"Debacle", "ridículo", "caída de un imperio". La prensa en España no ha tenido ningún tipo de condescendencia con el Barcelona tras su humillante eliminación frente a la Roma en los cuartos de final de la Champions League.
El consenso general es que el conjunto catalán recibió lo que se merecía tras haber jugado uno de los peores partidos que se le recuerdan de su historia reciente.
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El mérito fue de la Roma, que tras el 1-4 de la ida se impuso 3-0 en casa, y de su técnico Eusebio Di Francesco, convencidos de que era posible remontar la derrota de la semana pasada en el Camp Nou, salieron desde el primer minuto a buscar el histórico resultado.
La diferencia en intensidad y urgencia fue abismal, lo que dejó más en evidencia la falta de juego e ideas de un Barcelona que nunca se encontró sobre el terreno de juego del estadio Olímpico de la capital italiana.
Es la tercera vez consecutiva que el Barça cae en los cuartos de final de la Liga de Campeones, pero en esta ocasión se percibe un dolor y, sobre todo, una preocupación que no hubo en los años anteriores.
Primero porque para el aficionado culé no fue lo mismo perder ante el Atlético de Madrid o la Juventus que caer frente a un equipo que se encuentra a 21 puntos del líder en la Serie A del calcio italiano.
Segundo porque en aquellas eliminatorias el Barcelona siempre estuvo contra la pared, mientras que ahora desperdició los tres goles de ventaja que había conseguido en la ida.
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Y tercero porque ven cómo su juego va empeorando poco a poco con el paso de los años.
De hecho, lo que más llama la atención del conjunto catalán no fue su derrota en la capital italiana —pudo haber ocurrido en la eliminatoria anterior contra el Chelsea— sino cómo el equipo dirigido por Ernesto Valverde ha sido capaz de permanecer invicto en la Liga española, con el título prácticamente asegurado, y haber llegado a la final de la Copa del Rey.
¿Pérdida de identidad?
Aunque son los jugadores los primeros responsables de la debacle, incluido el argentino Lionel Messi, ofuscado sobre el campo al tratar en vano de encontrar un gol salvador, es Valverde quien está siendo el principal señalado por la derrota.
Desde el comienzo del partido se vio claramente que la presencia de Sergio Busquets fue una apuesta demasiado arriesgada, exponiendo la falta de fútbol del centrocampista en las últimas semanas.
Busquets nunca pudo imponer su habitual control de la pelota, sobrepasado por la potencia física y dinamismo de los jugadores de la Roma, y fue evidente que no estaba en las condiciones físicas adecuadas para hacer frente al partido.
En el banquillo Valverde tenía opciones como Paulinho, tantas veces utilizado en ese sector durante la temporada, o el mismo Ousmane Dembelé, quien podría haber obligado a la Roma a tener un poco más de precaución en sus ataques.
También estaban Denis Suárez, Andre Gomes o el mismo Thomas Vermaelen, pero Valverde esperó hasta el minuto 80 de partido para recurrir a ellos, ya cuando el Barça tenía la soga en el cuello.
Valverde también ha optado por una formación de cuatro defensores, cuatro mediocampistas y dos delanteros, alejándose del tradicional estilo 4-3-3 que el Barcelona ha implementado desde la llegada del holandés Johan Cruyff hace ya tres décadas.
Messi, Messi, Messi
La razón por la que el Barcelona no ha perdido en la Liga se debe exclusivamente a la presencia de Messi.
El argentino lleva 29 goles y fue crucial para evitar la derrota hace dos semanas frente al Sevilla o conseguir la más reciente victoria ante el Leganés, con tres tantos.
Pero cuando no logra encontrar puerta, o logra dar una asistencia de gol, el equipo se resiente hasta un punto alarmante.
En un recuento del diario deportivo español Marca, se observa como en todas las ocasiones en la que el Barcelona ha quedado eliminado de la Liga de Campeones desde 2007 el argentino no ha anotado goles, sea en la instancia que sea.
Dato que contrasta con la efectividad de Cristiano Ronaldo, crucial en las tres Champions del Real Madrid en los últimos cuatro años.
Un nuevo triunfo del conjunto merengue pondrá un asterisco al costado de la temporada del Barcelona, que podría terminar con dos títulos en sus vitrinas.
No se puede clasificar como fracaso, pero es evidente que el trofeo que más quería la afición era la famosa Orejona, más teniendo en cuenta que solo lo ha podido levantar en una ocasión en los últimos siete años.
Estadística que no le hace mérito al que para muchos es considerado el mejor jugador del mundo.
Pensando en el futuro el Barcelona ha gastado más de US$400 millones en las contrataciones de Dembelé y el brasileño Philippe Coutinho, quien no pudo jugar por haber participado en la Champions con el Liverpool, pero es clave que los dos comiencen a justificar el costo de sus fichajes desde el primer partido de la próxima temporada.
De lo contrario todo el peso volverá a recaer sobre Messi y es evidente que solo con el argentino no es suficiente.
Por lo menos no en Europa.
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