Dejé México a principios de 2004, cuando me fui a estudiar periodismo a Madrid. La vida y sus derroteros me llevaron a quedarme fuera de mi país por 14 años, 11 de ellos en India.
Al volver como corresponsal para BBC News Mundo a principios de este año, me encontré con que mi país era el de siempre, pero a la vez, muchas cosas habían cambiado.
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Sobretodo la violencia que ya era terrible cuando me fui y que no ha dejado de agudizarse tras la llamada "guerra contra el narcotráfico" que comenzó el gobierno a finales de 2006.
Ahora la violencia es un tema tan presente que me parece que incluso a algunos mexicanos ya no les horroriza o simplemente miran para otro lado.
Los demás, me atrevería a decir que la mayoría, no tenemos ni idea cómo salir de este problemay eso nos paraliza.
Otras cosas, tal vez no hayan cambiado, pero me han sorprendido al verlas con nuevos ojos.
Por ejemplo, la forma tan nuestra de ver la vida, de "burlarnos" de la muerte".
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Aquí, a manera de recuento les presento 6 cosas con las que me (re)encontré a mi vuelta y que me han cambiado los esquemas. Algunas son terribles y otras hermosas, como los contrastes que se viven en este país.
1. Normalización de la violencia
Por los medios de comunicación y por el boca a boca nos enteramos de los más horrendos asesinatos, desapariciones, feminicidios o secuestros que ocurren en el país. Y tenemos que seguir viviendo.
Los que han sido afectados por la violencia, la tienen muy presente.
Son gente que se manifiesta o que hace cosas para intentar que esta lacra no siga avanzando.
Mis colegas periodistas saben que no es ningún juego e incluso arriesgan su vida por hacer su trabajo.
Sin embargo, parece que una parte de la población ha quedado insensibilizada a la violencia. Para algunos, son solo cifras. O quieren pensar que a ellos nunca los tocará.
Sin duda he regresado a un país más violento, más sanguinario.
Tal vez sea un mecanismo de defensa, un caparazón que se han puesto para seguir con sus vidas. Hacen como si no pasara nada.
Y en efecto, a veces se puede pretender que no pasa nada.
Pero el peligro está ahí. Y no se puede ignorar una vez que se ha visto sufrir a alguien por la pérdida de un ser querido. Al hablar con una madre cuyo hijo se fue un día para no volver.
Con 29.428 víctimas de homicidios y feminicidios, 2017 fue el año más violento en México del que se tiene registro. En lo que va de 2018 la situación no ha mejorado.
Recuerdo con añoranza cuando viajaba por todo México y la seguridad no era la principal preocupación.
México es hermoso y ahora sé que no lo digo solo porque soy de aquí, sino porque he recorrido varios países.
En un reciente viaje de trabajo para reportear la violencia, no pude evitar sentirme como cuando viajaba en Pakistán.
Era muy irónico estar en un lugar tan bello y saber que esa tensa calma se podría romper en cualquier momento.
Pero esta vez no era en uno de los países más peligros de Asia, era México, mi país.
2. Vivimos al filo de la muerte
Quedé conmocionada de ver de nuevo mi ciudad llena de escombros.
El 19 de septiembre de 2017 vi atónita por las pantallas de televisión de las oficinas de BBC News Mundo en Miami como mi ciudad había sido sacudida por un nuevo terremoto.
Las más de 300 víctimas mortales nos recordaban a las incontables pérdidas del terremoto de la misma fecha, pero en el año 1985.
Para todos los "chilangos" está más que claro que la ciudad puede colapsar en cualquier momento.
Vivimos en una de las zonas más sísmicas del planeta.
Y seguimos así, viviendo como si no pasara nada.
Ahora que vivo aquí, en una de las zonas más afectadas, veo a diario los rastros de edificios que se desplomaron y otros que no aguantarán otra sacudida.
A los peligros de los terremotos se les une el rápido hundimiento de la ciudad. Así, hay algunas zonas, por ejemplo el centro, donde es difícil ver una vertical que se precie de medir 90 grados.
Por si fuera poco, sabemos que nos estamos acabando el agua de la "bolsa" sobre la que vivimos.
No hay fecha que diga cuándo se podría quedar sin agua esta ciudad, pero hay algunas partes de la ciudad que ya sufren graves problemas de abastecimiento.
Me quedé de hielo al reportear en Iztapalapa y los vecinos me dijeran que llevan años sin tener agua potable.
Tras la reciente explosión del Volcán de Fuego en Guatemala, BBC News Mundo nos recordó que, el Popocatépetl, volcán que alegra la vista de los "chilangos" en los días de menos contaminación, es uno de los volcanes activos más peligrosos en América Latina.
Así, en la ciudad de México no pasa un día sin que recuerde que la muerte está cerca, más de lo que imagino. Acechando siempre.
Y a la vez, los mexicanos tenemos una actitud ante la muerte que no sé si llamar esquiva o desafiante.
Le rendimos culto, pero también la ignoramos o intentamos burlarnos de ella, tal vez para que nos dé menos miedo. Tal vez porque somos así de temerarios.
Coqueteamos con la muerte. Tal vez de manera tonta porque sabemos que al final nos va a ganar.
Tal vez de manera sensata porque mientras llega eso nos hace sentir más vivos.
3. Comer y comer
Los mexicanos comemos de todo, en todas partes y a todas horas.
Las reuniones familiares o de amigos giran siempre alrededor de un festín.
Es difícil caminar por la calle sin que haya puestos de comida y "garnachas", que es como conocemos a todos los antojitos.
La oferta es infinita. Tacos, tamales, tortas, elotes, dulces por mencionar algunos.
Comida más o menos elaborada, o simplemente frutas con chile.
Además, ahora hay comida de muchas partes del mundo. En lugares sencillos o de gran diseño.
Cuando no estamos comiendo, estamos hablando de comida.
Pero esto también tiene su lado oscuro.
Y esto fue lo que me sorprendió: los hábitos de alimentación son cada vez peores. La comida chatarra, que es la más barata en general, va reemplazando la comida sana.
Los mexicanos nos incitamos los unos a los otros a comer. Y comer de más. Y después, seguir comiendo.
A veces, incluso hacemos bullying a quien ya no quiere más.
"Si no comes más es porque no te gustó mi comida", es una frase típica de las tías o abuelitas para que sigas comiendo.
"Tenemos otro estómago para lo dulce", te dirá un amigo si dices que ya no te cabe el postre.
Lo digo a modo de observación y no de queja: los muchos kilos de más que llevo desde que llegué me los he ganado a pulso.
Volví a un país con más gente con sobrepeso y para mí es un reto mantenerme en línea.
La obesidad es una epidemia en México. 7 de cada 10 adultos padecemos de sobrepeso u obesidad, según la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición 2016.
Nos reímos también y hacemos chistes de "gordos". Pero en 2016 la obesidad y las enfermedades relacionadas, como las cardiovasculares y la diabetes, se convirtieron en la primera causa de muerte, con el 39% de los casos.
En México, a diferencia de India, los obesos son los pobres, que no pueden comprar comida sana. En India, tener sobrepeso es símbolo de abundancia.
Me sorprendió también, que al volver de la India -donde además de chile, se come con muchos condimentos-, la comida mexicana ya no me picaba tanto.
En México comer muy picante es sinónimo de valentía.
4. La desigualdad
Viví más de una década en India, donde la desigualdad es rampante. Aún así, ver tal abismo entre ricos y pobres en México me parece lacerante.
Me pregunto constantemente cómo puede hacer una familia para vivir con el salario mínimo, 88,3 pesos (unos US$145 al mes).
Me dicen que pocos ganan en realidad eso, que siempre es un poco más. Aún así, me parece imposible.
Después de tantos años en India me considero una persona austera y que puede vivir con poco, pero con ese dinero yo no podría hacer nada y eso que no tengo hijos.
El 43,6% de los mexicanos son pobres, según las cifras más conservadoras del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social.
Por otra parte, la riqueza está concentrada en muy pocas manos.
El 1% de la población, acumula riqueza similar a la del 95% de los mexicanos, según el estudio "La distribución y desigualdad de los activos financieros y no financieros en México", realizado en 2017 por Miguel Ángel del Castillo Negrete, investigador del Instituto Tecnológico Autónomo de México.
Esta desigualdad es histórica en México, pero según los estudios la brecha no hace más que crecer. A mí me parece que los ricos y los pobres viven en mundos paralelos.
De vuelta en México y por cuestiones de trabajo, buscando cómo viven los más ricos, he podido visitar casas que los dueños ofrecen en renta, sin levantar una ceja, por US$10.000 al mes.
También, recuerdo a una niña en la sierra de Guerrero que me contó que se ha desmayado de hambre. Después, me enteré que su madre la había "vendido" a un hombre a cambio de 100.000 pesos (lo equivalente a US$5.380).
5. Las horas se esfuman en el tráfico
Sin lugar a dudas una de las mayores frustraciones de los habitantes de la Ciudad de México es el tiempo que se pierde yendo de un punto a otro.
Las más grandes peleas en el día a día pueden verse entre los conductores o entre los usuarios del transporte público.
Y es que en cada traslado, los "chilangos" tardan en promedio entre media hora y dos horas, según un reporte de febrero del Instituto Nacional de Estadística y Geografía.
Esto quiere decir que algunas personas gastan hasta cuatro horas al día solo en ir y volver de su casa al trabajo.
En mi tiempo fuera la ciudad cambió mucho: hay nuevas líneas de metro, también de metrobús, así como un segundo piso en una de las principales vías.
Parece una ciudad más moderna y con más infraestructura. Sin embargo, la gente sigue pasando largas horas transportándose.
Mi amigo Alejandro Monita, me cuenta que pasa hasta 7 horas diarias manejando su coche al trabajo, en un trayecto de 53 kilómetros. "En las mañanas hago tres horas y en la tarde hasta cuatro. Sin tráfico es solo una hora".
Ese es uno de mis mayores privilegios a mi vuelta: vivo a 10 minutos en bicicleta de mi oficina. Pero este es un lujo que muy pocos en la ciudad se pueden dar.
Eso sí, cuando tengo que ir a una entrevista o a visitar a mi familia, que vive a 23 kilómetros de distancia, solo puedo tratar de mantenerme paciente y saber qué puede tomarme un tiempo que parece infinito.
6. "Canta y no llores"
México es un país musical. Por la calle, en los restaurantes, en las plazas, hay gente cantando.
Jóvenes con su bocinas tocan rock, los mariachis con sus instrumentos, es difícil pasar un día sin escuchar música en vivo.
México es un lugar lleno de cultura, de contrastes. Es vibrante, lleno de colores y de submundos.
He podido ir a un bar en el centro donde tocan huapangos y he ido a Garibaldi, la plaza de los mariachis por excelencia. Ahí había tríos, veracruzanos, norteños y representantes de la música de muchas partes del país.
A unos amigos españoles se les acercó un músico para tocarles "el Mariachi".
Y es que la música me parece que es un reflejo del carácter de la gente: alegre, intenso, a veces también dramático.
En México las emociones más extremas se funden. A menudo cantamos para no llorar, como dice la canción. Somos resilientes a pesar de las adversidades.
Y la gente es amable. Amabilísima.
Con sus grandes excepciones. Aquí los extremos no están tan separados.
También me han gritado desde un coche para cruzar la calle antes que yo en mi bicicleta.
He oído también los cinco pitidos de las bocinas de los coches en ese ritmo que todos los mexicanos conocemos y que significa algo muy malo contra la madre. Y es sin duda lo más ofensivo que alguien nos puede decir.
Pero, sobre todo he recibido sonrisas.
La gente parece siempre dispuesta a ayudar.
No solo la familia y los amigos, sino la gente por la calle, en los mercados.
Por eso me pregunto cómo en una sociedad así puede haber tanta violencia. ¿Cómo llegamos a matarnos?
Aunque soy de México, no sé si algún día llegaré a comprenderlo.
Por ahora, me toca reportearlo y espero hacerlo de la mejor manera posible.
Me parece irónico hablar de la amabilidad y la música en un el mismo texto en el que hablo de la violencia y lo duro que me parece su normalización.
Pero, también sería injusto no hablar de la riqueza de este país.
México es un país de contrastes. Tal vez una contradicción en sí mismo.
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