Los dos gigantes de Asia se miran con recelo.
Son los países más poblados del mundo, dos de las economías más grandes del planeta, comparten fronteras, tratados y recursos… pero India y China tienen una complicada y (muchas veces) tensa relación.
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Desde hace más de medio siglo, los conflictos territoriales son la piedra en el zapato de los vínculos bilaterales.
Ambos países pugnan por las regiones de Aksai Chin y Arunachal Pradesh y las disputas por quién controla esos y otros puntos fronterizos han terminado en tres costosas guerras (1962, 1967 y 1987).
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Pero si en los últimos años los crecientes lazos diplomáticos y económicos han solapado el conflicto, un nuevo foco de tensiones se ha destapado en los últimos tiempos por otra zona estratégica: el océano Índico.
"Pekín, tradicionalmente, consideró al Pacífico, incluido el Mar del Sur de China, como su ´patio trasero´ y su esfera de influencia; mientras que India veía el sur de Asia y el Índico como su ´reserva exclusiva´. Ahora ese panorama está cambiando", explica a BBC Mundo T. V. Paul, profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad McGill, en Canadá.
De acuerdo con el académico, especialista en relaciones sino-indias, a medida que el poder de los dos Estados ha aumentado, las concepciones de orden y control estratégico regional también han cambiado.
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"Ahora tenemos un panorama en el que China entra a la región del Índico. Pero India busca llegar también al Pacífico, a la vez que refuerza su poder en el Índico, consolida sus relaciones estratégicas con Estados Unidos y otros países de la región y aumenta su presencia naval", comenta Paul.
El más reciente capítulo de esta expansión marítima india tuvo lugar a finales de enero pasado, cuando Delhi firmó un acuerdo con el remoto archipiélago de Seychelles para construir una base en la isla Asunción.
El tratado, que llevó dilatas negociaciones entre los dos países, le otorga a India una posición estratégica en un enclave que se ubica a menos de 2.000 kilómetros de las costas de África.
"Es una de las señales de los últimos tiempos que muestran que la rivalidad entre India y China ha tomado una nueva y mayor dimensión", opina Paul.
Pero ¿qué importancia tiene el control del océano Índico para ambas naciones?
Los orígenes de la disputa
Según el especialista, estamos en un momento en el que las dos potencias se están disputando la hegemonía sobre un océano con una importancia estratégica.
"Por un lado, tenemos que desde la llegada de Xi Jinping al poder, China está consolidando su visión de convertirse en la mayor potencia global. Por el otro, está el deseo de India, bajo el gobierno de Narendra Modi, de ser reconocido como una potencia en ascenso. En ese contexto, el océano Índico resulta fundamental a esos intereses", comenta.
Y es que por esta inmensa masa de agua, solo en 2016 navegaron 40 millones de barriles de petróleo por día, poco menos de la mitad del suministro diario mundial del crudo, según la Administración de Información Energética de Estados Unidos (EIA).
Por sus rutas marítimas circula, además, la mayor parte del comercio entre Asia y África, Australia, Oriente Medio y gran parte de Oceanía e, incluso Europa.
Pero para India el interés va mucho más allá.
En este país, que tiene 7.500 kilómetros de costa en el Índico, cerca del 95% de su comercio, por volumen, y el 70%, por valor, proviene de este océano, de acuerdo con datos del Ministerio indio de Navegación.
Pero si hasta hace un tiempo India era la potencia con mayor comercio y control sobre las rutas marítimas de este océano, en los últimos años, el interés de China en esa área ha despertado los temores de Delhi.
China mira al Índico
En 2013, China anunció su nueva "Ruta de la Seda", un proyecto que, entre otras cosas, prevé acortar las vías marítimas a través del océano Índico con un canal por tierra a través de Pakistán, una nación que tiene un conflicto histórico con India.
"Esta propuesta daría a Pekín un acceso directo hacia la región del Golfo Pérsico y Medio Oriente, que antes era más favorable a India, y una posición ventajosa para tener mayor influencia en África, así como en el sur y centro de Asia", explica Paul.
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Pero no quedó ahí.
Tres años después, China estableció su primera base militar en el extranjero y lo hizo en Djibouti, cerca del estrecho de Bab el-Mandeb, la zona donde se encuentran dos de las rutas marítimas más transitadas del mundo y una de las tres arterias más importante del comercio en el Índico, según datos de MarineTraffic, una web especializada en estadísticas de tráfico marítimo.
Y por si fuera poco, varios meses después, el gobierno de Xi Jinping firmó un acuerdo para controlar por 99 años el puerto Hambantota, en Sri Lanka, a poco más de 20 kilómetros de la vía marítima que une el Estrecho de Malaca con el Canal de Suez, la ruta principal del comercio en este océano, de acuerdo con MarineTraffic.
Paradójicamente, en un inicio el proyecto de reforma del puerto se le ofreció a India, que lo rechazó por considerarlo inviable en una de las zonas más afectadas por el tsunami de 2004.
Sin embargo, China vio en él la posibilidad de contar con una presencia considerable en un escenario donde estuvo tradicionalmente ausente.
"Es sin dudas una nueva estrategia que causa preocupación en India, que no tiene los recursos con los que cuenta China. Y lo que más preocupa, es que no solo se trata de un mayor control económico.
Mientras mayor sea la deuda tras las inversiones, mayores posibilidades hay de que esos territorios endeudados se vean obligados a una alianza política", opina Paul.
La respuesta india
Ante este panorama, la respuesta india se dirigido en dos direcciones fundamentales.
"Por una parte, está la búsqueda de un mayor poder en el Pacífico, algo que hasta ahora no ha podido consolidar, y, por el otro, el reforzamiento de sus posiciones en el Índico", explica Paul.
Solo en la última década, India compró a Estados Unidos más de US$15 mil millones en equipamiento de guerra, principalmente aviones y equipos de patrullaje marítimo, misiles antibuque y helicópteros, según el Center for Foreing Affairs, un centro de estadios internacionales con sede en Washington.
De acuerdo con Paul, una de las principales estrategias indias en ese sentido ha sido el fortalecimiento de su flota marítima, tanto comercial como de guerra, y la búsqueda de nuevas alianzas con Estados Unidos, Australia y Japón, otros tres países que intentan frenar el avance chino en el área.
Y es en este contexto donde la negociación con Seychelles para la base militar cobra un nuevo sentido.
"Hasta ahora se conoce muy poco sobre este acuerdo, pero es evidente que es una de las respuestas de India ante el creciente control de China en el océano Índico", afirma el especialista.
Según la agencia de prensa Seychelles News Agency, el tratado forma parte de una estrategia mayor de colaboración entre los dos países para fomentar la "protección mutua" del Índico.
Ambas naciones promueven desde 2015 una iniciativa denominada SAGAR (Seguridad y crecimiento para todos en la región), que busca una mejor cooperación entre las naciones vecinas.
Pero la influencia de Delhi en el archipiélago no termina ahí: desde 2014 buques navales indios patrullan las aguas alrededor de las Seychelles, y en 2016, India instaló un sistema de radar de vigilancia costera en el archipiélago para reunir y analizar información de inteligencia.
Sin embargo, el acuerdo para la base ha resultado hasta ahora el más impopular en esas islas, conocidas por ser un tranquilo destino turístico en el sur de Asia.
De acuerdo con Seychelles News Agency, para muchos de los residentes, la construcción de la base sería un "peligro para la estabilidad nacional".
"Este acuerdo no cuenta con el respaldo de la gente de Seychelles. No sabemos ningún detalle, ¿cuál fue el arreglo? ¿Cuáles son los costos? Seychelles no debe involucrarse en conflictos de superpotencia", aseguró uno de los manifestantes durante una protesta contra la construcción de la base.
El tratado, cuyo contenido aún no se ha hecho público, permite no obstante la construcción del enclave militar y su explotación por un mínimo de 20 años, según anunciaron las autoridades de ambos países.