Lo peor de todo, como en cualquier fobia, es "el miedo al miedo", me explica por teléfono Francisco Javier Díaz Calero, que desde hace más de dos décadas trabaja ayudando a personas con amaxofobia a superar su miedo a conducir.
Más que temerle al coche, al tráfico o a los otros conductores, "le tienen miedo a sus propios nervios, a su propio descontrol".
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María, de 51 años, sabe perfectamente de lo que habla este psicólogo clínico y profesor de autoescuela de Madrid.
Ella era una conductora habitual, con 30 años de experiencia al volante, cuando de repente un día sufrió un ataque de pánico en plena autopista.
"Tuve que parar el coche literalmente en el lateral de la autopista porque no fui capaz de seguir conduciendo", le contó a BBC Mundo.
Cuando reunió fuerzas para volver a arrancar María siguió avanzando por el arcén, iba "muy, muy despacito y muy pegada a la orilla, que era donde me sentía más segura", hasta que consiguió encontrar la primera salida de la autopista y llegó a población.
"Salí como pude", dice ahora, tres años después, al recordarlo.
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"Me asusté muchísimo". "Todos los coches me pitaban, lo pasé muy mal".
"La situación fue muy dura, la verdad".
A partir de entonces María tenía tanto miedo a que le volviera a pasar lo mismo que poco a poco fue dejando de conducir: primero evitó las autopistas, las vías rápidas y al final ya incluso conducir por ciudad, a pesar de que el coche era esencial para su vida diaria.
"Hasta cambiar de carril me producía miedo", admite. "Y me planteé dejar de conducir totalmente, porque cada vez tenía más miedo".
Pero la idea de pasar a depender de otras personas le causaba una frustración grandísima, así que después de varios años decidió buscar ayuda.
Vinculado al estrés
Francisco Javier Díaz Calero va charlando con sus pacientes-clientes mientras van al volante, gracias a un vehículo de autoescuela de doble mando que le permite garantizar su seguridad y la de los conductores mientras éstos se enfrentan a su miedo.
Explica que esta fobia está muchas veces vinculada a un estado de ansiedad generalizada y que por eso en paralelo al pánico y a las habilidades psicomotoras propias de la conducción también va trabajando otros factores como "la gestión del estrés y la autoestima, que es un factor fundamental y determinante".
María cuenta que cuando tuvo ese primer ataque de pánico al volante estaba pasando por "una situación de estrés personal y laboral importante".
Además, añade que no encontró mucho apoyo en su entorno: "la gente pensaba que era una tontería y no entendían que me pasara esto después de tantos años de experiencia conduciendo".
No hay cifras específicas sobre cuántas personas tienen amaxofobia. Según Díaz Calero las estimaciones en España varían alrededor del 25-30% de quienes tienen licencia, que pueden experimentar nervios o miedo.
Pero el especialista estima que para un 7% aproximado de los conductores esa inseguridad se convierte en un pánico que imposibilita el manejo del automóvil.
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Tres perfiles típicos
Según Díaz Calero, en general son tres tipos de personas las que desarrollan un caso serio de amaxofobia:
- En el primer grupo están los conductores como María, ya experimentados, que sufren un ataque de ansiedad o de pánico mientras conducen -y que no necesariamente está vinculado al manejo del vehículo sino a una situación de estrés. En algunos casos es un ataque de agorafobia, que hace que tengan miedo sobre todo al conducir por vías rápidas.
- El segundo lo integran los conductores que han tenido un cierto miedo a conducir desde el principio que nunca llegaron a superar y que con el tiempo empeoró. Es habitual en este grupo encontrar, por ejemplo, a mujeres que se divorcian y que al verse solas necesitan volver a conducir para garantizar su independencia.
- Y el tercero, agrupa a las personas que han sufrido un gran accidente de tráfico que les ha causado un Trastorno de Estrés Post Traumático.
Si bien hay terapias psicológicas que utilizan la hipnosis o la realidad virtual para tratar a pacientes con fobias, Díaz Calero cree que en el caso de la amaxofobia es más eficaz hacerlo con técnicas de exposición.
"El problema de la conducción es que en un despacho no se puede tratar", afirma después de varias décadas de experiencia.
Argumenta que al ser una habilidad psicomotora es necesario practicar, "porque si pierdes el hábito se incrementa el problema".
"Yo me meto con ellos en el coche", dice, algo que podría ser temerario para un psicólogo habitual.
Díaz Calero empieza con un coche de autoescuela de doble mando y va haciéndoles circular por situaciones cada vez más difíciles en sesiones semanales.
"Vas trabajando sus miedos justo en el momento en el que aparecen", explica, analizándolos, viendo cómo se sienten.
Un miedo muy habitual, dice, son las cuestas abajo.
"Muchas veces el miedo se basa en una fantasía, en un miedo sobre lo que creen que va a ocurrir. Y lo que haces, por ejemplo, es contrastarlo con la realidad".
El objetivo es conseguir "que mejoren su control emocional y su habilidad de conducción". Y hacia el final de la terapia ya viajan en el propio vehículo del paciente.
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"Ahora ya cambio de carril"
Recuperarse puede tomar tiempo.
"Ahora llevo cuatro meses de terapia y ya he conseguido conducir de una manera normal en población, haciendo mis cambios de carril", dice María.
"Antes me ponía detrás de un coche y no era capaz de adelantarlo siquiera".
Otros pueden tomar años y no llegar a recuperarse por completo o no llegar a poder conducir por carretera.
"Ahora estamos en la fase de conducir por las autovías y la verdad es que me voy sintiendo más tranquila dentro del coche, con más ánimo y con más fuerza para superarlo".
"Si puedo volver a conducir en autovía y autopista ya me conformo. Poder recuperar la normalidad de la vida de uno es importante", dijo con optimismo.
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