"Todos los caminos conducen a Roma".
Lo que llegó a la actualidad como una expresión popular, durante el esplendor del Imperio romano tenía un sentido casi literal.
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Los historiadores calculan que hacia el año 117 de nuestra era, cuando los romanos llegaron a su punto máximo de expansión geográfica, la intrincada red de calzadas que habían construido rondaba los 80.000 kilómetros.
Eso equivale a darle dos veces la vuelta a la Tierra.
Esos caminos les servían para transportar tropas y suministros a los lugares que iban conquistando. Más adelante se convirtieron en vías de comercio y rutas de mensajería.
Los romanos llegaron a construir una impresionante red de calzadas que cruzaban Europa, Oriente Medio y el norte de África.
Muchos de esos caminos aún se pueden recorrer, pero no solo son un atractivo histórico.
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Un grupo de economistas de la Universidad de Copenhague (Dinamarca) llegó a la conclusión de que la prosperidad que esas rutas generaron hace casi 2.000 años está relacionada con el desarrollo del que hoy gozan los lugares por donde fueron trazadas.
El camino del progreso
Para llegar a esta conclusión, los investigadores daneses superpusieron un mapa de la antigua red de calzadas romanas con un moderno mapa nocturno de 2010 en el que se pueden ver las zonas más iluminadas.
Para los economistas, la relación es clara: a mayor luz, mayor progreso económico.
Luego, para robustecer sus análisis, tomaron estadísticas actuales de población, densidad de vías y actividad económica.
El resultado fue claro: los lugares con más caminos durante el Imperio romano tienden a coincidir con aquellos que hoy tienen más vías, más gente y mayor desarrollo económico.
Así, los investigadores concluyeron que el desarrollo que tienen hoy importantes centros urbanos en Europa "se debe a la persistencia de una notable infraestructura durante un periodo de 2.000 años", según escriben en su estudio.
La importancia de la rueda
Los investigadores, sin embargo, se dieron cuenta de que la relación entre la cantidad de caminos y el desarrollo actual no era tan clara en zonas del Medio Oriente y del Norte de África. ¿Por qué?
Ocurre que durante un periodo entre los años 500 y 1000 el transporte más popular en esas regiones eran las caravanas de camellos, en vez de los carruajes tirados por bueyes.
Las caravanas resultaban más rentables, pero eliminaban la necesidad de construir una calzada y además, a diferencia de los caminos de Europa, no había razón para mantenerlos en buen estado.
De esa manera se perdió la oportunidad de mantener una infraestructura durante varios siglos, como sí ocurrió con los caminos de Europa.
Así, el estudio ayuda a fortalecer la idea de que la inversión en infraestructura es un factor clave a la hora de lograr un desarrollo persistente.
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