Los grandes textos religiosos —tanto del judaísmo y el cristianismo, como del hinduismo, el taoísmo y el islam— están salpicados de referencias al concepto de deuda. Pero, qué dicen exactamente sobre ella, se pregunta el antropólogo David Graeber en la serie "Promesas, promesas: una historia de la deuda".
La noción generalizada es que estas religiones nos enseñan que debemos pagar nuestras deudas.
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Pero lo cierto es que las metáforas financieras en los textos religiosos son particularmente ambivalentes.
La traducción original del padre nuestro de 1381 dice: "el pan nuestro de cada día dánosle hoy, perdona nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores", explica Graeber.
¿Pero perdonamos nosotros a nuestros deudores? La mayoría, no.
Lo que sorprende es que no queda claro qué significa exactamente este rezo.
Pago en familiares
Si bien es cierto que las grandes religiones hablan más de perdonar las deudas que de pagarlas, y que las enseñanzas más profundas hablan de la anulación de todas las deudas, es importante entender el contexto histórico en que el que se escribieron estas obras.
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En este contexto se explica por qué en el mundo antiguo el perdón institucionalizado de las deudas era una fenómeno común.
Los libros de economía siempre nos cuentan que primero existió el trueque, luego el dinero y finalmente el crédito. Pero, de hecho fue al revés: el crédito llegó primero y después el dinero físico.
Aunque en teoría los antiguos sumerios, por ejemplo, usaban plata como dinero, en realidad no tenían balanzas lo suficientemente precisas como para pesar las cantidades necesarias para comprar objetos de uso cotidiano como podían ser una camisa, un martillo o vegetales en el mercado.
Lo que hacían era comprar con crédito. Y entonces cada entre seis meses y un año, sobre todo en tiempo de cosecha, los clientes pagaban su deuda con sacos de granos, por ejemplo.
Cuando la cosecha era mala se atrasaban con el pago y pedía un préstamo aún más grande que respaldaban con sus rebaños, sus campos o sus viñedos.
Y si llegaban también a perder estos bienes, los acreedores se llevaban a un miembro de su familia que podían usar como sirviente, o si era mujer convertirla en prostituta, o venderlo en el extranjero como esclavo.
Cancelación de las deudas
Ante esta situación, muchos deudores huían al desierto donde se unían a grupos nómadas que luego amenazaban con inundar las ciudades.
Esto generaba una situación de malestar.
Para evitar esta situación, muchos gobernantes -como Nehemías cuando regresó a Judea- cancelaban las deudas (la de los consumidores, no las deudas comerciales) y liberaban a los peones entregados en pago, que podían así regresar a su lugar de origen y a sus familias.
Para los gobernantes esto representaba una suerte de gesto cosmológico: al hacerlo, creaban un mundo nuevo.
En Judea, esta práctica se institucionalizó. Se llevaba a cabo cada siete años.
Eso aún está presente en el judaísmo, señala Martin Palmer, historiador religioso.
"En el judaísmo, se espera que cada siete años uno perdone las deudas. Y cada 50, se borran todas las deudas".
Las tres deudas del hinduismo
En el hinduismo, por ejemplo, los textos religiosos hablan de tres formas de deuda.
"Estas tres deudas son con los dioses, los profetas y maestros, y los ancestros", explica Chakravarthi Ram-Prasad, profesor de religión y filosofía comparada de la Universidad de Lancaster, en Reino Unido.
"La deuda con los dioses se paga con los hombres de la casta superior, mediante el sacrificio; la con los profetas se cancela aprendiendo los textos secretos (Vedas) y la deuda con los ancestros, teniendo hijos, sobre todo varones".
Es decir, no se pagan en el sentido tradicional. Las dos últimas se cancelan con los deudores transformándose en acreedores ellos mismos: uno se convierte en maestro aprendiendo de los libros de la sabiduría, y se vuelve un ancestro de las futuras generaciones al volverse padre.
¿Y la primera deuda, la deuda con los dioses?
"Esa es, de algún modo, la que resume nuestra relación con la realidad y el cosmos como un todo", asegura Chakravarthi.
"En es sentido, la deuda con ellos es una deuda por nuestra mera existencia. Quiere decir que el hecho mismo de nuestra existencia es algo que le debemos al Universo".
Uno con el cosmos
El texto sugiere que es absurdo imaginar que es posible pagar nuestra deuda al cosmos, lo cual significa que el hombre y el cosmos son partes iguales del mismo negocio.
Y solo cuando nos damos cuenta de que somos uno con el cosmos, la idea de poseer pierde significado y las deudas desaparecen.
Una y otra vez, dice el antropólogo, los antiguos textos religiosos empiezan diciendo que la moralidad es simplemente una cuestión de pagar nuestras deudas. Y luego, inmediatamente, rechazan esta idea.
Si volvemos a la Biblia veremos que la noción de deuda absoluta con el cosmos está detrás de la ambigüedad que vemos en el corazón de la versión original del padre nuestro.
Por una parte, señala Martin Palmer, "puedes argumentar que la moralidad es pagar tus deudas. Pero también hay una moralidad más grande que consiste en perdonar a aquellos que tienen deudas contigo, para darles más posibilidades".
"Dios envió a Jesucristo para salvarte y reconciliarte con él. Y él está limpiando tus deudas. Si Dios lo hizo contigo, entonces tú también tienen la obligación de hacerlo (con los demás)".
"Eso no quiere decir que debes no debes esperar que te paguen tus deudas. Pero sí que debes saber que, a veces, tienes que dejarlas pasar".
Esta discusión sobre la deuda también está presente en textos religiosos griegos antiguos.
Pero, la reflexión más importante que se desprende de todos estos textos, es que "la deuda es una ilusión y la aniquilación de la deuda es, en última instancia, algo divino".
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