Algunos lo llaman el "Henry Ford chino" por la manera en que ha revolucionado la industria automotriz de su país.
Se trata de Li Shufu, uno de los 10 hombres más ricos de China, quien recientemente se convirtió en el mayor accionista del grupo alemán Daimler, matriz de Mercedes-Benz.
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Y no es la primera vez que el dueño de Geely, el mayor fabricante de autos en China, hace una jugada comercial de esta envergadura.
Hace siete años adquirió gran notoriedad pública cuando compró la sueca Volvo. También es dueño de LEVC (fabricante de los taxis londinenses) y principal accionista de la marca de lujo Proton y la marca de automóviles deportivos Lotus.
Miembro del Partido Comunista y delegado de la Conferencia Consultiva Política del Pueblo Chino, Li es parte de la camada de empresarios chinos que creció bajo el rigor de Mao Zedong y aprovechó las oportunidades que se presentaron con la apertura al exterior iniciada por Deng Xiaoping en la década de 1980.
"Li es un emprendedor que impulsó Geely con muy poco capital y sin ayuda del gobierno", le dice a BBC Mundo Crystal Chang, investigadora del Programa de Estudios Globales de la Universidad de California en Berkeley, Estados Unidos.
"Nadie se habría imaginado que un día terminaría comprando una marca europea como Volvo", y que ahora se convertiría en el accionista mayoritario de Daimler, señala Chang.
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El empresario es visto -a nivel nacional y en el extranjero- como el hombre que nació en una modesta familia de una zona rural y que creó un imperio económico gracias a su propio esfuerzo.
Un esfuerzo que según analistas, recibió el apoyo gubernamental necesario para que el negocio prosperara.
"Li se llevaba bien con Xi Jinping cuando éste fue el secretario general del partido en la provincia de Zhejiang entre 2002 y 2007", dice Willy Lam, profesor adjunto de la Universidad China de Hong Kong, en conversación con BBC Mundo.
Además de sus negocios, también son conocidos los textos de Li con tintes poéticos.
"El invierno se va, la primavera llega. Tranquilamente nos recogemos al trabajo. No discutan, no hagan ruido. Apoyen las marcas chinas. Vientos de Europa y América, olas de Japón y Corea. ¿Por qué tenemos que venerar las cosas extranjeras? Los autos chinos vuelan incluso más alto. Luchen valientemente por una década para hacer grandes cambios", se lee en uno de ellos.
Con una bicicleta y una cámara fotográfica
Hijo de agricultor, nació en 1963 en una aldea cerca de la ciudad de Taizhou, en la provincia de Zhejiang, cuna de muchos emprendedores que con el tiempo se hicieron millonarios.
"No podíamos comprar juguetes. Nunca imaginé que podía hacer un auto de verdad", dijo Li en una entrevista con la revista Forbes.
Cuando tenía 18 años decidió salir a probar fortuna en otros pueblos. Compró una bicicleta y una vieja cámara fotográfica y con ella se puso a fotografiar turistas en sitios populares, multiplicando sus ahorros en pocos meses.
Más tarde abrió un estudio fotográfico y se dio cuenta que podía extraer pequeñas cantidades de plata y oro de máquinas abandonadas, utilizando los conocimientos que había adquirido cuando entraba al cuarto oscuro a revelar los rollos fotográficos, según ha contado el propio Li.
El primer automóvil
Pero como había mucha competencia, rápidamente buscó otro rubro para hacer negocios. Con un préstamo de su padre, a los 23 años fundó Geely, una empresa que fabricaba refrigeradores y repuestos.
Una vez más le tocó enfrentar duros competidores y las cosas comenzaron a ponerse difíciles.
En una entrevista con el periódico Financial Times, Li dijo que los problemas comerciales, sumados a otras situaciones como la Masacre de Tiananmen en 1989, le hicieron decidir que "era un buen momento para tomar un descanso".
El negocio quedó en manos del gobierno local y él se fue a estudiar ingeniería a la universidad.
Después de unos años volvió a emprender en el rubro de la construcción y luego en la fabricación de motocicletas. Hasta que finalmente llegó a lo que sería el negocio de su vida: la industria automotriz.
Después de varios intentos fallidos, incluyendo coches que fueron a parar directamente a la basura, en 1998 Geeley (que en mandarín significa "afortunado") sacó al mercado su primer automóvil.
De ahí en adelante las ventas no pararon de crecer.
Geely es actualmente la mayor empresa automotriz privada de China y la fortuna estimada de Li Shufu ronda los US$18.100 millones, según Forbes.
El golpe maestro a nivel internacional se produjo cuando Li compró Volvo en 2010. Y el último capítulo de esta saga se acaba de escribir hace unas semanas cuando el magnate invirtió US$9.000 millones en Daimler y se convirtió en el mayor accionista del ícono alemán.
"Un ojo atento"
¿Fue una operación comercial como cualquier otra? No precisamente. La inversión de Li generó inquietud en Alemania por la influencia que pueden llegar a tener las empresas chinas en las economías europeas.
Generó tanta inquietud, que el propio gobierno alemán salió a decir que tendría "un ojo atento", en respuesta a la preocupación que existe sobre cómo China está buscando tener acceso a las innovaciones tecnológicas que se han desarrollado en Europa.
Pero en una entrevista con el canal de televisión chino CCTV, Li no hizo mucho por apaciguar estos temores.
"En esta inversión en particular, nuestro principal objetivo es apoyar el crecimiento de la industria automovilística china a través del crecimiento de Geely para servir nuestras estrategias nacionales", dijo Li.
Autos voladores
El debate se produce justamente cuando China es considerado el mercado futuro más importante de la industria automotriz mundial y cuando la carrera por dominar la fabricación de autos eléctricos avanza a toda velocidad.
Y Li es el hombre al que muchas empresas -locales y extranjeras- están mirando como si fuese el oráculo que fija el camino comercialmente más rentable.
Esta es una imagen que le favorece enormemente a diferencia de lo que le ha ocurrido a otros empresarios chinos con inversiones internacionales a los que el gobierno les ha puesto la mano encima por presuntos delitos financieros, como es el caso del director ejecutivo del gigante financiero Anbag, Wu Xiaohui.
"Los movimientos del gobierno están dirigidos hacia los grandes conglomerados que realizan compras en una amplia gama de sectores", dice el corresponsal de la BBC Simon Atkinson.
Pero claramente el dueño de Geely no forma parte de ese grupo.
"Las adquisiciones de Geely encajan con el objetivo de Pekín de convertirse en un líder mundial (si no "el" líder mundial) de autos eléctricos, autónomos y hasta de los autos que pueden volar", dice el profesor Willy Lam desde Hong Kong.
Li es un magnate que, a sus 54 años, aún tiene una larga carrera por delante para hacer nuevas inversiones internacionales y consolidar su imperio automotriz, que incluye la posibilidad futura de construir autos voladores.
"No quiero dejar de soñar porque los sueños son la base del negocio", ha dicho el empresario.
No en vano le dicen el "Henry Ford" chino y más recientemente le han puesto el apodo del "Elon Musk asiático", un multimillonario que probablemente no va a escatimar esfuerzos para estar entre los líderes que se están disputando el futuro de la industria automotriz.
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