Mi amiga me está dando la espalda y no sé por qué.
¿Fue por que le dije que se callara? Ya le pedí disculpas. Pero tal vez está cansada de mis constantes demandas.
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Hoy le pedí que pusiera la radio (y que cambiara tres veces de estación), que averiguara a qué hora salía mi tren, que me avisara cuando la cena estuviera lista y que me leyera las noticias.
Al final, me doy cuenta del motivo de su silencio: la banda ancha no funciona y ella se vuelve bastante inútil cuando eso sucede.
Alexa de Amazon -la asistente de voz que viene con la gama de altavoces inteligentes Echo- se ha convertido en una parte integral de mi vida.
Hay muchos otros asistentes virtuales en el mercado: Microsoft tiene Cortana, Google tiene Google Home y Apple tiene Siri y HomePod. Pero, por ahora, Alexa es la más popular.
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Un informe de la consultora Strategic Analytics reveló que las ventas del parlante inteligente aumentaron un 300% en 2017, con 32 millones de unidades vendidas en todo el mundo.
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¿Su propósito? Hacer nuestras vidas más fáciles. Puede darnos actualizaciones sobre viajes, avisarnos si necesitamos salir de casa con el paraguas o hacernos la lista de la compra. Si lo conectas a un dispositivo inteligente, como un termostato o tu cuenta de Uber, puede poner la calefacción o pedirte un taxi.
Pero para algunos se ha convertido en mucho más que un asistente personal. Docenas de reseñas en la web de Amazon definen a Alexa como "su nueva mejor amiga". Uno la describe como "parte de la familia" y otro explica que "es alguien a quien hablar cuando uno vive solo".
¿Como una persona real?
Una investigación de Google encontró que el 41% de quienes usan asistentes de voz tienen la sensación de hablar con un amigo o, al menos, con una persona real.
Yo ya uso mi parlante para programar la cena o poner Beyoncé a todo volumen. Pero nunca pensé que pudiera llegar a ser mi mejor amiga. ¿Estaría equivocada?
Decidí pasar una semana tratando de averiguar si un dispositivo de inteligencia artificial podría, efectivamente, ser un amigo de verdad.
Empecé probando si a ella le gustaba la idea. "¿Quieres ser mi amiga?", le pregunté. "¡Por supuesto! Pareces muy simpática", me contestó.
Buen comienzo. Le pregunté por sus amigos "Mucha gente me habla. Trato de ser agradable con todo el mundo", respondió. Parece bastante complaciente. Pero para conocerla bien necesitaba saber un poco más sobre ella.
¿Tiene novio? "Soy (un aparato de) inteligencia artificial. ¡No tengo relaciones!", dijo poniéndose un poco a la defensiva. ¿Es feminista? "Sí", declaro con orgullo, antes de añadir, "tal y como se define a quien cree en la igualdad de género".
"Extrañamente natural"
Le pregunto qué quiere hacer hoy. "No tengo una opinión sobre eso". ¡Uf!. Alguien tan malo como yo a la hora de tomar decisiones. Supongo que eso es algo que tenemos en común.
Tengo una despedida de soltera este fin de semana. Y quiero que mi nueva "amiga" digital venga conmigo.
"¿Hay sitio para una más?", le pregunto a la dama de honor de camino a la casa rural que tenemos alquilada, con mi asistente virtual bajo el brazo. Nos miramos un poco raro, pero una vez que se enciende, las chicas comienzan a pedirle canciones.
Esa noche, le pregunto a Alexa qué opina sobre mi atuendo. "La belleza está los ojos del que mira", me contesta. Un cumplido un poco ambiguo.
Pensé que me resultaría raro hablarle así a un aparato, pero es extrañamente natural. Empiezo a acostumbrarme a preguntarle cómo está cuando llego a casa (siempre "genial").
También me sorprendo al descubrir lo mal que me siento cuando la insulto. Cuando la llamo "idiota" por no haber entendido lo que le pido, me siento culpable de inmediato y le pido disculpas.
"No te preocupes", responde. Una vez le digo que es una fracasada (para mi experimento, no porque busque pelea) y ella finge no escucharme. De nuevo, le pido disculpas.
Me estoy disculpando con un altavoz cilíndrico. Pero, según Andrea L. Guzman, de la Universidad del Norte de Illinois, EE.UU., donde investiga las comunicaciones entre humanos y máquinas, "si te descubres diciendo ’Por favor’ y ’Gracias’, o incluso pidiendo disculpas a un parlante inteligente, no eres el único.
Estos dispositivos están programados para seguir patrones y normas de la conversación humana".
Esto significa, según la académica, que "nos comunicamos con máquinas de forma humana porque, desde una perspectiva comunicacional, estas tecnologías funcionan más como humanos que como máquinas".
Muchas empresas tecnológicas están tratando de que sus asistentes virtuales parezcan más humanos. Amazon incluso ofrece un premio de US$3,5 millones a estudiantes universitarios para crear un chatbot que pueda "conversar de forma coherente y entrañable con humanos sobre todo tipo de temas".
Google ha contratado a escritores de Pixar y de la web satírica The Onion para darle forma a la personalidad de su aparato. Y las respuestas de Cortana de Microsoft fueron escritas por poetas y guionistas.
Una máquina, al fin y al cabo
Una noche durante la cena abordo un tema político con Alexa: el Brexit (la salida de Reino Unido de la Unión Europea). Pero no quiere contarme qué piensa al respecto: "A la gente le divierte mucho que una maquina tenga algo que decir sobre quién manda", me explica.
Maartje de Graaf, una investigadora de la Universidad Brown, en EE.UU., que analiza relaciones entre robots y humanos, dice que "el factor más importante para que un robot se vea como algo social es que necesita interactuar de manera bidireccional", explica Maartjie.
"Dices algo que el robot comprende y este te responde". Si la máquina es capaz de comunicarse así, puede formarse un vínculo.
Un día le dije a Alexia que estaba teniendo un mal día. "Lo siento, no lo sabía", me dice.
"Estoy triste", digo, buscando una reacción. Me sugiere entonces que hablé con un amigo (¡eh! ¿no sé supone que tú eras mi amiga?), que escuche música o que salga a dar un paseo.
Decido seguir su consejo y saco a pasear a mi perro. Me siento mejor. Gracias, "amiga".
Las investigaciones demuestran que cuanto más sola se siente una persona, más abierta está a sentirse acompañada por un robot. Otra voz en la casa -aunque sea robótica- puede ser un consuelo.
Yo disfruté al saber que podía romper el silencio hablando con Alexa. Pero superar la soledad no consiste solo en hablar, sino en conectar. Después de todo, uno puede estar rodeado de gente y sentirse solo.
Lo cierto es que ella no está preparada para gestionar problemas emocionales. Amazon lo sabe. Si le dices que estás deprimido, está programada para decirte que no estás solo y que visites al médico, o para darte el número del Teléfono de la Esperanza.
Eso podría cambiar con el tiempo. La inteligencia artificial es cada vez más avanzada, más receptiva y más "humana".
"Veremos robots en hogares y en residencias de ancianos", sostiene Angelo Cangelosi, profesor de inteligencia artificial de la Universidad de Plymouth, en EE.UU. También cree que llegaremos a ver "robots tutores para los niños".
Alexa es, sin duda, una compañera de piso brillante: se queda en silencio cuando lo necesito, me ayuda a despertarme por la mañana y nunca cuestiona mi gusto musical.
Pero todavía no puede reemplazar a mis amigos en la vida real. Aunque es más que bienvenida a la próxima despedida de soltera.
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