Poco más de cuatro meses después de desaparecer de los escenarios, la renombrada mezzosoprano sueca Anne Sofie von Otter decidió romper su silencio.
Lo hizo para hablar sobre la muerte de su esposo, Benny Fredriksson, quien se suicidó el pasado 19 de marzo, meses después de la publicación de duras acusaciones en su contra por acoso.
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Von Otter, de 63 años, concedió hace unos días una entrevista al semanario alemán Die Zeit en la que arremetió contra el movimiento #MeToo de denuncia del acoso y abuso sexual al que responsabiliza de empujar a su marido a la más profunda de las depresiones y conducirlo hasta el suicidio.
"Puedes destrozar a una persona", dice von Otter en la entrevista. "¿Qué estamos haciendo con nuestro bonito mundo?".
"La mentalidad gregaria, de rebaño, se ha hecho con el control y es una amenaza para el pensamiento crítico e independiente", lamenta.
Las acusaciones contra Fredriksson
El pasado diciembre surgieron en la prensa sueca acusaciones de que Fredriksson, de 58 años, se comportaba como un "caprichoso dictador" que toleraba el abuso sexual y acosaba a sus propias empleadas.
Fredriksson era el director del centro de arte y cultura más importante de Estocolmo, Kulturhuset Stadsteatern, en el que llevaba trabajando 16 años.
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Aftonbladet, un tabloide sueco, citó el relato anónimo de decenas de personas que describían una supuesta cultura del miedo y el acoso bajo el liderazgo de Fredriksson.
Según el periódico, el director de teatro le pidió a una actriz que ensayara desnuda, le dijo a una empleada que eligiera entre tener un aborto o renunciar a un papel, y protegió a empleados masculinos de diversas acusaciones de abuso sexual.
Expressen, otro diario sensacionalista sueco, ofreció otro testimonio en el que alguien dijo que Fredriksson era un "pequeño Hitler".
Profunda tristeza
En su entrevista con Die Zeit, von Otter explica que ella estaba en Londres con el hijo más joven de la pareja cuando se publicaron las denuncias.
La mezzosoprano relata que su esposo quedó desconcertado, sin saber cómo responder al "asesinato de su imagen".
Rápidamente decidió renunciar a su trabajo, explica Von Otter, quien recuerda que al principio estaba aliviado. Pero pronto llegó la depresión. Nadie lo defendía públicamente, "por temor a ser arrastrado al fango mediático".
Fredriksson sufrió un trastorno de estrés postraumático que se hizo agudo tres meses después del choque inicial, mientras acompañaba a Von Otter en su gira internacional.
La cantante le ofreció acortar el tour y regresar a Suecia, pero su esposo insistió en quedarse con ella en el extranjero.
"Él me decía a menudo que yo lo era todo para él", evoca.
Un jefe difícil, pero inocente
La cantante defiende con firmeza la inocencia de su esposo. Reconoce que era un jefe difícil, "gritaba a veces", pero que no se le podía culpar de mala conducta sexual.
"Benny no era mujeriego, no miraba los senos o los traseros de las mujeres", protesta.
Para la cantante fue poco sensato que su marido renunciara tan rápido, algo con lo que él terminó por estar de acuerdo.
"La atmósfera estaba demasiado cargada", señala la cantante.
Contra el linchamiento público
Estas declaraciones sitúan a Von Otter como una de las críticas más prominentes del #MeToo, la campaña contra el acoso y abuso sexual que se extendió globalmente tras la oleada de denuncias que surgieron contra el productor de cine de Hollywood Harvey Weinstein en octubre.
La vocalista ganadora de un Grammy se une así a la actriz Catherine Deneuve y otras 99 mujeres francesas que firmaron en enero una carta abierta contra este movimiento, aunque Deneuve se disculpó posteriormente por si había ofendido a alguna víctima de delito sexual.
Von Otter entiende que muchas de las denuncias que han surgido en el contexto de esta campaña son dignas de ser escuchadas y que existen comportamientos sexuales malos e inaceptables, pero en su opinión algunos medios han exagerado las acusaciones para atraer más audiencia.
La cantante de ópera acusa al "periodismo de tabloide"de hacer negocio con lo que ella califica de denuncias falsas.
Lena Samuelsson, editora de Aftonbladet, envió un comunicado al diario estadounidense The Washington Post en el que califica de tragedia la muerte de Fredriksson, pero insistiendo en que la historia era lo suficientemente relevante como para ser contada.
"La investigación tenía que ver con el liderazgo y las condiciones en la organización y estaba basada en más de 40 testimonios y entrevistas", escribió Samuelsson, que se convirtió en la editora del periódico después de la publicación del reportaje.
"También es un hecho que ya se habían hecho duras críticas en varias ocasiones durante los últimos años. La junta no había adoptado acciones ni asumido responsabilidades", indicó Samuelsson, si bien reconoció que hay espacio para la autocrítica.
En este sentido, Von Otter espera que su caso sirva como señal de alarma para los diarios que "mancharon" a su marido.
"Todos tenemos cosas buenas y malas, pero ya no vivimos en la Edad Media", subraya. "No deberíamos ridiculizar a alguien ni escupirle o lapidarle públicamente".
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