Es visible desde lejos. En lo alto de una loma cercana al pueblo de Alpuyeca, Morelos, hay un cilindro de unos 20 metros de altura montado sobre una base metálica.
Es una simulación, dicen algunos vecinos de la comunidad, ubicada unos 90 kilómetros al sur de Ciudad de México.
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El cilindro fue diseñado como una chimenea para quemar el gas metano del que fuera uno de los basureros clandestinos más grandes del país.
De hecho el enorme tubo está montado sobre una montaña de desechos, cubierta con tierra hace unos años.
Pero no funciona. La chimenea está abandonada. No hay una manguera o algún instrumento que la conecte con el subsuelo donde está el metano.
Mientras que a unos pasos, completamente en ruinas, está la cabina donde se controlaría la incineración. Unos trozos de hule espuma y restos de plástico es lo único que resta del equipo electrónico que alguna vez existió.
El basurero de Tetlama, como es su nombre, recibió durante más de 30 años miles de toneladas de desechos urbanos, industriales y hospitalarios.
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Fue técnicamente cerrado en 2008 aunque en el lugar todavía se tiran residuos, de manera clandestina.
Es una de las llamadas "zonas de sacrificio ambiental" que existen en México, una forma de definir a regiones altamente contaminadas y con riesgos sanitarios para sus vecinos.
Las autoridades se olvidaron de ellas, explica a BBC Mundo Brisa Carrasco Gallegos, investigadora de la Facultad de Geografía de la Universidad Autónoma del Estado de México (UAEM).
"Se les llama zonas de sacrificio porque la política pública tiende a sacrificarlas. El saneamiento ambiental no es preocupación de los gobiernos locales o el federal", afirma.
La "Triple A de la muerte"
En México existen varias regiones como Alpuyeca, refiere la investigadora Carrasco Gallegos.
Un ejemplo es el corredor industrial de Silao-Irapuato en Guanajuato, en el centro del país. Aquí se concentra una gran cantidad de desechos industriales de armadoras de automóviles y fábricas de calzado.
Otra "zona de sacrificio" se ubica en los municipios conurbados a la capital mexicana, como Ecatepec, Chimalhuacán o Nezahualcóyotl.
Aquí el problema central es la concentración de basura generada en Ciudad de México, unas 11.000 toneladas al día.
Y un caso más es la región conocida como "La triple A de la muerte", dice la investigadora.
Es el territorio que comparten los municipios de Apaxco, Atotonilco y Atitalaquia en el estado de Hidalgo, a unos 100 kilómetros de la capital mexicana.
Aquí existen fábricas de plaguicidas, cementeras, plantas de tratamiento de aguas residuales y una refinería, además de otras instalaciones de Petróleos Mexicanos.
Además desde hace algunos años las empresas cementeras locales incineran residuos para elaborar su producto.
La contaminación que producen es elevada, señala la investigadora Carrasco, pero las autoridades se resisten a cambiar las actividades industriales en la zona.
Pastel tóxico
Durante varias décadas, el basurero de Tetlama concentró los desechos de ciudades cercanas e incluso de estados vecinos.
En el municipio de Xochitepec, donde se ubica Alpuyeca, viven unas 8.000 personas que padecieron la contaminación permanente por la basura.
No se sabe cuántos residuos se acumularon, aunque según especialistas como Juanita Ochoa Chi, de la Universidad Autónoma de Ciudad de México existen unos nueve millones de toneladas.
Pero es una parte del problema. "Es muchísimo, hay una densidad muy grande en el área donde se concentran", explica a BBC Mundo.
Cuando se clausuró el tiradero "no hicieron nada más que cubrirlo como cualquier relleno sanitario a cielo abierto. No informaron lo que se hizo y luego el proyecto se abandonó".
Se nota. BBC Mundo visitó recientemente el lugar.
En el calor del mediodía, entre polvo, mal olor, arbustos secos y montones de desechos junto a la brecha hacia el basurero, en algunas partes es visible la forma como se solucionó el problema.
Hay capas de desechos más antiguos cubiertos con tierra, encima otro igual y sobre éste los siguientes hasta llegar a la superficie. Como si fuera un pastel.
A unos pasos junto a la chimenea existe una pileta de unos doce metros cuadrados, y sobre ella una manguera que sale del suelo.
"Es la alberca para los lixiviados", explica a BBC Mundo la maestra Guadalupe Záyago Lira, del movimiento vecinal que provocó el cierre del tiradero.
"Nada más echaron tierra a la basura y plantaron unos arbolitos que se murieron en unas semanas".
Luego señala hacia una loma cercana a la chimenea. "Pusieron esos tubitos para sacar el metano, pero hace años que lo dejaron todo. Nosotros creemos que no hicieron nada".
"Se remedió al 100%"
¿En verdad no hubo un saneamiento ambiental en Alpuyeca?
"Claro que sí", responde a BBC Mundo Topiltzin Contreras, secretario de Desarrollo Sustentable del gobierno de Morelos.
"Se remedió al 100% desde el gobierno pasado, inclusive se le pusieron quemadores para ir quemando el metano".
"El metano sigue saliendo, pero eso tiene fácil diez años que se remedió. A lo mejor no lo hicieron al 100% pero siguieron la norma (el reglamento oficial para el tratamiento de rellenos sanitarios). Ya no nos tocó a nosotros, cuando llegamos ya estaba remediado".
Sin embargo, la chimenea que instalaron no funciona, está abandonada.
Y ese proyecto lo traía el municipio de Temixco (vecino a la zona), no le toca al gobierno del estado.
El problema es que no se conocen las etapas de la remediación, insiste la investigadora Ochoa Chi.
Para considerar totalmente saneado un basurero como el de Tetlama se necesitan varios años, y depende en gran medida del tipo de residuos que allí se encuentren.
Eso no está claro en este caso. Cuando se logró el cierre técnico del botadero los vecinos habían encontrado restos humanos, desechos hospitalarios y Askareles, el nombre comercial de los bifenilos policrolados.
Es un componente químico considerado como cancerígeno, y que se utilizaba en los equipos para proveer energía eléctrica de alta tensión.
Hace varios años se prohibieron, pero antes una cantidad importante se depositó en el basurero.
Esta clase de residuos necesitan un tratamiento especial. Los vecinos de Alpuyeca no saben si fue aplicado.
"Se requiere una tecnología compleja para ello, y en este caso del basurero solamente se iba a captar el biogás del lugar", cuenta Juanita Ochoa.
Los desechos se cubrieron con tierra pero eso no detiene su transformación. El metano que produce, si no se controla, puede provocar incendios.
Eso ya ocurre en el basurero, le dice a BBC Mundo Antonio Aguilar Ayora.
"Cuando hace calor y está seco la tierra se prende sola, por varios lados hay quemazones", cuenta.
Lo que existe bajo tierra en el botadero de Tetlama es un misterio. Pero la huella que dejó aún sigue presente.
Plomo en la sangre
Para María Aguilar el basurero de Tetlama siempre ha estado presente: desde que era niña se acostumbró a los camiones con desechos que cruzaban Alpuyeca hacia el botadero.
Como muchos en su comunidad se preocupaba cuando el mal olor era más intenso de lo normal, o se enojaba con los residuos que se regaban por las calles del pueblo.
Pero hace unos años algo le alarmó. A sus dos hijas, Jovanna y Miriam de entonces 10 y 11 años de edad, se les detectaron altos y peligrosos niveles de plomo en la sangre.
No eran las únicas. En la escuela primaria donde estudiaban, llamada General Ignacio Maya, decenas de niños padecían los mismos síntomas:
Estaban pálidos, sin apetito, cansados casi todo el tiempo y con dolor en los huesos. La angustia de María, entonces, se extendió por Alpuyeca.
"Hicieron análisis a los niños, en mi casa revisaron los trastes (utensilios) en que cocinaba, tomaron pruebas del agua que bebíamos", le cuenta a BBC Mundo.
"No sabían de dónde llegó el plomo. Tuvimos que cuidar mucho dónde cocinaba y los platos para servir a mis hijas".
Pronto se despejó la duda. El origen del problema era el basurero de Tetlama, a unos kilómetros de la escuela y de su casa.
La familia emprendió un tratamiento intenso que dio resultados los primeros años. Jovanna y Miriam ahora ayudan a su mamá en el negocio que tiene en la pequeña plaza central del pueblo.
Pero no ha sido suficiente. Las hijas de María, que ahora tienen 16 y 19 años de edad, necesitan un nuevo análisis de su sangre.
"Siguen tirando basura, esto no para. La salud de la gente de Alpuyeca no les importa. Tengo que hacer nuevos estudios a mis hijas, no quiero que se pongan en riesgo otra vez".
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