"La chilena es la única jugada del fútbol que no necesita del césped sino del cielo".
Así la describió mi compañero de BBC Mundo, Alejandro Millán en una frase inicial insuperable a la que no hay que agregarle una sola coma.
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Solo cambiarle una palabra: chilena por chalaca.
Y es que cada vez que el mundo celebra esa acrobacia maravillosa, los peruanos no podemos evitar sentir el sinsabor de una injusticia.
Como si te tocara aplaudir la medalla que le ponen a tu vecino cuando sabes bien que eres tú quien la merece y no él.
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En Perú estamos convencidos de que la repentina pirueta de elevarse de espaldas y rematar el balón con los dos pies en el aire nació en un barrio turbulento frente al mar del Callao, y no en un estadio de Chile.
De ahí que la llamemos chalaca, como se conoce a los vecinos del puerto peruano.
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Sin embargo, convencer al mundo de este origen es tratar de darle la vuelta a un partido que parece perdido por goleada.
"La chilena, lo más famoso que Chile le ha dado al fútbol", se tituló la nota de mi colega colombiano Alejandro Millán, y no solo refleja lo que la gran mayoría de hispanohablantes cree.
Suena, además, como si fuera una sentencia escrita en piedra y Dios la hubiera entregado a la humanidad entre relámpagos sobre alguna montaña del desierto de Atacama.
Incluso la Real Academia Española reconoce que "chilena" es un término futbolístico, mientras que la palabra "chalaca" apenas juega en la tercera división de los gentilicios.
¿Por qué estamos entonces tan seguros que la chilena es peruana?
Banderas y sueños
Hay quienes piensan que discutir sobre el tema es absurdo e innecesario.
Se equivocan.
Estamos hablando de la jugada más espectacular del deporte más popular del planeta.
Cualquiera que haya pateado una pelota alguna vez en la vida se imaginó ejecutando esta pirueta explosiva bajo el destello de los flashes, frente a 45.000 espectadores y anotándole al mejor portero del mundo.
Todos hemos sido Cristiano Ronaldo venciendo a Gianluigi Buffon.
Así que colocar la bandera de tu país en el nombre de aquel gol definitivo es colonizar la cima más alta en el universo de la fantasía.
"Si algún europeo la hubiera visto ejecutar primero a un peruano, hoy se llamaría "la peruana" y no la chilena", señala el historiador y periodista deportivo peruano Jaime Pulgar Vidal a BBC Mundo.
Pero la historia no sabe de justicias.
La versión de nuestros vecinos se predicó como si se tratara del Génesis del fútbol convertido en espectáculo.
Los dos apóstoles
Al inicio de los tiempos todo era tinieblas y fue Ramón Unzaga, un joven vasco nacionalizado chileno, quien separó la luz de la oscuridad.
O así se entiende del registro de la Asociación de Fútbol de Talcahuano, una ciudad portuaria al sur de Chile, que data en 1914 la primera de estas acrobacias.
El asombro fue tal, que en ese país comenzó a conocerse a esta maravilla como "chorera", que es la forma coloquial de llamar a los de Talcahuano.
A Unzaga lo convocaron a la selección casi por aclamación popular y a sus 22 años partió como apóstol de su propio prestigio a la Copa Sudamericana de 1916.
Entonces solo participaron Argentina, Uruguay, Brasil y Chile.
En el mismo partido inaugural el vasco ejecutó una "chorera", que sorprendió a los asistentes como la revelación de una nueva doctrina de juego.
Y ya que a ese tipo de malabarismos nunca los bautiza uno sino aquel que queda impresionado, en el sur del continente empezó a hablarse de la "chilena" a falta de otros referentes.
A Unzaga no le alcanzó la vida para exportar la acrobacia a Europa. Murió en 1923.
Esa labor misionera la hizo David Arellano, fundador del Colo Colo, el club más popular de Chile, quien en 1927 organizó la primera gira de su equipo a España y deslumbró a los anfitriones con la pirueta.
El resto es historia.
Historia que a los peruanos nos suena como un manual de marketing sobre como pasar por propia la iniciativa ajena.
El fútbol y el mar
Cuando se registró la primera chalaca en Perú, el vasco Unzaga aún no había nacido.
Fue mi abuelo quien me contó por primera vez sobre el origen de la pirueta durante los días en los que la televisión por cable era novedad y los comentaristas deportivos internacionales nos dejaban claro que en eso de "la chalaca" estábamos solos.
Los primeros testimonios de la acrobacia más hermosa del fútbol datan de finales del siglo XIX en ese hervidero de navegantes, contrabandistas y buscavidas que era el puerto del Callao.
Entonces, este deporte acababa de bajar de los barcos ingleses y se volvió tan popular y los partidos tan apasionados que no había réferi que quisiera arbitrarlos.
"Y es por esas épocas que se comenzó a hacer alarde de las primeras piruetas futbolísticas", señala Jaime Pulgar Vidal a BBC Mundo.
El registro más antiguo de la chalaca data de 1892, 22 años antes de la primera "chorera", según consignó Jorge Basadre, el historiador peruano más influyente del siglo XX.
Un artículo en la página oficial de la FIFA, publicado en 2016, recoge este apunte y detalla que fue un chalaco el que ensayó la acrobacia frente a una tripulación inglesa.
Para el periodista argentino Jorge Barraza, especializado en historia del fútbol sudamericano y autor de diversos libros, no hay duda que la pirueta nació en Perú.
"Refuerza la hipótesis (del origen peruano) el hecho de que, al principio, los mismos chilenos la llamaban chalaca", señala Barraza en el diario El Comercio de Lima.
Según el periodista, este término incluso está reflejado en los diarios chilenos de 1900.
Los indicios apuntan entonces a que aquel malabar sorpresivo fue exportado del Callao hacia puertos chilenos.
Y Talcahuano era uno de los destinos.
¿Rencores de guerra?
Hoy el futbolista Ramón Unzaga está eternizado en el gesto inmóvil de una chalaca.
En 2014 la municipalidad de Talcahuano no solo le levantó una estatua de bronce sino que rebautizó con su nombre al estadio en el que se hizo famoso.
A los peruanos nos pareció un intento de maquillar la historia.
Resulta inevitable a esta altura que la discusión nos recuerde la larga disputa por la paternidad del pisco, el destilado de uva que reclamamos como bebida nacional en ambos lados de la frontera.
Y es que la relación entre Perú y Chile abunda en rivalidades y arrastra conflictos no resueltos desde la Guerra del Pacífico, perdida en 1883.
Tal vez no sea coincidencia que a dos kilómetros de la estatua de Unzaga esté anclado el monitor Huáscar, un blindado capturado a Perú y en donde se inmolaron los máximos héroes navales de ambos países.
¿Nos incomodaría igual si la chalaca fuera conocida como "la colombiana"?
Es una pregunta para la que no tengo una respuesta clara.
"Esta discusión no tiene nada que ver con la guerra ni con traumas históricos", aclara Julio Hevia, psicólogo peruano especialista en colectividad y ciudadanía.
"Si fuera así, deberías aplicar ese criterio para cualquier variante del habla entre Perú y Chile cuando es normal que el lenguaje coloquial cambie de un país a otro", afirma a BBC Mundo.
Cuando se trata de fútbol, sin embargo, la rivalidad no es solo un asunto de interpretación sino de matemáticas.
Hasta antes del Mundial de Rusia, la selección peruana de futbol jugó 621 partidos a lo largo de toda su historia.
De ellos, 79 contra Chile, la selección contra la que más veces nos hemos enfrentado.
Sin invitación
¿Puede Perú reclamar derechos de autor por la pirueta?
Esta idea extravagante la propuso en 2006 Teófilo Cubillas, el mejor futbolista peruano del siglo XX según la Federación Internacional de Historia y Estadística de Fútbol.
Y la respuesta es no.
Se patentan inventos, y la chalaca es una maniobra.
Tampoco es una expresión artística, como lo es una danza.
En resumen, las leyes no saben de pasiones y menos de chalacas.
Y aunque hay evidencia histórica sólida de nuestro lado, quizá la mejor manera de voltearles el partido a los chilenos será usar su propia estrategia: aprovechar un campeonato donde ellos no estén invitados.
Nosotros tampoco fuimos al sudamericano de 1916.
Así que, en el Mundial de Rusia, frente a miles de millones de espectadores al filo de sus asientos, sueño con un gol peruano de chalaca.
Un gol que termine de una vez por todas con este debate.
Un gol que deje al mundo sin palabras.
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