Una cámara de fotos Kodak es el mayor recuerdo de guerra de Gilberto Díaz, uno de los sobrevivientes de la última guerra internacional en la que participó Colombia en el frente de batalla.
Con ella (y su mortero al lado) retrató la actuación de los más de 5.000 soldados colombianos que entre 1951 y 1953 fueron parte de la Guerra de Corea.
PUBLICIDAD
Más de 65 años después, comparte con BBC Mundo esas imágenes inéditas que guarda como un tesoro en una cajita de cartón.
Se trató de uno de los conflictos bélicos, en proporción poblacional, más sanguinarios de la historia y el primer episodio armado de la Guerra Fría.
"La experiencia es linda contarla porque volvimos. Eso no les pasó a todos mis compañeros", señala Díaz, exmiembro del "Batallón Colombia", en el principio de la conversación.
El veterano de ahora 85 años recuerda, entre muchos otros episodios, el de la noche más dura de su vida.
Cuando trataba de identificar el cuerpo de un amigo intentando reconocerlo entre los muertos por su bigote.
PUBLICIDAD
O el miedo que se siente cuando ves en el horizonte a los aviones enemigos y estás bajo un bombardeo inminente.
"Es algo temeroso. Los estragos de una de esas bombas eran tremendos, pero para eso nos habían entrenado".
El inicio de la travesía
Bogotá, Cartagena, Canal de Panamá, Hawái, cruzar el océano hasta Yokohama, Tokio y luego la línea de batalla.
Fue el recorrido que el cabo de 18 años Gilberto Díaz y su unidad hicieron durante un largo mes para sumarse al Comando de las Naciones Unidas de Corea del Sur, que Colombia decidió apoyar con soldados.
Fue el único país latinoamericano en hacerlo.
- ¿Cómo sería una guerra con Corea del Norte?
- Muere a los 77 años Stanislav Petrov, el hombre que salvó al mundo de una guerra nuclear entre la Unión Soviética y EE.UU.
"El viaje no fue para nada placentero. Fue de duro entrenamiento. Después de pocos días en Japón nos llevaron de inmediato a los campos donde se combatía", cuenta Díaz.
El veterano de guerra cuenta que una de las cosas que más le impacto fue ver el fuego cruzado en su primera noche.
El conflicto armado había comenzado unos meses antes.
Pese a que, al final de la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos y la Unión Soviética habían acordado dividir Corea en dos naciones, las escaramuzas en el límite fronterizo no tardaron en surgir.
Ante la invasión del ejército del Norte, EE.UU. envió apoyo militar al igual que después lo haría la ONU.
Los norcoreanos contaron con respaldo de la Unión Soviética y, en cierto momento, del ejército chino.
Los primeros combates
"En esa época Corea no tenía pueblos. Era totalmente desolador", cuenta Díaz, al tiempo de recordar que los colombianos presentes en la línea de combate permanecían siempre juntos, flanqueados solo por fuerzas aliadas de otros países que no hablaban un idioma que entendían.
Alrededor de 600 combatientes de Colombia rotaban en la línea de fuego en diferentes compañías. El resto de los 5.000 soldados se ocupaban de labores de vigilancia.
"La experiencia de pasar a la línea tan rápido no es fácil. Es psicológicamente muy difícil. Uno llegaba preparado, pero es impactante", recuerda el veterano.
A Díaz en esos primeros días le encomendaron que se infiltrara con un grupo pequeño en líneas enemigas para ganar la posición.
"Yo tenía que responder por esos 10 soldados. Todos sentimos miedo por la vida propia y por los demás", manifiesta.
El excombatiente cuenta que en ese tiempo lo que más afinó fueron los sentidos del oído y del olfato.
Sentidos que, según dice, pudieron salvarle la vida durante esas noches cerradas en las que le tocaba la guardia.
"Un ruidito que uno siente es señal de algo, cualquier aroma delata que hay una cosa cerca. Un cigarrillo, pólvora, el olor de una persona. Lo que sea", afirma.
Por eso los cigarrillos y el tabaco estaban estrictamente prohibidos en la zona de operaciones.
La cámara de fotos
En la línea, Díaz tenía dos instrumentos principales: el mortero, en lo que se especializaba, y su cámara Kodak.
"Compre esa cámara en Tokio en unos cinco dólares. No era una cosa tan cara. Tomaba las fotos como hobby", recuerda el entonces cabo.
Con el mortero, era capaz de dar en el blanco enemigo con precisión.
Con la cámara, dice él, no era tan habilidoso porque nunca había tomado un curso de fotografía.
"Fue tanto lo que me especializaron en morteros que yo estaba en los puestos adelantados como apuntador, dirigiendo los tiros", recuerda.
Desde allí conversaba con su radio operador, usaba los anteojos de antena con lente de precisión, medía las coordenadas, cuadriculaba el área y fijaba el tiro.
"Hay una de las fotos que tengo en el momento que sale la granada del tubo. Todavía no sé como hice esa foto", recuerda como anécdota.
La noche en la que no pudo sacar ni una foto
De la peor de las noches, Díaz no tiene ni una fotografía.
Fue durante la Batalla de Monte Calvo (Old Baldy, en inglés) en la que las fuerzas del ejército chino asediaron a los combatientes de Colombia y Estados Unidos.
"Yo soy sobreviviente de esa batalla. Esa noche no tuvimos tiempo ni de respirar, aunque tenía mi cámara a mi lado. No había tiempo de nada", cuenta el exsoldado.
Díaz recuerda la extenuación física que sentían los colombianos en esa noche del 23 de marzo de 1953, fecha que nunca pudo olvidar.
"Fue la peor noche de mi vida. Una noche de esas de solo disparos, artillería, aviación, morteros", recuerda.
Díaz junto a su compañía se encontraban aquella vez en la colina Monte Calvo, bajo el fuego pesado chino.
En retirada, buscaba a su amigo tocando los rostros de los caídos tratando de reconocerlo por su bigote. Nunca apareció.
"Tuve que caminar sobre mis compañeros muertos. Quienes estuvimos ahí nos marcó. Pasar a media noche en medio de los cadáveres y con nuestras zanjas destruidas", reconoce.
Los colombianos no pudieron conservar la posición, pero se considera que su resistencia impidió que el ejército de China tomara posiciones de avanzada vitales para los aliados.
Cuando lograron salir de Monte Calvo y reunirse, recién se dieron cuenta de la cantidad de sus bajas y heridos.
"Uno se pone muy triste cuando pierdes compañeros o ves heridos. Sientes ese dolor. No puedo decir que aquella vez no lloré", concluye.
65 años después
"Puedo contar a mis descendientes cómo es sentir una guerra. Eso es un privilegio", señala el excombatiente.
Díaz afirma que ni por un momento se arrepiente de haber sido parte del "Batallón Colombia".
"Hubo desaparecidos, muertos y heridos porque era una guerra", indica.
El colombiano afirma que recuerda bien el momento en que tomó todas sus fotos. Sus tesoros.
Conserva la cámara Kodak en un estuche de cuero junto a las numerosas distinciones que recibió en Colombia y Corea del Sur, país al que vuelve cada pocos años.
La anterior semana el Centro de Rehabilitación Inclusiva del ministerio de Defensa de Colombia anunció que las fotos tomadas por Díaz serán publicadas en un libro por primera vez.
Para Díaz ese será el reconocimiento y su aporte final en la misión que le encomendó su país hace 65 años.