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¿Pedir asilo en Estados Unidos o quedarse en México?: la gran duda de los integrantes de la caravana de refugiados centroamericanos al llegar a la frontera

Entre cánticos y reivindicaciones, la caravana de refugiados llegó este domingo al puesto fronterizo que separa México y Estados Unidos en Tijuana. Algunos de los migrantes esperaron hasta el final para decidir si cruzaban o no al otro lado.

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Aura lleva cuatro meses de viaje con su hijo Anthony, de 2 años y medio.

Esta joven de 25 años empezó el trayecto por su cuenta, convencida de que si se quedaba en su país, Guatemala, el papá de su hijo acabaría con la vida de los dos.

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Su sueño: llegar a Estados Unidos, reencontrarse con su mamá, que vive en Arizona, y tener una vida tranquila.

Pero el camino no está siendo fácil.

En México supo de la caravana de refugiados y decidió unirse a ellos para sentirse más arropada.

Conozco a Aura en Tijuana, donde algunos de los integrantes de la caravana han decidido cruzar la frontera y pedir asilo en Estados Unidos.

Tiene el miedo dibujado en la mirada y no sabe si se atreverá a dar el paso para intentar llegar al otro lado.

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Una caravana menguante

Aura es una más de los centenares de migrantes que llegaron a Tijuana hace unos días como parte de la caravana de refugiados que partió el pasado marzo de Tapachula, en el sur de México, con el objetivo de llegar a Estados Unidos.

Los que están aquí forman un grupo pequeño en comparación con las 2.000 personas de distintos países centroamericanos (desde Honduras a El Salvador o Guatemala) que formaron inicialmente la caravana para escapar de la violencia en sus países.

El resto se fue desvinculando del grupo por distintas razones: unos decidieron instalarse en México, otros prefirieron intentar cruzar la frontera hacia EE.UU. lejos del foco de las cámaras.

Y es que los medios hemos invadido Tijuana este fin de semana ante el anuncio de que algunos de los integrantes pensaban solicitar asilo político en la primera potencia mundial este domingo.

Nadie sabe con certeza cuántos han decidido seguir adelante con el plan, pero se calcula que son entre 150 y 200 personas, con niños incluidos.

Tampoco se sabe qué les espera al otro lado.

Cansancio y nerviosismo

La travesía hasta Tijuana ha sido muy larga, se nota sobre todo en el andar y los gestos de los migrantes adultos.

Los niños conservan la energía, saltan y ríen.

La caminata hasta el puesto fronterizo les parece parte del juego en el que se ha convertido el recorrido por todo México.

Un viaje en el que han hecho nuevos amigos, han avanzado a pie, en autobús o en tren y han cambiado de paisaje cada pocos días.

No son conscientes de las razones por las que han abandonado sus casas ni de los riesgos que conlleva este viaje.

Sus padres, por el contrario, lo tienen muy claro.

Pero no desfallecen. Desde donde estamos pueden ver Estados Unidos y eso les hace sentir que sólo les queda un último esfuerzo, un último paso.

"Trabajadores internacionales"

"No somos delincuentes", dicen invariablemente aquellos con los que hablo.

De hecho, esa idea es la base de uno de los cánticos más repetidos por los migrantes durante este domingo lleno de actividades: "Los migrantes no somos criminales, somos trabajadores internacionales".

Lo cantaron por la mañana durante un evento en el parque de la Amistad, en Playas de Tijuana, mientras veían emocionados que del lado estadounidense un grupo de personas se acercaba a la valla para expresarles todo su apoyo.

Y lo siguieron cantando por la tarde, mientras emprendían camino hacia el puesto fronterizo de San Ysidro que separa Tijuana de San Diego.

Cambio de idea

Aunque no todos tenían ese ánimo festivo.

Me refiero a Aura, con quien coincido por sorpresa en el trayecto final hacia la frontera.

"No voy a cruzar", revela.

En sus brazos está el pequeño Anthony, que me mira con los ojos muy abiertos.

Por el momento Aura prefiere quedarse en Tijuana, está muy preocupada por la seguridad de su hijo, no quiere que le pase nada.

"Y si me pasa algo a mí, se queda solo él", expone.

Aun así, no quiere perderse detalle de lo que pasa con los que hasta este domingo fueron sus compañeros de viaje.

"¿Qué les están diciendo?, ¿qué pasará ahora?", me pregunta mientras observamos cómo los funcionarios mexicanos intentan frenar el avance de la caravana.

No puedo responderle. Creo que a estas alturas nadie puede responder todavía a esa pregunta.


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