La situación en Guta Oriental, Siria, es cada vez más dramática.
En este suburbio de la capital, Damasco, tienen lugar los bombardeos más mortíferos que se han visto en la guerra interna siria desde 2013.
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Este miércoles la cifra de muertos por los constantes bombardeos de las fuerzas aliadas del presidente Bashar al Asad aumentó a 250, entre ellos 55 niños.
Guta Oriental es el último enclave de las fuerzas rebeldes cerca de Damasco y ahora es un objetivo primario del gobierno de Al Asad.
La BBC logró hablar con Shanz, una mujer que se encontraba en su casa de Guta Oriental junto a sus hijas.
Desafiando al ruido de fondo de las bombas haciendo impacto en el distrito, quiso contar cómo están viviendo el asedio los que quedaron atrapados.
"Desafortunadamente Guta Oriental está siendo sometida a una brutal campaña de bombardeos por parte de Al Asad y el gobierno ruso. Porque Al Asad ha traído a sus soldados hasta acá para destruir Guta, a sus familias y sus niños", relata la mujer.
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"Cientos de aviones nos han atacado con cohetes, con bombas…".
Por un momento se queda en silencio, para luego exclamar "¡Oh, Dios mío!".
Lo que se escucha después es el estruendo de una bomba cuya onda expansiva rebota con fuerza en el auricular del teléfono de Shanz. Parece que cayó cerca.
"¡Dios mío!", vuelve a gritar antes de respirar hondo para contener el pánico que le produce el bombardeo.
"Ahora están ocurriendo muchos más ataques. Pido disculpas por la interrupción", se excusa.
"Estamos en peligro, en verdadero peligro. Mientras hablo con ustedes hay más de 10 aviones en el cielo lanzando bombas. Los niños y las madres de Guta están…".
Algo la interrumpe de nuevo. Es el sonido de algo que se estrella contra el suelo y hace retumbar las paredes.
Y al ruido le sigue otro, el de los escombros cayéndose cerca del lugar desde el que habla Shanz.
"¡Dios mío!", vuelve a exclamar.
"Lo siento, de nuevo".
"En estos momentos y todos los días estamos sintiendo rabia, terror, ira por esta guerra. Y lo peor es que no hay agua, ni comida, ni medicinas, ni doctores. Muchos niños se están muriendo de hambre, eso sin contar que muchos de ellos no pueden jugar ni ir a la escuela", relata.
"Los niños no pueden divertirse, ni comer, ni siquiera pueden limpiarse".
¡Brrrroooooom!
Esta vez Shanz no pudo ver caer la bomba y anticipar un "Dios mío". Se produce un silencio en la comunicación.
"¿Estás bien?", se escucha que le pregunta a su hija Nora.
Se corta la llamada.
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