Finalmente tenemos algunas buenas noticias.
Tras años de datos negativos, el Fondo Monetario Internacional (FMI) dio a conocer datos alentadores sobre la economía mundial.
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El organismo anunció que todas las economías desarrolladas experimentarán un crecimiento mejor al esperado para 2019.
Todas menos Reino Unido, dado que aún no se saben los riesgos que el Brexit (el proceso de salida de la Unión Europea) puede tener sobre las proyecciones económicas del país.
"Crecimiento sincronizado"
Durante cerca de 10 años que he participado en el Foro Económico Mundial de Davos, en Suiza, y ahora se siente el ambiente más optimista que me ha tocado vivir en este evento.
Una encuesta realizada por la consultora Price Waterhouse Coopers (PwC) entre altos ejecutivos a nivel global, señala que el 57% de ellos cree que las economías desarrolladas serán más fuertes el próximo año.
La razón de este optimismo es lo que se conoce como "sincronización del crecimiento".
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En años previos, las buenas noticias provenientes de Estados Unidos eran opacadas por problemas en la zona Euro.
O cuando había buenas noticias sobre India, el ánimo bajaba por el temor sobre los altísimos niveles de endeudamiento de China.
Esta vez, en cambio, las buenas noticias vienen simultáneamente de los mayores motores de la economía mundial.
Y, últimamente, el crecimiento significa que hay una mayor creación de riqueza y que, al mismo tiempo, más personas han salido de la pobreza extrema.
¿Solo razones para celebrar?
Efectivamente hay crecimiento, pero la pregunta es si se trata del correcto tipo de crecimiento.
El informe del FMI revela que una quinta parte de las economías emergentes experimentaron una caída en los ingresos per cápita el año pasado.
El hecho de que solo el 21% de los delegados en esta cumbre sean mujeres (que es el mayor porcentaje registrado en Davos) también dice mucho sobre la igualdad de género.
A lo anterior se suma al temor que existe sobre la volatilidad de los mercados bursátiles y la amenaza de un creciente número de disputas comerciales.
No es todo color de rosa.
La sincronización que aumentará el costo de los préstamos
Bajo todos estos factores subyace otro tipo de sincronización que puede tener efectos menos positivos que las mejores cifras de crecimiento.
Se trata de la gran preocupación que emerge en las reuniones privadas y las cenas cuando las cámaras están apagadas y el principal centro de conferencias está cerrado.
Los bancos centrales del mundo han comenzado a retirar algunos estímulos monetarios que existían desde que se produjo la gran crisis de 2008.
El gran experimento que generó bajas tasas de interés por un largo período está llegando a su final.
Es la primera vez que se vislumbra una sincronización de los bancos centrales para comenzar a subir poco a poco el costo de los créditos.
En los años previos los caminos que seguían la Reserva Federal, el Banco de Japón y el Banco Central Europeo eran distintos.
Ahora esas tres instituciones han dado señales de un cambio de tono. Y todo indica que ocurrirán alzas en las tasas de interés.
Avalancha monetaria
Ahora, nadie ha sugerido que la era de las políticas monetarias amigables haya terminado.
Los bancos centrales compraron el año pasado US$1,5 billones de bonos, por encima del promedio de US$1,25 billones de los años previos.
Pero ahora están dando señales de que se ha llegado al límite.
En este nuevo escenario, ¿qué se revelará sobre los verdaderos problemas estructurales que deben enfrentar las economías desarrolladas?
La falta de inversión de las empresas que nos ha dejado con una baja productividad.
La falta de aumento en los salarios ha dejado a millones de personas con una caída en los salarios reales.
Una avalancha de dinero de los bancos centrales ha mantenido a la economía global recuperándose desde la crisis financiera.
Y le ha dado a los políticos una excusa para "mirar hacia el lado" cuando llega el momento de hacerse cargo de los duros problemas que están pendientes de resolver.
Cuando la droga comience a ser retirada, será el tiempo para que los gobiernos comiencen a enfocarse en las cosas que realmente importan.
Y a enfrentar las fracturas que son evidentes para los miles de delegados que vienen al Foro Económico Mundial de Davos.
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