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Qué es la "diagnosis en lienzo" y la sorprendente manera en la que ayuda a descubrir enfermedades

A veces es un pasatiempo irresistible, pero esta técnica tiene también fines prácticos: informar sobre el pasado y entrenar el ojo para aprender el indispensable arte del diagnóstico.

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El cuadro que ves arriba se llama "Un sátiro se apiada de la muerte de una ninfa" y en él el artista italiano Piero di Cosimo (2 de enero de 1462-12 de abril de 1522) muestra la muerte de Procris, la hija del rey de Atenas, a quien su esposo Céfalo mató accidentalmente durante una cacería de venados.

No obstante, visto con ojos de médico, es algo muy distinto.

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Es un asesinato.

En las manos de Procris se ven laceraciones profundas, que indican que trató de defenderse de un atacante que tenía un cuchillo.

Además, tiene una herida en la garganta y su mano izquierda está doblada hacia atrás, en una posición típica de alguien que ha sufrido una lesión grave en los puntos C3 y C4 del cordón cervical. El daño a los nervios hace que la muñeca se flexione y que los dedos se curven de esa manera.

En conclusión, se trata de la imagen de una mujer a la que le cortaron la garganta después de que intentó desesperadamente defenderse de una asesino con cuchillo.

Eso es diagnosis en lienzo: identificar las condiciones médicas que afligían a los artistas o a los modelos de las grandes pinturas de la historia.

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En este caso, probablemente Cosimo fue al depósito de cadáveres en busca del cuerpo de una mujer joven para ilustrar la tragedia de la que Ovidio escribió, y pintó fielmente a la desafortunada modelo que encontró.

De pasatiempo a registro histórico

Para algunos doctores el diagnóstico de lienzo es un pasatiempo, un impulso irresistible.

"Lo hacemos por curiosidad intelectual. Es como resolver un rompecabezas o una historia de detectives’’, le dijo el reumatólogo Richard S. Panush al diario estadounidense The New York Times en 1990, poco después de la publicación del artículo "Pistas sobre la historia médica de Corot en pinturas", en la Revista de la Asociación Médica Estadounidense.

Pero tiene también fines prácticos.

Uno de ellos es que puede proporcionar una idea del desarrollo o la prevalencia de ciertas enfermedades en la historia.

Recientemente, por ejemplo, Raffaella Bianucci y Antonio Perciaccante publicaron en la revista médica The Lancet ejemplos de cáncer de mama en dos pinturas del Renacimiento.

Los encontraron mientras trabajaban en un proyecto cuyo objetivo es detectar las representaciones pictóricas de diferentes tipos de condiciones patológicas en las obras de arte.

Se cree que son las representaciones más antiguas de la enfermedad que se han encontrado hasta el momento.

El hallazgo se suma a otros que contradicen la percepción de que el cáncer es una enfermedad moderna, producto del estilo de vida y otros factores que trajo la industrialización: al parecer era común desde la antigüedad.

Así como éste, hay otros estudios que alimentan el conocimiento de la medicina valiéndose de la afinidad entre los artistas y los especialistas en el diagnóstico: tanto los unos como los otros observan los detalles más mínimos y reveladores que comúnmente pasan desapercibidos.

De esa manera se han podido identificar, por ejemplo, trastornos genéticos en culturas antiguas culturas representados con impresionante precisión anatómica en el arte de América Central, Egipto y otros lugares.

Y las pinturas no sólo muestran enfermedades en los modelos sino también en quién pinta.

Uno de los ejemplos más conocidos en este tipo de análisis es la propuesta de los médicos de que las cataratas casi cegadoras de Claude Monet y su eventual cirugía ocular influyeron profundamente en la evolución de su serie de nenúfares.

Las pinturas del fundador de Impresionismo francés se oscurecieron más y más a medida de que avanzaba su aflicción hasta que le operaron las cataratas y sus obras volvieron a brillar.

Un caso como el de Monet sirve para la otra función del diagnóstico en lienzo: entrenar el ojo.

Diagnosticar es un arte

¿Qué pueden tener en común la esclerosis múltiple, la enfermedad de Crohn, la enfermedad de Lyme, el autismo, la endometriosis, la pancreatitis crónica, la artritis reumatoide y las alergias?

Son algunas de las muchas enfermedades que aparecen si buscas en Google "¿por qué es tan difícil diagnosticar…?".

Tantos estudios sobre el tema denotan preocupación pues, como resaltó el famoso doctor estadounidense Andrew Weil, "el paso más importante hacia la curación es tener el diagnóstico correcto".

Sin embargo, no sólo varias condiciones comparten síntomas sino que, a menudo, lo único que los médicos tienen para juzgar en primera instancia es lo que los pacientes les dicen. Y dado que expresar sensaciones es difícil para muchos de nosotros, se ven obligados a interpretar.

Y sobre todo a observar.

Es por eso que el eminente oncólogo Michael Baum recibía regularmente a los pacientes en unas salas que no eran del hospital, sino de la Galería Nacional de Londres, donde —si miras con ojos de doctor— descubres en obras muy apreciadas y conocidas facetas fascinantes.

Cuadros como "Una alegoría con Venus y Cupido", también llamado "Alegoría del triunfo de Venus", del italiano Agnolo Bronzino Ponticelli (17 de noviembre de 1503-23 de noviembre de 1572), es uno de los más destacados representantes del manierismo.

"Puede haber sido encargado para excitar", le dijo Baum al diario británico The Guardian en 2011."Pero representa algo muy diferente. Es una advertencia expresa sobre los peligros de la sífilis".

De hecho, fue uno de los estudiantes de Baum, Christopher Cook, quien desglosó el simbolismo subyacente en la obra en un trabajo que publicó en la revista de la Real Sociedad de Medicina de Reino Unido.

Y el texto comienza así: "En los 50 años anteriores a la concepción de "Una alegoría con Venus y Cupido", Europa conoció una nueva enfermedad, la sífilis".

Las imágenes pintadas alrededor de Cupido y Venus son cruciales.

Mira en la parte izquierda superior: aparece el perfil de una mujer sin la parte posterior, indicando que ha perdido la razón.

Debajo, un hombre sin dientes se agarra la cabeza; sus dedos enrojecidos y su cabello desigual también son síntomas de sífilis.

"La obra puede parecer erótico, pero en realidad pretende ser una advertencia sobre los peligros de las enfermedades sexuales", concluye.


"Una mujer mayor" o "La duquesa fea", del pintor flamenco Quentin Massys (1513)

En contraste con la mayoría de las obras renacentistas, esta figura es notable por su aspecto grotesco.

Se pensó que era un comentario burlón sobre las mujeres mayores que llegan a extremos ridículos para recrear su juventud, pero para Baum se trata de una mujer que padecía una rara afección médica.

Los ojos hundidos, las manos deformadas, la distancia inusual entre el labio superior y la nariz, las fosas nasales distorsionadas y otras características son consistentes con la osteítis deformante o enfermedad de Paget, un transtorno inflamatorio del tejido óseo metabólico de causa desconocida, señaló el doctor.

"Los embajadores", de Hans Holbein el Jóven (1533)

"No hay nada médico aquí, pero las técnicas necesarias para decodificar el trabajo son similares a las necesarias para desentrañar las afecciones médicas", explicó Baum.

Lo que revela el mensaje de la pintura es el pequeño crucifijo en la parte superior izquierda y los instrumentos que están entre los dos hombres.

Todo apunta a la Pascua de 1533 que se pensaba era la fecha de la Segunda Venida.

El cuadro advertía del sufrimiento que le esperaba a quienes se separaran de la iglesia de Roma antes de ese día, incluido Enrique VIII.

"La razón principal para mostrar este trabajo a los estudiantes de medicina es enfatizar la importancia de una buena observación y estar atentos a las pistas", señaló Baum.

"Los síntomas de una enfermedad a menudo son confusos, y es vital tomar nota de todo lo que se presenta. Respecto a eso, Holbein nos dio una lección a todos".


¿Pero puede realmente el arte enseñarle algo a los médicos modernos?

Podría pensarse que no, particularmente en esta época en la que otro tipo de imágenes, las que produce la tecnología de punta, ayudan a ver lo que nunca antes se había visto.

No obstante, son precisamente esas imágenes que ayudan a los médicos a diagnosticar las que han hecho que parezca que ya no hay tanta necesidad de observación.

Ante eso, existe entre muchos la preocupación de que esa habilidad de observar y sacar conclusiones a partir de ello desaparezcan.

En lugar de la investigación a través de los sentidos, señalan varios especialistas, cada vez se invierte menos tiempo hablando con el paciente, y se gasta en cambio haciendo análisis costosos que podrían haberse evitado con la tradicional observación.


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