"Nada te prepara para una vida completamente nueva en un lugar totalmente diferente y una cultura extraña", comenzó su relató Herman Ouseley para describir lo que le tocó a vivir desde que llegó a Inglaterra en 1957, con 12 años de edad.
Tuvo que viajar 17 días solo desde su país, Guyana, por entonces colonia británica en Sudamérica, hasta llegar a Peckham, en el sur de Londres, para juntarse con su madre y su nuevo padrastro.
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El impacto cultural fue total.
"Fue un nuevo mundo para mí ver a gente patear un balón en el patio de recreo. Nunca había visto o había tenido una experiencia relacionada con fútbol hasta ese momento", comentó Ouseley.
Para él no había sido una opción. En Guyana, el fútbol era un privilegio exclusivo de los colonizadores, el gobierno británico, mientras que los inmigrantes preferían el críquet y el rugby.
Cualquiera fuera el caso, los que jugaban era casi en su totalidad blancos.
"Al principio no me daba cuenta que era abusado racialmente cuando me insultaban porque siempre lo hacían con una sonrisa en sus caras", recordó la persona que se convirtió en el líder de la lucha contra el racismo en el fútbol en Inglaterra y se enfrentó a los temidos hooligans con la creación en 1993 del primer movimiento contra el racismo en el fútbol, Kick It Out.
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Color diferente
"Cuando comencé a jugar para un club de fútbol, a comienzos de los años 60, todos eran blancos", explicó.
"Los vestuarios estaban llenos de escritos en las paredes con tiza con la palabra que empezaba con N. Algunos de los más agresivos se orgullecían de la cantidad de ’negros bastardos’ a los que le habían dado una paliza durante la semana".
"Tenías que mantener la calma o irte, y yo no estaba preparado para huir".
Con el paso de los años eso fue cambiando con la aparición de equipos formados por jugadores negros o mixtos, que no estaban dispuestos a aceptar ese trato.
Poco a poco comenzaron a surgir futbolistas de talento de estos grupos minoritarios y algunos de ellos llegaron hasta el nivel profesional.
Sin embargo, los avances que se producían en la cancha no se veían reflejados en las gradas, donde seguía prevaleciendo el racismo.
"Se multiplicaron los símbolos racistas, pancartas y panfletos tanto en las calles como en las afueras de los estadios", resaltó.
"Una década después, Margaret Thatcher —primera ministra del gobierno británico— añadió combustible a las llamas con su discurso sobre que estábamos ’inundados por gente con una cultura diferente’, lo que subió la temperatura del odio racial".
"Londres, la ciudad mas diversa y multicultural del mundo, fue escenario de varios de los peores capítulos de abuso racial, implicando tanto a jugadores como a aficionados".
"Una vez estuve entre los aficionados de Manchester United en un partido contra QPR en el estadio Loftus Road y me bañaron de escupitajos. Tuve que irme".
"Irónicamente, en otro partido en el que también jugaba Manchester United, fueron los propios aficionados de ellos los que me escupieron por todos lados".
En su testimonio con la BBC, Ouseley fue enumerando diferentes casos de los que fue testigo directo o tuvo conocimiento en la época, como las reuniones que tenía el grupo extremista Frente Nacional antes de los partidos del Chelsea en Stamford Bridge para ver la mejor manera de expresar su ira y odio.
El cambio
A mediados de los años 80, Ouseley comenzó a tratar de persuadir a las directivas de los clubes para hacer frente a ese tipo de abusos y a la violencia.
Recibió todo tipo de reacción, desde los que creían que era mejor ignorar lo que estaba ocurriendo hasta los que negaban la existencia de un problema.
Todo cambió a partir del nombramiento de Ouseley como director ejecutivo de la Comisión por la Igualdad Racial de Reino Unido en 1993, lo que "me dio el poder de amenazar y exigir acciones en contra de las autoridades y clubes en los que era evidente la discriminación racial".
Luego de conversar con los 92 clubes que integraban ese año las cuatro divisiones del fútbol profesional, incluyendo los de la recién creada Premier League, fue que se comenzó a avanzar hacia una campaña en conjunto para hacer frente al abuso racial y la violencia.
La Asociación de Futbolistas Profesionales (PFA, por sus siglas en inglés) se sumó a la iniciativa junto con el cuerpo establecido por el gobierno británico para mejorar la seguridad en los estadios, la Fundación de Fútbol.
Y al contar con más de 50 clubes afiliados, la campaña "Patea el racismo fuera del fútbol" arrancó oficialmente el 12 de agosto de 1993.
"Hace 25 años el fútbol no era un lugar agradable si pertenecías a un grupo minoritario. Generar un cambio ha sido un largo camino", reconoció Ouseley sobre la organización que a partir de 1997 se conoce como Kick It Out.
Los beneficios de este movimiento son evidentes en el fútbol, pero Ouseley advierte que sigue siendo necesario repetir constantemente el mensaje de la campaña.
"Tristemente, y es preocupante, en la sociedad estamos viendo el regreso de signos de odio y desconfianza a los ’otros’ por las divisiones políticas y la indiferencia del liderazgo tanto nacional como comunitario", alertó.
"Esto tiene una implicación muy seria que nadie en el fútbol puede ignorar y debemos evitar que vuelva a tener una presencia en el juego".
Pese a que la temporada tan solo lleva una semana de haber comenzado Kick It Out ya ha recibido varias denuncias de abusos que están siendo investigadas.
Y es por eso que, en el 25 aniversario de la organización, Ouseley reitera que hay que seguir luchando por la igualdad y diversidad en el fútbol.
"No hay vuelta atrás", sentenció.
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