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¿Está impulsando Donald Trump la integración de América Latina sin proponérselo?

Desde México hasta Argentina, la región parece cada vez más dispuesta a unir sus economías ante el proteccionismo y el temor a una guerra comercial que genera Estados Unidos. ¿Es el efecto menos esperado de Trump?

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Donald Trump fue acusado varias veces de atribuirse logros ajenos, pero hay algo a lo que el presidente de Estados Unidos parece haber contribuido aún sin proponérselo: un nuevo impulso de integración entre los países de América Latina.

El fenómeno se reflejó la semana pasada, cuando los dos mayores bloques comerciales de la región, la Alianza del Pacífico (Chile, Colombia, México y Perú) y el Mercosur(Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay), pactaron un"plan de acción"hacia una convergencia entre ambos.

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El compromiso incluye medidas para eliminar barreras no arancelarias y explorar un acuerdo comercial entre las dos estructuras, que reúnen 80% de la población de Latinoamérica y 86% del PIB.

"Enviamos al mundo una clara señal de que juntos impulsamos la integración regional y el libre comercio", dijo el presidente mexicano, Enrique Peña Nieto, anfitrión en la cumbre de Puerto Vallarta.

Su par brasileño, Michel Temer, indicó al viajar al encuentro que "en un mundo de tendencias proteccionistas y aislacionistas, es emblemático que el Mercosur y la Alianza del Pacífico se reúnan para empuñar la bandera del libre comercio".

Esto sonó como una respuesta a Trump, quien tiene en jaque el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN o NAFTA) y repiqueteó los tambores de una guerra comercial global al elevar aranceles de EE.UU.

Sobre la integración económica latinoamericana siempre se habló mucho más de lo que se hizo, pero esta vez el escenario internacional es visto como propicio para alcanzar lo que antes resultó esquivo.

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"En las tensiones comerciales, es mejor que América Latina tenga al menos un mercado regional que le permita acceder a todos y construir escalas", dice Mario Cimoli, secretario ejecutivo adjunto de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL).

"Sí, ayudan en algún modo las tensiones comerciales", agrega Cimoli en diálogo con BBC Mundo, desde la sede del organismo en Santiago de Chile.

El factor Trump

Al acercamiento entre la Alianza del Pacífico y el Mercosur se suman otras iniciativas bilaterales en la región.

Por ejemplo, México busca profundizar los acuerdos de complementación económica que tiene con Argentina y Brasil, que a su vez quiere cerrar este año un acuerdo de libre comercio con Chile.

Poco tiempo atrás habría sido difícil imaginar a los presidentes de las dos mayores economías latinoamericanas, Brasil y México, reunidos para promover una integración económica como pasó en Puerto Vallarta.

El camino se allanó, en parte, por el giro político de Sudamérica en los últimos años, con gobiernos más proclives al libre comercio en países como Brasil o Argentina, justo en el sentido contrario a EE.UU.

Y también fue clave que, tras la llegada de Trump a la Casa Blanca, México se viera forzado a imaginar un futuro inmediato sin su preciado tratado NAFTA de libre comercio con EE.UU. y Canadá.

Luis de la Calle, un economista que en el pasado lideró negociaciones comerciales del gobierno de México, sostiene que Trump se ha vuelto un factor para que los países de América Latina busquen "integrarse aún más".

México podría estar mirando hacia el sur no solo para buscar nuevos mercados, sino también para ganar peso en la renegociación del NAFTA con Trump.

"El hecho de que México se acerque a Argentina o Brasil preocupa en Iowa y en Kansas, no porque México vaya a exportar más a Brasil y Argentina, sino porque tendría opciones para hacerse de maíz, trigo, carne, etcétera", dice de la Calle a BBC Mundo.

"Entonces la posición de negociación de México (en el NAFTA) se fortalece", concluye.

"Potencial gigantesco"

México tendrá un cambio de gobierno en diciembre, pero hasta ahora todo indica que su presidente electo, Andrés Manuel López Obrador, mantendrá cierta continuidad en política comercial.

De hecho, López Obrador envió a la cumbre de la Alianza del Pacífico y el Mercosur a su futura secretaria de Economía, Graciela Márquez Colín, quien resaltó su convicción "por la integración y el libre comercio".

Brasil, a su vez, tendrá en octubre una elecciones presidenciales de resultado incierto y que quizá marquen un nuevo giro del gigante sudamericano en política comercial.

Sin embargo, muchos en la región hoy ven la integración con los vecinos desde un prisma más pragmático que ideológico.

América Latina tiene junto a África el menor índice de comercio intrarregional del mundo: 16% del valor de sus exportaciones es destinado al propio vecindario, mucho menos que el 50% de Asia oriental o el 64% de la Unión Europea, según un estudio de la CEPAL.

"En una coyuntura tan turbulenta como la actual, profundizar la integración regional no es una opción sino un imperativo", indicó el organismo el mes pasado.

Otro informe reciente del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) planteó la posibilidad de un tratado de libre comercio de América Latina y el Caribe, que aumentaría 3,5% promedio o unos US$11.300 millones los flujos de intercambio intrarregional.

"A diferencia de lo que ocurrió con las iniciativas anteriores, la región ahora tiene un contexto político favorable y un punto de partida ventajoso: casi el 90% del comercio intrarregional ya se encuentra libre de aranceles", señaló el informe del BID.

Pero otros expertos advierten que las economías de América Latina son menos complementarias entre sí que con países de Europa o Asia, con los cuales también hay negociaciones en curso.

"Con la excepción de México, todos los demás países (latinoamericanos) aún tienen en su perfil de comercio exterior presencia muy fuerte de materias primas agrícolas y minerales", señala Marcos Troyjo, un economista brasileño que dirige el BRICLab de la Universidad de Columbia en Nueva York.

"Tengo la impresión de que los temas comerciales intra-América Latina tienen un techo bajo", dice Troyjo a BBC Mundo.

A su juicio, los países de la región deben coordinarse también para construir padrones comunes en áreas como la legislación laboral o ambiental y para atraer inversión extranjera en proyectos de infraestructura, como la vía férrea Atlántico-Pacífico.

En estos campos, sostiene Troyjo, "el potencial es gigantesco".


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