Imaginen un país diminuto, de menos de dos kilómetros cuadrados, con un sol radiante que baña sus tranquilas calles. Un país en el que no hay basura en las calles ni impuestos sobre los ingresos.
Un lugar en el que las carreras de bólidos y navegar en yate son el pasatiempo nacional y la gente prefiere el helicóptero a un vulgar taxi para sus desplazamientos.
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Ahora imaginen que uno de cada tres residentes allí es millonario.
Este pequeño oasis se ha convertido de hecho en un imán tan atractivo para los superricos que quieren mudarse a sus soleadas orillas en el mar Mediterráneo, que las autoridades locales han tomado una decisión radical y permitirán la construcción de islas artificiales en el mar para que vivan allí.
Aunque suene demasiado grotesco para ser real, un lugar así existe en lo alto de los pintorescos barrancos de la Riviera francesa.
Es el minúsculo Principado de Mónaco, el gran foco de millonarios del mundo, con mayor proporción de ellos que ningún otro estado.
Zona de recreo de millonarios
Si uno maneja a lo largo de la costa mediterránea francesa, se encuentra con playas de guijarros salpicadas de sombrillas que resisten a un sol radiante para el que los cipreses no son parapeto suficiente.
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Pero entonces, en medio de la nada, unas torres de hormigón rompen la somnolienta rutina del paseo marítimo. Cuando distingues los rascacielos resplandecientes, los Bugatis rugiendo a toda velocidad y su casino mundialmente famoso, sabes que has llegado a la ciudad-estado de Mónaco.
Con la densidad de población más alta del mundo y la reputación de ser la zona de recreo de los ricos más ricos, en los últimos años la demanda de propiedades se ha disparado.
Pero no son solo las vistas al mar lo que atrae a los compradores. Resulta que esta especie de principado de bolsillo es también un paraíso fiscal.
Oliver Williams, responsable de la consultoría WealthInsights, analiza estadísticas sobre la circulación global de la riqueza y subraya que no es un secreto que la gente se muda a Mónaco por motivos financieros.
"No hay impuesto sobre los ingresos, ni tampoco para la mayoría de los negocios que realizan en Mónaco la mayor parte de su actividad, y esa es la razón por la que encontramos gente que quiere instalarse aquí".
"La otra es, simplemente, su estilo de vida", dice.
Cada vez más ricos
Más de un 30% de los alrededor de 38.000 habitantes de Mónaco son millonarios, de acuerdo con los datos de Williams. En sus estudios sobre la concentración de los grandes patrimonios, aparecen por detrás algunas ciudades suizas como Zúrich o Ginebra.
Se prevé que ese número va a aumentar. Según la agencia de análisis del mercado inmobiliario Knight Frank, en los próximos 10 años habrá 16.100 millonarios en cola para adquirir su trozo del pequeño país.
Por ahora tendrán que esperar porque no queda espacio.
Knight Frank muestra que el mercado inmobiliario monegasco es ahora el más caro del mundo, con precios que oscilan entre los 53.000 euros (US$67.000) y los 100.000 euros (US$142.000) por metro cuadrado.
Los 2,02 kilómetros cuadrados de Mónaco están abarrotados. Se trata del segundo país más pequeño del mundo, después de El Vaticano, y el espacio disponible para edificar ya ha llegado a su límite, con casas excavadas en las faldas de las montañas, bloques de apartamentos que casi llegan hasta el cielo y hasta viviendas subterráneas.
Así que, en un intento de satisfacer las demandas de su nueva tribu de superricos, el príncipe Alberto II, ha dado su consentimiento a un ambicioso proyecto para ganarle tierra al mar.
El gobierno monegasco supervisa el proyecto e inversores privados pagan por las obras y venderán las propiedades allí construidas.
El proyecto de extensión urbana, de una inversión estimada de US$2.100 millones, sumará 15 acres de tierra al Principado hasta 2026. Bautizado como Cala Portier, incluirá un puerto con capacidad para 30 buques, un parque ajardinado y edificios residenciales de lujo.
Pero la construcción de todo esto implica un esfuerzo hercúleo. Hay que colocar bajo el mar lo que se conoce como cajones hidráulicos, unos enormes bloques de cemento, luego vaciar el agua de la zona circundante y rellenarla con arena importada desde Sicilia, Italia; todo para crear una masa artificial de tierra que sobresalga hacia el mar.
Y una expansión de este calibre no se lleva a cabo sin costos. Aunque las constructoras Bouygues y Travaux Publiques, que llevan a cabo el proyecto planean reubicar la flora y fauna marina afectadas en otras zonas protegidas, y desarrollar mediante impresión 3-D arrecifes artificiales, hay riesgos.
Peligros para el medio ambiente
Los expertos en vida submarina indican que no importa cuán cuidadosos sean los trabajos y que construir islas artificiales tendrá un impacto directo en el ecosistema.
Se estima que en las aguas que van a ser desecadas viven cientos de tipos de algas y miles de organismos marinos. Los ambientalistas advierten de que no hay manera de proteger la frágil biodiversidad del área ante un proyecto de tal magnitud.
La extensión de tierras no es nada nuevo en Mónaco, que ya ha ampliado su territorio un 20% desde 1861, pero ahora ni siquiera las aguas profundas son un límite para la demanda inmobiliaria.
Incluso un príncipe como Alberto II, que ha dado muestras de su sensibilidad medioambiental al manejar un carro eléctrico y donar grandes cantidades a la protección de la naturaleza a través de su fundación, se ha mostrado abierto a la posibilidad de la expansión territorial de su país en contra de las preocupaciones de los ecologistas.
El único obstáculo para Cala Portier es que las constructoras deben presentar unos certificados internacionales de sostenibilidad.
Se espera que el proyecto marque el rumbo a seguir por otros países en el futuro.
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