La "campana de Hitler", de la iglesia protestante de St. Jacobs, había marcado las horas en el pueblo de Herxheim am Berg desde 1934.
Nadie en esa localidad del suroeste de Alemania parecía incómodo con la pieza de bronce, que lleva una esvástica y las palabras "Todos por la Patria – Adolf Hitler" en alto relieve.
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Pero una exorganista de la iglesia, Sigrid Peters, se quejó en junio de 2017. El hasta entonces discreto pueblo empezó a resonar en los medios de comunicación por la noticia.
Algunos feligreses se alarmaron al descubrir que se habían casado o que habían bautizado a sus hijos bajo la "campana del Führer".
La iglesia de St. Jacobs pidió deshacerse de la campana, puesto que era un recordatorio del oscuro pasado de la nación.
Algunos residentes sostuvieron que remover la reliquia de 240 kilos borraría parte de la historia de la ciudad.
El entonces alcalde de Herxheim, Roland Becker, dijo a la cadena alemana Deutsche Welle (DW) que la existencia de la campana ya era "ampliamente conocida desde antes" que sonara en los medios.
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"No había problemas antes y tampoco habrá problemas en el futuro", dijo.
Pero el debate se agitó tanto, que algunos residentes llegaron a acusar a Becker de elogiar a Hitler, según DW.
El alcalde negó esta acusación, pero renunció a su cargo en setiembre de 2017.
Votación
Mientras tanto, la decisión de conservar o desechar la campana pasó al consejo del pueblo.
La campana dejó de sonar en septiembre pasado y se utilizó una de reemplazo mientras se esperaba una resolución.
Hasta que finalmente esta semana, el consejo votó 10 a 3 a favor de mantener la reliquia como "una fuerza para la reconciliación y como un recordatorio contra la violencia y la injusticia".
La decisión de conservar la "campana de Hitler" fue recibida con aplausos de muchos miembros de la comunidad, informa la agencia de noticias alemana DPA.
Pero no todos quedaron contentos. A algunos residentes les preocupa que la campana pueda dañar la reputación de la iglesia o atraer grupos neonazis a la aldea.
Las últimas noticias de este pueblo de 750 personas han reavivado el debate sobre cómo Alemania debería manejar las imágenes y los símbolos nazis.
El nuevo alcalde de Herxheim, Georg Welker, dijo que era mejor que la campana se quedara escondida en el campanario a que "colgara en algún museo donde cualquiera podría tomarse un selfie".