Soy coleccionista de madres. Tengo varias de repuesto en caso de que las necesite. Las tengo de diferentes tipos, una para cada ocasión.
Por supuesto que mucha gente está completamente feliz con la que tiene. Una madre que no vive demasiado lejos, con la que pueden compartir los momentos buenos y los malos, y reírse juntas, lanzándose miradas amorosas.
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Me alegro por ti, si ese es tu caso; pero no todos podemos ser como tú.
Yo soy adoptada y quizás por eso es que siempre busqué madres adicionales, en caso de que volviera a perder una.
Mi madre adoptiva es muy tradicional. Tienen una lengua afilada, una mente alerta y, cuando éramos niñas, ella nos defendía, pero no toleraba ningún disparate.
Ella sobrevivió una guerra en Londres y era muy fuerte, y esperaba que nosotros también lo fuéramos.
Como me dijo una vez a mi hermana y a mí, mientras compartíamos un cigarrillo en la cama: "La vida es buena, si no son débiles".
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Pero a veces, yo ansiaba que alguien pudiese tolerar mis tonterías.
Y encontré a esa persona cuando tenía 14 años. Se llamaba Susie, era directora de un teatro para jóvenes y era cálida y pícara.
Estrategia de superación
Susie me tomó bajo su protección y me guió en momentos muy difíciles. Me aceptaba cuando otros no lo hacían y pasé muchas noches felices en su casa junto a su familia.
Para mí, crear una segunda familia es un ejemplo positivo de la resiliencia del espíritu humano y desde ese entonces descubrí que no soy la única que usa esta estrategia de superación.
Para mi amiga Daisy, Pam fue quien la ayudó durante su adolescencia. Era un poco raro porque Pam era la mejor amiga de su madre, pero ayudó a Daisy a ver en perspectiva la complicada relación madre-hija en la adolescencia.
"Yo era muy abierta con mi segunda mamá y una adolescente horrible con mi verdadera madre", dice Daisy.
"Era como tener un familiar al que simplemente le caes bien y no te juzga", recuerda.
Daisy y Pam se hicieron muy amigas y salían juntas. Hasta tenían un lenguaje secreto.
A Daisy le encantaba tener una amiga de la edad de su madre que quisiera salir con ella.
Madre número tres
Esa es una de las maravillas de tener una segunda madre. Ella es la mujer mayor genial a la que le caes bien y que te entiende, y que te puede ayudar a encontrar el camino cuando te sientes perdida.
Por eso yo valoro a mi "segunda madre", Wendy, una rockera estadounidense que me dio mi primer trabajo: cuidar a sus dos niños.
Rápidamente me volví parte de la familia que armó a su alrededor, después de haber dejado a la mayor parte de la propia en Estados Unidos.
Su sofá gigante de terciopelo acogía a todos aquellos con el corazón roto y temporalmente sin techo que cruzaban su camino.
Fue en ese sofá donde conocí a Janey, "segunda madre" número tres.
Se estaba divorciando y se mudó a la casa de Wendy con su hija por un tiempo. La adopté enseguida.
Nos vino bien a las dos.
Vínculo poderoso
"Es cuando tu familia no se comporta emocionalmente, intelectualmente o físicamente como debe, por la razón que sea, que tienes que crear otra", dice Janey.
Para mis hijos, ellas también son familia. Solo la tía Wendy puede recibir un beso de un joven de 16 años que llega de fiesta a las tres de la mañana, delante de sus compañeros.
Cuando mi pareja tuvo cáncer, Wendy y Janey me ayudaron mucho. Nunca me sentí sola.
Pero además del amor, el apoyo y los consejos que me han dado a lo largo de los años, nos caemos bien mutuamente.
Tenemos un vínculo, una conexión, un sentido del humor compartido.
Lisa y June
Las segundas mamás son menos exigentes que las mamás reales, como lo ilustra la relación de Lisa y June.
Ellas tienen una diferencia de edad de más de 40 años. Lo que tienen en común es que ambas se resistieron a las expectativas familiares.
Sus respectivas familias esperaban que se casaran con un "buen niño judío" y que se establecieran en el norte de Londres.
Pero ellas tenían necesidad de viajar y extender sus alas. Lisa se convirtió en actriz y profesora de teatro y June en una escritora exitosa.
Cuando nos encontramos para hablar de su relación, Lisa me llevó a la casa de June y entramos usando sus propias llaves.
Lisa la visita casi todos los días.
"Yo tiendo a acercarme a gente que es como yo, pero Lisa hace cosas que me sorprenden y que nunca aceptaría de otra gente", me cuenta June.
"La acepto como es".
De tener una a convertirse en segunda madre
Mi "segunda mamá" original, Susie, falleció recientemente y me dejó un hueco inmenso en mi vida.
Es distinto a perder una amiga o un miembro de la familia: no sé cómo sentirme o qué puedo permitirme sentir.
No quiero quitarle el rol preponderante a su familia, pero la extraño muchísimo.
Ser elegida como segunda madre es uno de los beneficios inesperados de la edad.
Imaginen mi alegría cuando una de mis colegas, Tee, se refirió a mi como una segunda mamá.
No me importó para nada que una mujer mayor me vea como una figura materna.
¡Soy una segunda madre. He evolucionado!
Un par de madres extras por si acaso
Tee tiene una relación muy buena con sus propios padres, pero ellos están lejos, así que ella necesita alguien con quien pueda hablar sobre los desafíos de vivir en Londres.
Le pregunté, tímidamente, qué hace que nuestra relación sea distinta a la que que podría tener con una amiga o un mentor.
"Puedes tener conversaciones muy serias sobre trabajo, tener una perspectiva diferente sobre distintas cosas, pero también puedes pasar tiempo y chismorrear o reírte, mientras que a un mentor tratarías de impresionarlo", me dice.
Yo la veo como una versión más joven y un poco más calma de mí misma, y realmente quiero saber cómo está para poder ayudarla.
"Creo que las segundas familias te importan realmente y quieres que las cosas les salgan bien", dice Janey.
Puede que se consecuencia de la adopción, la capacidad de poder imaginarte otra familia. Yo tengo una hermana, Sally, que vino a vivir con nosotros cuando tenía 14 años.
Desde entonces somos como hermanas, aunque legal y biológicamente no lo somos.
Pero estamos ahí, la una para la otra, y eso es lo que nos hace hermanas, el amor incondicional.
Recientemente, ubiqué a mi madre biológica, así que ahora, técnicamente, tengo dos madres. Amo a mis mamás, a las dos, pero todavía no veo por qué no podría tener un par de madres más, por si acaso.
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