El uso de opioides para tratar el dolor frecuentemente eleva la preocupación por sus efectos adictivos que incluso pueden llevar a la muerte.
Los opioides están entre los analgésicos que más se recetan en el mundo.
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Estos medicamentos, que incluyen morfina, tramadol y fentanilo, se usan para tratar el dolor causado por casi todo, desde ataques cardíacos hasta cáncer.
Pero en Reino Unido recientemente se relacionaron con la muerte de cientos de pacientes de edad avanzada en hospitales, mientras que EE.UU. está luchando contra una epidemia por la adicción a los opioides.
¿Por qué estas drogas que pueden ser peligrosas siguen siendo administradas a los pacientes? ¿Por qué no utilizar otros analgésicos?
Un problema mundial
Los opioides trabajan en combinación con receptores en el cerebro y reducen la sensación de dolor de una forma muy efectiva.
Sin embargo, los receptores de opioides están presentes en áreas del cerebro responsables del control de la respiración y altas dosis pueden reducir peligrosamente el ritmo respiratorio, la causa principal de casi todas las muertes por opioides.
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Una investigación en el Hospital Gosport War Memorial de Reino Unido arrojó que más de 450 personas murieron entre 1989 y 2000 por la administración de cantidades "peligrosas" de opioides sin justificación médica.
En Estados Unidos, la prescripción cada vez más extendida de opioides para tratar el dolor a largo plazo llevó a una epidemia de adicción. En 2016, un récord de 11,5 millones de personas en EE.UU. utilizaron mal los opioides recetados, y hubo 42.249 muertes por sobredosis.
En Inglaterra las muertes relacionadas con sobredosis de opioides en 2016 fueron 2.000, la más alta desde que comenzaron los registros. Pero a diferencia de los decesos en EE.UU., estas se relacionan principalmente con la heroína en lugar de las formas de opioides disponibles con receta.
¿Qué son los opioides?
- Un gran grupo de medicamentos utilizados principalmente para tratar el dolor
- Incluye productos químicos naturales como morfina y codeína, así como drogas sintéticas
- La codeína, la morfina y la metadona se encuentran entre los opioides considerados por la Organización Mundial de la Salud como esenciales para el tratamiento del dolor y la atención al final de la vida
- Algunos opioides, como la metadona y buprenorfina, se usan para ayudar a las personas a terminar su adicción a otros opioides más fuertes como la heroína
Alivio consistente
Una de las razones por la que los opioides son muy utilizados es que, cuando se usan correctamente, son particularmente útiles como analgésico. Se pueden administrar a los pacientes de diferentes maneras y formas.
La morfina puede suministrarse por vía oral o mediante inyección; otros opioides pueden administrarse a través de parches, pastillas o tabletas sublinguales.
El informe del Hospital Gosport se centró en las bombas de jeringas, un método para administrar un medicamento debajo de la piel, para proporcionar una dosis constante de un opioide para un alivio consistente del dolor.
Esto puede ser una forma útil de aliviar el dolor al final de la vida de una persona, cuando el paciente no puede tragar o absorber la droga. Las bombas de jeringa también ayudan a los médicos a ajustar la dosis según sea necesario.
Sin embargo, en el Hospital Gosport, se informó que se utilizaron bombas de jeringas cuando no estaban justificadas, o para administrar dosis inapropiadamente altas de opioides.
Opioides manipulados
A pesar de sus beneficios, los problemas asociados con estos medicamentos son claros.
Durante décadas, los científicos han tratado de desarrollar opioides que funcionen sin causar problemas de adicción y de mal uso.
Algunos agregaron deliberadamente ingredientes adicionales para causar algún tipo de reacción que genere sufrimiento.
Por ejemplo, el antídoto naloxona en gran parte no tiene efectos secundarios si el medicamento se toma por vía oral, pero causa síntomas graves de abstinencia si la tableta es aplastada e inyectada por un usuario dependiente.
También se investigaron los implantes y las inyecciones de liberación lenta que se desgastan durante un período de tiempo prolongado.
En EE.UU., una de las causas de la epidemia de opioides es la prescripción excesiva, especialmente entre aquellos con dolor a largo plazo.
Para las personas con dolor agudo, los opioides pueden usarse junto con otras drogas, incluidos analgésicos comunes como el paracetamol, el ibuprofeno y la aspirina.
Cuando se tratan pacientes que están muriendo, se necesitan evaluaciones meticulosas de las causas del dolor para comprender la mejor manera del uso de opioides, al tiempo que se minimizan los posibles efectos secundarios.
Por ejemplo, los pacientes de cáncer con dolor como resultado del daño al sistema nervioso causado por la quimioterapia podrían tratarse primero con paracetamol y un antidepresivo tricíclico. Si eso no ayuda, o si el paciente presenta un dolor más intenso, se pueden administrar opioides.
Para los pacientes terminales, los opioides son a menudo la forma más efectiva de aliviar el dolor. Se cree que entre el 30% y el 94% de las personas con cáncer avanzado experimentan dolor y aproximadamente la mitad de los pacientes con cáncer recibieron un opioide en los últimos tres meses de su vida.
Si se usan apropiadamente y en cantidades justas, los opioides no solo son seguros, sino que son esenciales para un buen control de los síntomas del paciente.
Lo reportado en el hospital Gosport y la crisis de la adicción en Estados Unidos pusieron bajo un intenso escrutinio el uso de los opioides por parte de los médicos.
Una mejor educación y capacitación podría ser una forma de asegurarse de que se usen adecuadamente, de modo que se eviten los potenciales daños en los pacientes.
Acerca de este artículo
Este análisis fue encargada por la BBC a expertos que trabajan para una organización externa.
La doctora Katherine Sleeman es científica clínica y consultora honoraria en medicina paliativa del Instituto Nacional de Investigación en Salud en el Instituto Cicely Saunders, King’s College London. Más información aquí.
El profesor John Strang es director del Centro Nacional de Adicciones en King’s College, el Instituto de Psiquiatría, Psicología y Neurociencia de Londres. Ha trabajado en formas de mejorar la adherencia a los tratamientos y reducir el abuso de los opioides, incluido el trabajo conjunto con la industria farmacéutica, así como el desarrollo de antídotos para las sobredosis. Más información aquí.
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