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La desconocida historia de los miles de niños que Francia "se robó", envió a trabajar a zonas rurales y sufrieron todo tipo de abusos

Entre 1963 y 1982, al menos 2.150 niños de la isla de Reunión fueron enviados desde ese territorio francés de ultramar hacia las zonas de la metrópoli que se estaban quedando sin mano de obra para trabajar en el campo. El caso está siendo investigado por la Asamblea Nacional de Francia, que ya admitió una "responsabilidad histórica" del Estado galo.

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Marlène Morin tenía 15 años cuando salió de la isla de Reunión rumbo a Francia, sin saber que tendría que esperar casi 52 años para volver a mojar sus pies en el océano Índico.

"Me habían prometido que iba ir a la escuela, que iba a poder regresar todos los años para ver a mis hermanas", cuenta.

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"Pero las cosas no fueron así", dice, para luego lamentar el haber crecido lejos de su familia y eventualmente perder todo contacto con su pasado: "Me quitaron todo. No me queda nada, absolutamente nada".

Y, como Morin, cientos de nacidos en Reunión le reclaman al Estado francés por una separación traumática.

A inicios de los 60, por iniciativa del diputado reunionés Michel Debré, las autoridades galas empezaron a trasladar a niños de este territorio francés de ultramar hacia la metrópoli.

Para ese entonces los orfanatos de la empobrecida isla estaban llenos con niños que a menudo no eran realmente huérfanos, sino que habían sido llevados ahí por padres que no podían mantenerlos.

Y las autoridades francesas decidieron resolver dos problemas en uno reubicándolos en zonas rurales del país que se estaban quedando sin habitantes para que pudieran trabajar el campo.

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Desarraigados

Así, entre 1963 y 1982, al menos 2.150 niños de Reunión fueron desarraigados y enviados a miles de kilómetros de su isla natal, a menudo en circunstancias polémicas.

A algunos, como Morin, los convencieron con la promesa de una vida mejor que no siempre se cumplió. Pero muchos fueron separados de sus familias por la fuerza o mediante engaños.

"Centenares de padres analfabetos firmaron procesos verbales de abandono que no podían descifrar", se lee en un reportaje del diario Le Figaro publicado en 2016.

"Nunca volvieron a ver a sus hijos", destaca el reportaje.

Una vez en Francia varios de esos niños fueron adoptados, pero otros fueron enviados a hospicios o instituciones religiosas.

Y aunque en Reunión algunos empezaron a denunciar ese "tráfico de niños" en 1968, el asunto solo se volvió de interés nacional a partir de enero 2002, cuando uno de ellos demandó al Estado francés por "secuestro, secuestro de un menor, asalto y deportación".

La de Jean-Jacques Martial fue la primera de una serie de demandas que eventualmente hicieron que la Asamblea Nacional reconociera la "responsabilidad moral" de la República francesa y ordenara una investigación del tema.

Y en vísperas de la publicación de las conclusiones de esa investigación, un documental de la BBC explora la historia de esos niños y sus esfuerzos por obtener una reparación y reconectar con sus raíces.

"Un robo de niños"

"Me robaron a mi familia: perdí a mi hermana, perdí a mis dos hermanos menores cuando estaba pequeña, no tuve tiempo de conocerlos", lamenta, en el documental, una de esos pequeños.

"Lo que hicieron fue un robo de niños", afirma otra, mientras un tercero recuerda haber sido "robado de mi cuna, cuando nada más tenía tres meses".

Además, como explica la periodista de la BBC Katie Razzall en el documental, una vez en Francia muchos de esos niños también sufrieron de racismo, abusos sexuales y violencia.

"No todos tuvieron malas experiencias. Pero muchos sufrieron terriblemente", cuenta.

Morin afirma que a su llegada a la metrópoli recibió una educación limitada y más bien fue obligada a trabajar en el campo.

"Yo decía: ’¡No puede ser, somos pequeñas esclavas, pequeñas empleadas!’ Y si alguien me hubiera preguntado ’¿Quieres que te regresemos a tu isla?’ yo habría dicho que sí", recuerda.

"Al final", cuenta Morin, "la asistente social decidió enviarme a un convento, en Bourges, que era un correccional manejado por religiosas".

Una vez ahí la encerraron en un cuarto de 1 x 2 metros, con sólo una pequeña ventana, donde la mantuvieron dos semanas.

"Cuando salí no me reconocía a mí misma en el espejo", cuenta.

Mano de obra barata

Al final, la educación que le habían prometido a Morin no pasó de un diploma agrícola, por lo que la joven de Reunión terminó trabajando como cajera de un supermercado y en una línea de producción.

Ya había hecho algo parecido en el convento, pues las monjas la habían hecho trabajar pegando cajas.

"Todavía me enoja. Es inadmisible aprovecharse así de los niños", le dice a la BBC.

"A los varones los enviaban a granjas, yo fui empleada doméstica. ¿Qué es lo que querían? ¿Mano de obra barata? Es desafortunado para un país como Francia", agrega.

Y Morin no es la única que espera que una vez concluida la investigación ordenada por la Asamblea en 2014 el presidente Emmanuel Macron se disculpe por lo ocurrido.

Varias asociaciones agrupan a los niños "robados" de Reunión, también conocidos como "los niños de La Creuse" por el departamento del centro de Francia a donde muchos fueron enviados.

Y, además de una disculpa, sus miembros también reclaman una compensación financiera, aunque ese tema está fuera de las manos de la comisión ordenada por la Asamblea Nacional, que debe publicar los resultados de su investigación este mes.

"Injustificable"

"La apreciación que tenemos hoy es que no se puede justificar un traslado de este tipo", reconoce, en cualquier caso, el ministro francés para territorios de ultramar, Dominique Sorain.

Y, según el ministro, el Estado está abocado a tratar de obtener el mejor conocimiento posible de las situaciones individuales.

"Que las personas puedan saber exactamente qué les pasó: si sus padres estaban muertos, si los abandonaron o si fueron presionados de alguna forma para que abandonaran a sus hijos", explica.

Para ayudar a ello, el gobierno galo ahora cubre los costos de viaje para que los exiliados que así lo deseen puedan regresar a Reunión cada tres años.

Y también ordenó que todos los documentos relativos a sus casos sean puestos a su disposición, para que puedan estudiarlos.

Recientemente Morin aprovechó la oportunidad y regresó a su isla natal por primera vez en casi 52 años.

El viaje le permitió reencontrarse con la única de sus hermanas que continúa con vida, Marie-Annick, y visitar la tumba de la otra, Giselle, quien había tratado de persuadirla de que no se fuera a Francia.

"Me gustaría terminar mis días aquí. Mi madre murió aquí y a mí me gustaría reencontrarme con los míos", le dijo luego del encuentro a la BBC.

"Tengo ganas de regresar, de vivir aquí, porque desde que regresé estoy mejor, en todos los sentidos, en mi cabeza, en mi cuerpo, en mi corazón. Estoy mejor. He revivido".


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