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Idaho, el estado que se convirtió en una "utopía blanca" para los conservadores que huyen del oeste liberal de Estados Unidos

Idaho, Utah y Nevada son los tres estados estadounidenses que crecen a mayor velocidad. En el caso concreto de Idaho, una de las razones que explica este crecimiento es la masiva llegada de residentes de California. Pero ¿por qué se trasladan?

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Michelle Rene Garcia tenía a su bebé en brazos cuando oyó el insistente zumbido de un helicóptero sobre su casa.

Lo colocó en su sillita y salió al patio trasero para ver qué pasaba. Estaba oscuro, pero pudo ver a un hombre que se escondía de la policía.

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Ni a ella ni a su hijo les pasó nada, pero fue entonces cuando decidió que su familia tenía que dejar Los Ángeles, en California, Estados Unidos, y encontrar un lugar más tranquilo y seguro para vivir.

Pocos años después de aquel incidente, en 2006, el matrimonio Garcia se trasladó con sus tres hijos a Coeur d’Alene, una pequeña ciudad en el norte de Idaho, un estado del noroeste de EE.UUU., y nunca más miró hacia atrás.

Como ellos, miles de californianos han hecho esa travesía en las últimas décadas.

BBC Mundo viajó hasta allí para averiguar por qué.

¿Tierra de papas?

Lo primero que dice la mayoría de estadounidenses cuando mencionas Idaho es que allá tienen muy buenas papas. Es el símbolo del estado, e incluso luce orgulloso en las placas de muchos de sus autos.

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Pero Michelle Garcia lo matiza en cuanto nos sentamos a conversar.

"Las papas son del sur del estado", dice. "Allí la tierra es llana. Los inviernos y la vida quizá son más fáciles, pero el paisaje es mucho menos hermoso y la gente es menos divertida".

Esta distinción entre norte y sur no es un capricho de Garcia.

El norte de Idaho no es un estado propio como lo son Dakota del Norte o Virginia Occidental, pero podría serlo, dado el contraste tan fuerte que tiene con el sur.

Es tierra de montañas, arboledas y extensos lagos; sus habitantes presumen de ser amistosos sin entrometerse en los asuntos de los demás.

El éxodo hacia el norte

El sur de California se vio envuelto en una serie de problemas a principios de los años 90: una dura recesión económica, un terremoto y los choques raciales de 1992 en Los Ángeles tras la absolución de los policías que fueron grabados en video golpeando al taxista Rodney King.

La combinación de estos factores marcó el comienzo de un éxodo que todavía hoy es muy palpable: basta preguntar al azar en un comercio y enseguida aparece alguien originario de California.

Aunque la mudanza no se deba en todos los casos a una cuestión ideológica, muchos de los californianos que llegan a Idaho son conservadores que vienen en busca de algo que creen perdido.

Huyen de un estado que, para ellos, se ha convertido en un lugar demasiado progresista, demasiado caro y, lo más importante, demasiado peligroso.

"Muchos dicen que el condado de Kootenai, al que pertenece Coeur d’Alene, se convirtió en su idea de la ’tierra de Dios’, una utopía, un refugio en un mundo que se ha vuelto del revés", señala Steve Wilson, el presidente de la Cámara de Comercio de la ciudad.

Para Garcia, el motivo del cambio fue la "necesidad de tener un ritmo de vida más lento, menos costoso y en plena naturaleza".

En busca de la utopía

El concepto de tierra prometida o utopía se repite en varias de las conversaciones con los residentes de este pintoresco lugar de apenas 45.000 habitantes, con un centro formado por tres o cuatro calles principales en las que todavía quedan restos de luces navideñas.

El periodista y escritor afroestadonidense Rich Benjamin fue más allá y describió a Coeur d’Alene como una "blantopía" (una utopía blanca).

Para Benjamin, una ciudad debe reunir tres características para encajar en este concepto:

  1. Su población tiene que haber crecido más de un 6% desde el año 2000.
  2. El 90% de ese crecimiento poblacional lo deben constituir migrantes blancos.
  3. Tiene un encanto social y cultural indiscutible.

En su trabajo investigativo que dio como fruto el libro Searching for Whitopia ("En busca de la utopía blanca"), Benjamin concluyó que el norte de Idaho, Coeur d’Alene en concreto, responde a estos tres elementos.

Sin embargo, las personas con las que me encuentro no están cómodas con este concepto de utopía blanca por su connotación racial.

"Al principio sí estuve preocupada por mi apellido", apunta Michelle Garcia. "Lo tengo por mi esposo. Y sobre todo me preocupaba por cómo tratarían a mis hijos en el colegio".

"Pero nunca hemos tenido problemas. Hay diversidad, lo de los supremacistas es cosa de los 90. Mis hijos nunca lo han visto".

A su lado, su hija mayor, Janice, de 19 años, asiente con una sonrisa.

"La verdad es que no es un tema del que se hable. Yo no percibo discriminación racial", expone.

"Cada curso he notado que hay más mezcla en los colegios y nosotros los jóvenes creo que somos socialmente más conscientes".

Naciones Arias en el norte de Idaho

Los supremacistas a los que se refiere Michelle Garcia son los miembros del grupo neonazi Aryan Nations (Naciones Arias), que hasta comienzos de los 2000 tenían su sede a las afueras de Coeur d’Alene, en un gran complejo en medio de la naturaleza.

El reverendo cristiano Richard Butler lo fundó en los años 70 y se mantuvo al frente hasta que en 2001 el grupo cayó en bancarrota tras perder un juicio por una demanda interpuesta por el Centro Sureño de Legislación sobre Pobreza.

La actividad de los supremacistas prácticamente desapareció después de la sentencia. Butler murió poco después, en 2004, y el complejo fue reconvertido en un parque para la paz.

Todavía hay personas que dicen haber retomado el liderazgo del clan ario, pero en opinión de Ed Santos, propietario de un centro de tiro en la vecina Post Falls, "son cuatro o cinco locos que salen a veces con una pancarta".

"El tema de la supremacía blanca era un problema cuando estaba la organización Naciones Arias. Ya no está. La mentalidad aquí es tradicional y conservadora, sí, pero no somos racistas", subraya.

El amor a las armas

Lo que Santos no niega es la pasión por las armas que existe no sólo en Coeur d’Alene o en Post Falls sino en todo el estado de Idaho.

Este hombre grandullón originario de Massachussetts es un militar retirado que durante 30 años soñó con abrir un centro como el que dirige, Center Target Sports, donde vende armas de todo tipo.

El local cuenta con un campo de tiro en el que Santos ofrece clases para educar a las personas en el manejo de las armas de fuego y otros instrumentos de seguridad personal.

"Este es un lugar muy familiar", explica Santos. "He tenido 25.000 estudiantes, especialmente mujeres. Disparar un arma no es como se ve en la televisión o las películas", añade.

Santos insiste en que su prioridad es la educación y su compromiso lo tiene con la comunidad.

El debate sobre el control de armas está tristemente de actualidad tras el tiroteo en una escuela de Florida el Día de San Valentín que dejó 17 muertos.

Pero para Santos la solución no está en restringir el uso de las armas, sino en mejorar la atención de salud mental y en garantizar la seguridad de los ciudadanos.

"No son las armas, son las personas", dice Santos en consonancia con el discurso de los defensores del derecho a portar armas.

"Cada vez hay más gente que asume la responsabilidad de su propia seguridad, sobre todo mujeres, y nosotros les damos la formación y entrenamiento que necesitan", indica.

Uno de sus clientes es Joe, un hombre de San Diego, California, que hace 10 años se trasladó a Idaho. En parte lo hizo por la política sobre armas.

"Soy cazador y en California cada vez hay más regulaciones y restricciones. No me gustaba para nada", señala abiertamente.

Según su experiencia, Idaho y California se encuentran en extremos opuestos en cuanto a la legislación sobre armas.

La relación especial de Idaho con las armas se refleja en una curiosidad adicional: la afluencia masiva de agentes de policía retirados de California que se han instalado en Coeur d’Alene y alrededores.

Falta de oportunidades

No todo es paradisíaco en la "tierra prometida".

Para empezar, la constante llegada de californianos ha encarecido el nivel de vida y esto ha despertado cierto recelo por parte de los nativos.

"Muchos californianos venden sus casas a precios de allá y vienen con mucho dinero, lo que hace que el valor de las propiedades suba", confirma Christy Markham, que trabaja en el centro comunitario de Coeur d’Alene.

Markham es madre de tres niños y añade que no hay tantas posibilidades de hacer actividades con los pequeños como en su California natal.

Los empleos tampoco abundan, reconoce Michelle Garcia, aunque confía en que cuanto más se afiance el trabajo desde la casa, la situación mejorará.

Pequeño Silicon Valley

Ese cambio llegará de mano de los avances tecnológicos y si hay una persona en Coeur d’Alene que representa este cambio es Nick Smoot, un joven de 35 años que dirige Innovation Colective, un proyecto a la altura de las ideas más revolucionarias de Silicon Valley.

Smoot nació y creció en Coeur d’Alene, pero se marchó y vivió en varias ciudades, entre ellas Los Ángeles.

Ya casado, decidió regresar, con su esposa y sus dos hijos pequeños.

Les motivó el deseo de tener mejor calidad de vida y, como expresa Smoot, "salir de la carrera de ratas de la gran ciudad".

"Los humanos estamos muy solos. Nos faltan amigos. Yo quiero que las personas se relacionen, que compartan, que hablen. Eso es lo que me mueve", explica apasionadamente.

Smoot quiere despojar a Coeur d’Alene de la etiqueta de destino para conservadores y convertirla en la ciudad de la innovación donde todos tengan la opción de desarrollar su creatividad y talento.

"Los humanos fuimos hechos para las relaciones y la creación".

Algo que, según Smoot y muchas de las personas que he conocido en esta visita, se desarrolla con más facilidad en un entorno como el que ofrecen Coeur d’Alene y el norte de Idaho.


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