Da Vinci no era solo un artista, fue un auténtico genio del Renacimiento en toda su extensión.
Además de obras artísticas, sus talentos se abarcaron la Ciencia, la Arquitectura, la Óptica y la Ingeniería. Fue, sin lugar a dudas, el paradigma renacentista.
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Da Vinci quería entender el mundo y los misterios que lo rodeaban.
Y no sólo eso, también quería llegar a donde todavía no había llegado nadie.
Eso es lo que demuestran unos cuadernos del inventor que estuvieron desaparecidos durante siglos.
Son los Códices Madrid, unos manuscritos que confirmaron la genialidad del italiano, que quiso abarcar los proyectos más ambiciosos que jamás hubiese podido imaginar un artista del siglo XV.
"Desde principios del siglo XVII estos cuadernos se daban por perdidos y se pensaba que no se iban a poder recuperar nunca. Durante cuatro o cinco siglos nadie supo qué contenían", le explicó, a la BBC Pietro Morani, profesor especializado en Leonardo da Vinci.
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Pero ocurrió lo que parecía tan imposible.
Una universidad de Estados Unidos anunció que uno de sus académicos había encontrado los cuadernos desaparecidos en una de las estanterías de la Biblioteca Nacional de España, en Madrid.
El comunicado rezaba así:
"El Dr. Jules Piccus de la Universidad de Massachusetts hizo el descubrimiento inicial y consultó a Ladislao Reti, destacado erudito científico especializado en Da Vinci, que también estaba buscando los manuscritos, y que después de examinar los documentos pudo confirmar su autenticidad".
A Pietro Marani el hallazgo le marcó el destino cuando tenía tan solo 15 años.
"El artículo que leí en el periódico sobre el descubrimiento fue un punto de no retorno porque 3 años después decidí entrar en la universidad y especializarme en la vida y obra de Leonardo da Vinci".
Los códices
Los cuadernos pasaron a llamarse los Códices Madrid I y II, respectivamente, y se les considera el descubrimiento más importante en el siglo XX que se ha hecho sobre la obra de Da Vinci.
Constan de ocho volúmenes con 540 páginas, están encuadernados en cuero y tratan sobre mecánica, estática, geometría y poliorcética (construcción y expugnación de fortificaciones).
"Madrid I es uno de los cuadernos más importantes y claros sobre mecánica que existe. Hay mucha información novedosa para entender todos los elementos de una máquina", asegura el erudito Marani.
"El segundo es un cuaderno con anotaciones más desordenadas y caóticas, con notas sobre hidráulica y pintura. A día de hoy estos ejemplares siguen siendo dos de los manuscritos más importantes de Leonardo".
Mark Rosheim, ingeniero de robótica conversó con la BBC para explicar las inigualables cualidades del artista italiano.
"Leonardo era un genio, fue como una especie del Walt Disney de la época". Como tal portento, explicó Rosheim, los dignatarios, jefes de Estado y gente poderosa lo contrataban para que llevase a cabo proyectos.
"Muchos de ellos están representados en los Códices Madrid. En sus páginas se puede encontrar, por ejemplo, el dibujo de un ala delta. Eso existe a día de hoy y además funciona", afirmó.
El escondite
¿Pero dónde habían estado todos esos años los Códices Madrid?
El aprendiz de Leonardo da Vinci, Francesco Melzi, heredó la mayor parte de su obra y manuscritos, pero cuando Melzi murió, 50 años después del artista, en 1570, los bienes se dividieron.
Gran parte de ellos acabaron en España, incluyendo los Códices Madrid que durante años permanecieron escondidos en la Biblioteca Nacional.
Incluso para el profesor Pietro Marani, el paradero y sorprendente hallazgo de los manuscritos es algo difícil de explicar.
"La historia que yo conozco es que los descubrió en 1965 el profesor Piccus. Él vio que tenían el número de inventario equivocado. Fue el responsable final del hallazgo, sin embargo, diez años antes, otro profesor italiano había encontrado estos mismos manuscritos sin entender lo importantes que eran".
Finalmente, el descubrimiento se hizo público a mediados de febrero de 1967.
Pietro Marani es una de las pocas personas que ha podido tener los originales en sus manos.
Están escritos en toscano, utilizando la famosa escritura de espejo de Leonardo y los dibujos están hechos con tiza roja.
Marani asegura que la sensación de pasar las hojas de estos cuadernos es inigualable.
"Tenía que usar los guantes porque después de pasar horas estudiando estos manuscritos tus yemas se vuelven rojas. Todavía mantengo guardados los guantes que utilicé para tan significativo momento en mi carrera".
Queda un misterio
No obstante, aún hay algo que lamentar: a la obra le faltan 16 páginas.
Mark Rosheim y su mentor Carlo Pedretti, uno de los primeros hombres en estudiar los cuadernos encontrados en Madrid, creen que estas páginas podrían contener los dibujos y diseños finales del famoso robot de Leonardo.
"Creemos que contienen las imágenes definitivas del caballero robot y posiblemente también del león robótico. Los dibujos muestran cables, poleas pero de repente hay un hueco, un salto".
Mark Rosehim, devoto de Da Vinci, recreó los robots a imagen y semejanza de lo que había plasmado el artista italiano en sus bocetos.
"A partir de los dibujos de los que disponía, pude recrear el robot humanoide. Conseguí construir un robot funcional que podía mantenerse parado, sentarse, mover la mandíbula y mover los brazos".
Rosheim cree que el proyecto estaba destinado a adornar la entrada del jardín de algún castillo, como si se tratase de una especie de parque de atracciones renacentista.
"Los cables para dar movimiento al robot podían ser operados manualmente o quizás con la acción del agua. Esto demuestra que estaba pensando de forma muy adelantada a su tiempo".
Según el experto, el vanguardismo de Da Vinci se observa especialmente en su último proyecto: el reloj de agua.
"Está concebido de una forma quasi digital; este invento lo adentró de lleno en la Edad Moderna", sentenció el científico.
En la actualidad hay catalogadas unas 7.000 páginas de las obras y anotaciones de Leonardo da Vinci, pero faltan unas 14.000.
Quienes han dedicado su vida y carrera a estudiar al genio del siglo XV aseguran que todavía hay mucho por descubrir.
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