El "efecto Meghan", ese que hace que todo lo que Meghan Markle se ponga se agote de inmediato, parece no tener fin.
El abrigo blanco de la marca canadiense Line que la prometida del príncipe Harry de Inglaterra lució cuando se anunció su compromiso, se hizo tan popular que la página web de la compañía colapsó. Al poco tiempo, la empresa bautizó a la prenda como "el Meghan".
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El tráfico a la pagina web de la marca de joyas Birks, cuyos aretes se puso la antigua actriz para esa misma cita, se incrementó en un 400%. Incluso un sencillo suéter de la tienda británica Marks and Spencer se agotó dos vecesdespués de que Markle lo llevara puesto en un evento público.
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Y todo esto sin que ni siquiera haya aún un vestido de novia elegido, algo que seguro marcará nuevas tendencias en ese sector.
La influencia de las mujeres de la realeza en la moda no es nada nuevo, por supuesto. No hay que remontarse muy atrás, basta con ver el "efecto Kate" que todavía provoca la duquesa de Cambridge. Y cómo no mencionar el "efecto Diana" en las décadas de los 80 y los 90.
Pero lo que tal vez se conozca menos sea lo influyentes que fueron los estilos personales de ciertas mujeres de la monarquía mucho antes de que se inventara internet o cualquier otro medio de difusión masivo.
"El nivel de escrutinio en la actualidad está a otro nivel", le dice a la BBC Elly Summers, la curadora de la exhibición Mujeres de la realeza, del Museo de la Moda de Bath, en Reino Unido. Una muestra que repasa cómo varias mujeres de la monarquía contribuyeron con sus estilos personales a dar forma a los gustos populares.
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En 1863, la princesa Alejandra de Dinamarca se casó con el hijo mayor de la reina Victoria de Reino Unido, el príncipe Alberto Eduardo, más conocido como Bertie.
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Hasta entonces, Bertie era famoso por su sucesión de aventuras y se lo conocía como "el príncipe playboy". Aun así, el matrimonio resultó un éxito y la pareja se volvió muy popular.
Al parecer, Alejandra era el tipo de mujer de la realeza que se necesitaba. "La reina Victoria llevaba años usando ropa de duelo y fue apartada de la sociedad británica", explica Summers.
"Vestía un uniforme negro austero y no asistía a fiestas. Eduardo y Alejandra, en cambio, eran una pareja deslumbrante con una vida social muy activa y eran vistos como más accesibles. A la familia real le vino bien volver a conectar con el público después de haber sido tan distante", afirma.
La popular Alejandra también acabó convirtiéndose en una gran influencia en el mundo de la moda.
"Ella era un ícono de la moda y la gente copiaba lo que usara", dice la curadora. "Forjó su propia imagen, en cuya creación estuvo muy involucrada, y marcaba tendencias, incluso cuando no se lo proponía".
Aunque la princesa danesa tampoco tenía total libertad para elegir qué ponerse. Su futura suegra, la reina Victoria, insistió en que Alejandra utilizara un encaje británico para la boda en vez del traje de diseño que le había ofrecido el rey de Bélgica.
"La Reina se mantuvo firme en que la princesa se estaba convirtiendo en británica y que eso debía verse", asegura Summers. "Iba a ser su nueva identidad y se le dijo que debía hacer encajar su identidad dentro de la britanidad".
El resultado fue un vestido decorado de manera extravagante con encaje de bolillos de la variedad Honiton, lo que significaba una potente declaración de que para ella su país estaba primero. Lo adornaban azahares y lo acompañaba un velo voluminoso.
El diseño de la tela incluía rosas delicadas, tréboles y flores de cardo, los símbolos tradicionales de Inglaterra, Irlanda y Escocia.
Aunque Alejandra insistió en que se cambiara una cosa: que se redujera el ancho de la falda de crinolina. Además, pocos días después de la ceremonia, pidió que el vestido fuera recogido rápidamente para ser reformado por completo, reducido a la mínima expresión y simplificado.
"Alejandra prefería los diseños sencillos", afirma la experta. "Tenía una sensibilidad diferente, más práctica. Provenía de una rama de la realeza danesa que no era opulenta ni vivía rodeada de lujo. Su ajuar era pequeño".
Alejandra fue la primera mujer en la vida pública británica que optó por atuendos más entallados para el día, ya que hasta ese entonces este estilo se asociaba más con los sacos para cabalgar y ropa deportiva.
En la muestra del Museo de la Moda de Bath hay dos ejemplos de esto: una chaqueta de Vernon con doble pechera hecha de lana color crema y un chaleco de Bussbein con un corte elegante. Dos prendas que creaban una imagen atrevida para la época.
Como apunta Summers: "Los trajes entallados para mujeres como ropa para el día son una fórmula exitosa en la actualidad, pero antes estaban dentro de la esfera masculina".
¿La princesa perfecta?
En el siglo XX, las mujeres de la realeza siguieron dejando su huella en la moda.
Como hermana de la reina, sobre la princesa Margarita recaían expectativas complejas y, a menudo, contradictorias. Gozaba de mayor libertad para expresar sus gustos y, como consecuencia, se le consideraba más un ícono de la moda que a la monarca.
De joven, era la favorita de la prensa por su imagen glamurosa y a la moda. Sin embargo, se le miraba con lupa y su vida amorosa acaparaba titulares.
Durante la posguerra, su reputación de socialité y las travesuras del bohemio "Equipo Margarita" constituían una fuente de gran interés para muchos. El retrato que se hace de ella ahora en la serie de televisión The Crown, presenta su sentido del estilo (y, a veces, sus modales inconformistas) a una nueva audiencia.
Con sólo 17 años, en 1947, la princesa conoció a Chritian Dior, que había ido al hotel Savoy de Londres para exhibir su icónica y rompedora colección New Look. Tanto la princesa Margarita como a su madre querían verla, así que después del desfile, los vestidos fueron sacados del recinto en secreto y llevados a la embajada de Francia, donde las dos disfrutaron de una sesión privada.
Dior describió a Margarita como "una verdadera princesa de cuento de hadas, delicada, llena de gracia y exquisita".
El vestido de seda color crema de Dior que se puso en 1952 para las carreras en el hipódromo de Ascot ciertamente le hacía una impresionante y delicada figura.
Con su gasa, corsé, falda y bolero asimétrico, era exquisito. Combinado con unos elegantes guantes hasta el codo y un sombrero de ala ancha crema y negro, el atuendo hacía de Margaret un modelo de perfección principesca.
Un año después, Margarita se puso otra prenda impresionante para una función del musical Guys and Dolls, un vestido de noche de encaje negro y rosa diseñado por Norman Hartnell.
Fue unas pocas semanas después de que estallara la noticia de su inadecuado romance con el capitán Peter Townsend. El vestido era una opción glamurosa que sugería una cierta grandeza y desafío ante las críticas.
Margarita tenía fama de arrogante, pero también tenía sus momentos de diplomacia.
Cuando se puso un vestido de noche de algodón rojo y blanco, se trató de una opción de tela inusual y poco ostentosa para una noche de gala. De hecho, fue un reconocimiento a la industria textil británica en tiempo de austeridad en la posguerra. Como miembro de la familia real, siempre había una expectativa encubierta de que promoviera los productos británicos.
¿Cómo difieren del pasado lo que se espera de las mujeres de la realeza del siglo XXI? "Aún hay reflexiones claves en cada conjunto y las mujeres de la monarquía todavía tienen que equilibrar todos los factores", afirma Summers.
"En la actualidad, creo que es parecido pero más intensificado e inmediato. La gente siempre ha querido tener los vestidos usados por la realeza, pero antes, por ejemplo en los tiempos de la princesa Alejandra, las mujeres de la corte pedían a sus sastres que les hicieran algo parecido. Luego las aristócratas las copiaban y después la tendencia se filtraba al público en general. Ahora es más inmediato, llega de frente a la calle".
"En algunos aspectos, era más fácil en el siglo XIX y a principios del XX, ya que no era una época de medios de comunicación masivos", dice Summers. "Simplemente te vestías para un evento en particular. Ahora tienes que vestirte para todos todo el tiempo".
"Pero incluso hoy, las mujeres de la monarquía no irían a un baile con ropa informal", añade.
"La gente siempre quiere verlas en prendas bonitas, se decepcionarían si no fuera así".