Fue de lejos la actuación con menos gracia de las Olimpiadas de PyeongChang, pero el último lugar que logró Elizabeth Marian Swaney en la prueba de medio tubo en esquíes le supo a gloria.
A fin de cuentas, Swaney cumplió con su único objetivo: ser una atleta olímpica.
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Pero su pobre ejecución fue tan llamativamente mala que muchos se preguntaron cómo pudo clasificar la atleta de origen estadounidense a una prueba que se basa en hacer espectaculares acrobacias sobre esquís, algo que mostraron el resto de participantes mientras ella fue incapaz de hacer una sola pirueta.
Le llovieron las criticas, pero también hubo mensajes de admiración por su actuación, de la que lo único a destacar fue que no se cayó.
"No clasifiqué para la final, por lo que estoy realmente decepcionada", declaró Swaney tras terminar la prueba a más de 40 puntos del último lugar que daba acceso a la final.
"Pero en verdad trabajé durante muchos años para alcanzar esto".
Ingenio
Swaney, de 33 años, participó en las Olimpiadas representando a Hungría, nacionalidad que obtuvo de sus abuelos maternos, tras pasar algunos años compitiendo por Venezuela, la nacionalidad de su madre.
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Fue por el país sudamericano que inició su aventura olímpica, aunque no sobre unos esquíes, sino deslizándose con un trineo en pruebas de skeleton.
El cambio se produjo en 2016 ya que consideró que bajo la bandera del país europeo podía conseguir más facilidades para poder alcanzar los requisitos mínimos que exigía la Federación Internacional de Esquí (FSI, por sus siglas en inglés) para clasificar a las Olimpiadas.
Graduada por la Universidad de Harvard, Swaney se propuso llegar a una olimpiadas desde que comenzó a esquiar a los 25 años.
Consciente de sus limitaciones, diseño un plan de acción aprovechando el sistema de clasificación, que exigía a las aspirantes finalizar entre los 30 primeros lugares de las pruebas en las que participaba para sumar puntos.
Algo nada difícil teniendo en cuenta la falta de rivales en las pruebas que escogió para ir acumular sus puntos.
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Ni siquiera se veía obligada a hacer una pirueta, le bastaba con sólo no caerse.
"No hay tanta profundidad en las competencias de medio tubo femeninas y ella fue para cada prueba de la Copa del Mundo, donde habían sólo 24, 25 o 28 mujeres", le explicó al Denver Post el juez de esquí artístico Steele Spence.
Así fue que Swaney logró reunir los fondos necesarios a través de donaciones para participar en todas las competencias que pudo y sumar los puntos necesarios para ser considerada en la lista provisional.
Luego entró en efecto el sistema de cuotas, que establece un máximo de cuatro atletas por país, para determinar las 24 competidoras en PyeongChang.
Descartadas muchas de las que la antecedían, Swaney recibió la invitación pese a ocupar el puesto 34 de la lista.
Espíritu olímpico
Muchos la criticaron por usar el sistema para estar en un lugar en el que deportivamente hablando no le correspondía, pero otros salieron en su defensa y consideraron que su presencia servía como fuente de inspiración.
En el fondo nadie la puede acusar de haber hecho trampa.
"Si tu vas a poner el tiempo y el esfuerzo necesario para estar aquí, entonces te mereces estar aquí tanto como yo", comentó la canadiense Cassie Sharpe, quien ganó la medalla de oro.
Y quién puede culpar a Swaney de seguir al pie de la letra la famosa frase del padre fundador de los Juegos Olímpicos modernos, el francés Pierre de Coubertin: "Lo más importante del deporte no es ganar, sino participar, porque lo esencial en la vida no es el éxito, sino esforzarse por conseguirlo".
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