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La increíble historia de Michael Balogun que de traficante de drogas pasó a ser actor en uno de los teatros más prestigiosos del mundo

Michael Balogun tuvo una adolescencia difícil con numerosas entradas a la cárcel por vender droga y otros delitos. Pero un día decidió que su vida tenía que cambiar y que su vocación era actuar. Esta es su historia.

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El británico Michael Balogun pasó la mayor parte de su vida entrando y saliendo de la cárcel por venta de drogas y tenencia de armas de fuego, entre otros delitos.

Mientras cumplía una condena, tuvo la oportunidad de trabajar en la cocina de la Real Academia de Arte Dramático (RADA) de Londres y eso cambió su vida para siempre.

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Fue allí que Balogun descubrió su vocación para la interpretación.

Un camino improbable

Pero nada fue fácil para Balogun.

"Al principio pensé que tenía una vida normal, iba a la escuela y tenía amigos. Hasta que empecé a notar que ciertas cosas no estaban bien. Mi padre no estaba. Mi madre se iba de vacaciones frecuentemente y yo estaba solo con mis hermanas en la casa", cuenta Balogun al programa Outlook de la BBC.

Hasta que un día, cuando tenía unos 7 años, su madre terminó en prisión por vender droga. "Que mi madre fuese a la cárcel fue el fin del mundo para mí", dice.

Y él, desde muy joven, corrió con la misma suerte. "La primera vez que caí en prisión fue por robar porque no tenía que comer".

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Luego hubo varios ingresos a la cárcel por robo y venta de droga.

"Terminar en prisión cuando vives ese tipo de vida es normal. Allí conocí a mucha gente, para mí fue como la universidad del crimen", dice.

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Recuperación fallida

Balogun asegura que intentó muchas veces salir del mundo de la delincuencia.

"En una oportunidad quise recuperarme y me postulé a un trabajo en un banco hasta que eventualmente descubrieron que estuve preso" y perdió el empleo.

Entonces regresó a lo que mejor sabía hacer: vender drogas. "Pero hubo incidentes y termine preso nueve años", le dice a la BBC.

"Cuando miro hacia atrás no puedo creer que yo era esa persona. Lo que hice fue estúpido, peligroso y repugnante y tengo un gran remordimiento", añade.

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Otra oportunidad

Michael Balogun tuvo una segunda oportunidad en la cocina del restaurant Clink en Londres, un espacio en el que se ayuda a presos a desarrollar habilidades culinarias para que cuando dejen la cárcel puedan tener una salida laboral.

El personal está compuesto por prisioneros pero los clientes son personas del público en general.

Y le fue bien, por lo que mientras cumplía el último tramo de su sentencia se le permitió trabajar durante el día en otra cocina, esta vez en la prestigiosa Real Academia de Arte Dramático (RADA) de Londres.

"Nunca había oído de ella", confiesa, pero reconoce que en ese ambiente algo se despertó en su interior.

"De vez en cuando podía ver algún espectáculo, conocí a los estudiantes y los veía actuar. Cada noche volvía a la prisión y les contaba historias a mis compañeros y uno de ellos me dijo: ’Podrías ser un gran actor porque eres muy bueno en la forma en que cuentas las historias’".

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Echarlo a perder

Pero una vez más, hubo otro episodio de autodestrucción en la vida de Balogun.

"Me estaba yendo bien, estaba trabajando, haciendo dinero y me quedaban seis meses para obtener la libertad. Entonces introduje un teléfono en la prisión para hablar con mis amigos en la noche", relata.

Era algo prohibido. Y lo descubrieron.

"A la mañana siguiente no me dejaron salir, tuve que volver a la cárcel normal, me cortaron todos mis privilegios. Estaba destruido y traumatizado". Y empezó a tener episodios de psicosis.

"Me mudaron a una celda individual y ahí tome una decisión. Si no resolvía mi vida esa noche en la cárcel, me ahorcaba".

"Me senté y pensé durante doce horas. Repasé cada evento de mi vida. Recordé a todas las personas que me decían lo bueno que era para actuar, desde la escuela hasta un juez de uno de mis casos".

"Y pensé que algo había en mí, algo que podía ser un talento. Y eso era actuar. Ahí supe qué era lo que tenía que hacer", describe.

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Objetivo

En su estadía en la prisión, una de las psicólogas empezó a llevarle obras de teatro para que las leyera, entre ellas varias de William Shakespeare.

"Veía muchos paralelismos entre mi vida, la de los que me rodeaban y las obras de Shakespeare", cuenta.

En ese momento comenzó a soñar con tomar clases en la RADA.

Sabía que ese camino tampoco sería fácil ya que miles de personas se presentan cada año para ser admitidas y solo eligen a 28 estudiantes.

"No puedo explicarlo, yo solo me veía ahí como alumno", asegura.

Echarlo a perder… otra vez

Cuando Balogun volvió a conseguir la libertad, su propósito era ganar dinero para pagar sus estudios en actuación.

"No sabía que podía pedir un préstamo estudiantil. Así que pensé: vendo drogas por un tiempo, ahorro dinero y luego dejo todo".

Y otra vez volvió a prisión

Ese fue el momento en el que tocó fondo. "Si quiero cumplir este sueño, tengo que dejar ese mundo atrás. Desde ese día, se acabó", asegura.

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Determinación

Después de 6 meses consiguió la libertad y pidió ser admitido en varias escuelas de actuación

"Cuando fui a la audición en RADA, interpreté a Casio en la obra Julio César, de Shakespeare. Era el discurso en el que trata de convencer a Bruto que tiene que matar a Julio César". Pero su actuación no convenció, cuenta.

"Entonces hice Enrique V, (W. Shakespeare). Actué el monólogo como si se lo estuviera contando a mis amigos en prisión y ahí vi como la mujer de la audición me miraba maravillada. Después de eso me ofrecieron un lugar", relata.

Balogun dice que no se sintió cómodo en el primer año en la escuela.

"Estaba junto a un grupo de personas que pasaron muchos años de sus vidas para llegar allí. Tenían experiencia y confianza. Y yo era un poco más viejo que todos, nunca había actuado y estaba en la mejor escuela de arte dramático del mundo".

Pero con el tiempo todo se fue acomodando.

Se graduó en RADA en 2017 y llegó la oportunidad de un primer papel en la obra "Gente, lugares y cosas" (People, Places and Things), del británico Duncan Macmillan y un segundo en Macbeth, de Shakespeare.

Ambas obras las representó en el Teatro Nacional en Londres, uno de los más pretigiosos del mundo.

"Cuando subí al escenario por primera vez recordé esa noche en la que casi me ahorco", asegura.

"Hay muchas circunstancias en la vida que te afectan. Pero llegan momentos en los que tienes que tomar la responsabilidad".

"Pero creo que la imaginación es poderosa y ahí es donde está la magia. La magia está dentro de ti".


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