"El presidente Bashar al Asad de Siria no debe atacar de forma temeraria la provincia de Idlib. Los rusos y los iraníes cometerían un grave error humanitario al participar en esta potencial tragedia humana. Centenares de miles de personas podrían ser asesinadas. No permitan que eso ocurra".
Esto es lo que Donald Trump dijo en un mensaje publicado en su cuenta de Twitter el lunes pasado.
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El mandatario estadounidense alzaba así su voz en contra de la "ofensiva final" que el gobierno de Siria y sus aliados han estado preparando sobre el último gran bastión de los grupos rebeldes y yihadistas que desde 2011 intentan derrocar a Al Asad.
Esta acción, sobre cuya preparación se ha estado hablando durante las últimas semanas, es motivo de preocupación también para la ONU que ha advertido sobre una posible catástrofe humanitaria si se produce un ataque total sobre esa provincia que alberga a unos 2,9 millones de personas, la mayor parte civiles, y entre las que se cuentan un millón de niños.
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Pese a ello, el mensaje de Trump no guardaba una amenaza contra Al Asad sino apenas una alerta que parecía más bien dirigida a Rusia e Irán. "No permitan que eso ocurra", les pedía dando la impresión de que estaba dejando el balón en el terreno de los gobernantes de esos países.
https://twitter.com/realDonaldTrump/status/1036740691211284480
¿Cómo se explica esa postura por parte del presidente de la principal superpotencia mundial ante uno de los principales conflictos armados en la actualidad?
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"Marginado"
"EE.UU. no tiene influencia sobre el terreno en muchos actores del conflicto en Siria. Al menos, nada comparable con lo que tienen Rusia, Irán y Turquía. Creo que en el tono del tuit hay un cierto reconocimiento de eso", dice Emily Hawthorne, analista sobre temas de Medio Oriente de Stratfor, una plataforma de inteligencia geopolítica con sede en Austin (Texas).
Colin Clarke, analista de la Corporación Rand e investigador principal del Soufan Center, un centro de estudios dedicado a temas de seguridad global con sede en Nueva York, considera que Washington se ha quedado "marginado" en este conflicto.
"No hay duda de que Estados Unidos tiene en Siria menos influencia de la que le gustaría y también menos de la que tiene en otros grandes conflictos como Irak y Afganistán, en parte porque no tiene una presencia militar activa sobre el terreno", dice el experto a BBC Mundo.
"Al no comprometer tropas allí, tampoco ha habido un esfuerzo diplomático sostenido como hemos visto en otros lugares, por lo que resulta natural que tenga menos influencia de la que necesitaría para llevar ese conflicto a un punto de negociación política", agrega.
Hawthorne apunta que la posición de Washington se ha visto afectada por sus propias decisiones ante esta guerra.
"EE.UU. nunca ha tenido una estrategia clara para poner fin al conflicto en Siria y lentamente se ha vuelto menos relevante en las negociaciones de paz que ocurren ahora, principalmente entre Irán, Turquía y Rusia", dice en una entrevista con BBC Mundo.
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La experta señala que un punto de inflexión en este proceso se produjo cuando los tres países mencionados pusieron en marcha en diciembre de 2016 las primeras negociaciones en Astaná, en las que Washington fue dejado de lado.
Entonces, crearon un proceso de paz del cual las potencias occidentales han estado mayormente ausentes mientras que las negociaciones de Ginebra, bajo auspicio de la ONU, no han avanzado.
Hawthorne considera que hubo además otros dos momentos que marcaron la pérdida de influencia de Estados Unidos sobre el conflicto en Siria: cuando Barack Obama, primero; y Donald Trump, después, decidieron poner fin a las ayudas que daban a los rebeldes que luchaban contra el gobierno de Al Asad.
Clarke, por su parte, señala que un punto clave en el deterioro de la posición de Washington ante el conflicto de Siria se produjo cuando Obama no reaccionó con fuerza ante el uso de armas químicas por parte de Damasco.
"Estados Unidos perdió su credibilidad en Siria cuando Obama falló a la hora de hacer respetar la línea roja que había trazado al amenazar al gobierno de Asad con graves consecuencias si este usaba armas químicas y cuando eso ocurrió, la Casa Blanca no actuó", dice.
"A partir de entonces, Al Asad supo que Estados Unidos estaba dispuesto a hacer cualquier cosa para evitar actuar en Siria. Eso abría las puertas para que otros actores intervinieran, incluyendo Irán y Rusia", agrega.
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Aunque Donald bombardeó objetivos militares en Siria en dos ocasiones como respuesta al supuesto uso de armas químicas por parte de Damasco, los expertos señalan que se trataron de acciones aisladas que no contaban con una estrategia detrás ni un plan de seguimiento posterior.
Efecto Bagdad
La inexistencia de esta estrategia posterior así como, en general, la baja implicación militar de Estados Unidos en el conflicto de Siria no es casual sino fruto de una política deliberada.
"Una de las razones por las que Estados Unidos no ha estado activo en Siria es por el ’efecto Bagdad’, que consiste en que quiere evitar desesperadamente involucrarse en un conflicto en el que pueda ser arrastrado a un atolladero como le ocurrió en Irak", señala Clarke.
Hawthorne recuerda que tras el derrocamiento de Saddam Hussein hubo una reacción muy negativa y que eso llevó a evitar actuar contra Damasco.
"Creo que nunca hubo el deseo ni por parte de los ciudadanos ni en Washington de hacerse cargo de una intervención en Siria, con sus costos, sus consecuencias y hacer frente a las acusaciones por haber intervenido en otro país de Medio Oriente", apunta.
"Se trata de un conflicto que, en esencia, es una guerra civil. Es terrible y sangrienta pero no es una ante la cual necesariamente Estados Unidos tenía que sentir que debía pelear", agrega.
Así, en lugar de tomar partido de forma contundente en el choque entre Al Asad y los rebeldes, Estados Unidos optó por restringir sus operaciones en Siria a hacer frente al autodenominado Estado Islámico (EI).
"Eso era luchar en contra de algo que todo el mundo consideraba como una amenaza enorme. Washington invirtió dinero, tiempo y esfuerzo en entrenar fuerzas que lucharan contra EI. Es algo en lo que Obama y Trump estaban de acuerdo", destaca Hawthorne.
Pero, ¿es posible que Estados Unidos en el futuro pueda llegar a convertirse en un actor decisivo en el conflicto en Siria?
Clarke señala que ese tipo de oportunidades suelen presentarse en las guerras que se prolongan durante años.
"EE.UU. es la única superpotencia, tiene las fuerzas militares más fuertes y una gran economía. Con una ofensiva diplomática sostenida en caso de que se presente una oportunidad, Washington podría ser capaz de obtener cierta capacidad de negociación en las futuras conversaciones sobre lo que ocurrirá en Siria", señala.
"Lo único es que no puede tenerlo todo: evitar verte involucrado en un conflicto y, al mismo tiempo, ser el actor decisivo en el mismo", advierte.
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