidad cuestionada", le dijo Villas Bôas al mismo diario.
E interrogado sobre la eventualidad de que fuese electo el expresidente y líder del izquierdista Partido de los Trabajadores (PT), Luiz Inácio Lula da Silva, quien cumple una condena de 12 años de cárcel por corrupción y cuya candidatura fue vetada por la justicia electoral, Villas Bôas indicó que "el peor escenario es tener a alguien" con un juicio pendiente.
En abril, cuando la justicia analizaba un habeas corpus pedido por la defensa de Lula, el jefe castrense ya había lanzado un mensaje por Twitter de "repudio a la impunidad" que fue visto como una presión indebida a los magistrados.
El PT, cuyo candidato presidencial, Fernando Haddad, está segundo en las encuestas detrás de Bolsonaro, salió rápidamente a responder los últimos comentarios de Villas Bôas.
"Es muy grave que un comandante con alta responsabilidad se arrogue interferir directamente en el proceso electoral, algo que las Fuerzas Armadas no hacían desde los sombríos tiempos de la dictadura", sostuvo el PT en un comunicado.
Ciro Gomes, un candidato de centroizquierda que figura en empate técnico con Haddad en algunos sondeos, afirmó que si fuera presidente el comandante del Ejército sería "destituido y encarcelado".
"Anarquía militar"
Villas Bôas negó que haya una "hipótesis de que el Ejército cause un quiebre de orden institucional" y, según analistas, las chances de que eso ocurra son escasas.
"El riesgo no es cero, pero es muy bajo", dice Melo, que como otros cree que las Fuerzas Armadas cambiaron desde su régimen de facto de 1964 a 1985 y que las posiciones extremistas son minoría en su interior.
Sin embargo, el politólogo advierte que con la nueva presencia de militares en la vida política, "empeora la democracia, aún si no constituye ahora o en un futuro inmediato una amenaza concreta".
El interés de los militares por las elecciones es atribuido al clima particular que vive el país desde antes de la destitución de la presidenta Dilma Rousseff (PT) en 2016 por manipulación presupuestal.
La presidencia, ahora ejercida Michel Temer, el Congreso y los partidos políticos despiertan desconfianza en más de 60% de los brasileños, indicó una encuesta de Datafolha en junio.
En cambio, las Fuerzas Armadas son la institución con mayor índice de confianza en el país: 78%, según el mismo sondeo.
En varias manifestaciones de los últimos tres años llegaron a verse carteles que pedían una "intervención militar" en Brasil, de personas que se dicen hartas de la corrupción política y la delincuencia.
Y las advertencias sobre el peligro de este escenario son cada vez mayores.
"Cuando la confusión es enorme, se tiende a creer que la entrada de los militares en la escena política es un remedio de última instancia. No es. Cuando los militares ocupan la escena, termina una confusión y comienza otra, la de la anarquía militar", escribió un columnista del diario Folha de São Paulo este mes.
¿Un asunto de seguridad?
Vera Chaia, cientista política de la Pontificia Universidad Católica de São Paulo, atribuye la situación actual al hecho de que Brasil, a diferencia de otros países de la región, evitó juzgar a responsables de asesinatos, desapariciones y torturas de personas durante el régimen militar de 1964 a 1985.
"Ahora los militares están con todo", dice Chaia a BBC Mundo. "Es difícil pensar en un golpe militar, pero están ocupando posiciones claves".
Temer fue el primer presidente desde el retorno de la democracia en designar un militar retirado al frente del ministerio de Defensa y en intervenir un estado federal, Río de Janeiro, pasando el manejo de su seguridad pública a las Fuerzas Armadas.
Y aunque la violencia sigue descontrolada en Río, los militares-políticos brasileños prometen más seguridad en el país con mano dura.
Mourão sostuvo la semana pasada que "los derechos humanos son para humanos derechos" y Bolsonaro, quien ha elogiado a un torturador del régimen militar, plantea relajar las leyes para el porte de armas y designar seis generales en su gabinete.
Chaia señala que los militares "están ganando no sólo visibilidad sino, desde el punto de vista de determinados sectores de la sociedad, una legitimidad para participar".
"Puede haber un retroceso", avisa, "principalmente en términos de derechos humanos".
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