"Algo que se me clavó en la memoria es la descripción de lo que le pasó a una prisionera que había quedado embarazada de uno de los guardias", me dice Thomas Buergenthal.
"Una de las técnicas que usaron (los guardias) para deshacerse del bebé fue ponerle una tabla sobre su vientre y saltarle encima hasta que el bebé murió".
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Buergenthal habla de los campos de prisioneros políticos en Corea del Norte.
"Pasan otras cosas terribles, pero esta en particular es muy difícil de describir", me cuenta.
Sus palabras resuenan de una manera singular por su propio pasado, por su historia personal.
Fue sobreviviente del Holocausto: pasó por dos campos de concentración nazis, el de Auschwitz y el de Sachsenhausen.
Además, durante diez años fue uno de los jueces de la Corte Internacional de Justicia en La Haya, el principal órgano judicial de las Naciones Unidas.
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"Me estremeció que algunas de las cosas que suceden en los campos de prisioneros de Corea del Norte son incluso peores de lo que recuerdo de los campos de concentración alemanes", indica.
La diferencia
"Pero si los campos de concentración nazis fueron absolutamente horribles e inhumanos ¿qué le hace decir eso?", le pregunto.
"Permítame explicarle. Los campos de concentración nazis eran máquinas de matar muy bien organizadas. La mayoría de las veces, los guardias hacían lo que se les ordenaba, cumplían órdenes", responde.
"Lo que pasa en Corea del Norte es que a los guardias se las da casi una libertad absoluta para hacer lo que quieran. Imagínese lo que pasa en esos lugares".
"No sólo está el hecho de que encarcelan a una persona que pudo haber dicho algo negativo sobre el régimen, sino también a tres generaciones completas de su familia".
"La diferencia real y las cosas terribles que pasan allá se debe en parte a la falta de disciplina y organización de la máquina de matar en Corea del Norte", le dice a BBC Mundo.
"Los campos alemanes eran máquinas asesinas, eran campos de exterminio, todos los días mataban a gente en las cámaras de gas, etc. Pero todo estaba organizado, podías predecir lo que iba a pasar. Lo que sucedió fue terrible, pero aquí (en Corea del Norte) tienes el (elemento) asesino que se combina con guardias totalmente indisciplinados que hacen lo que quieren con la gente".
Huyendo a los cinco años
Los padres de Buergenthal eran judíos y vivían en Alemania, pero en 1933, tras la llegada al poder de Adolf Hitler, decidieron irse a la entonces Checoslovaquia.
Buergenthal nació en ese país, en la ciudad de Lubochna, el 11 de mayo de 1934.
Allí, su padre, quien había sido banquero en Alemania, compró un hotel en el que terminó acogiendo a muchos de sus amigos que huían de las políticas de Hitler.
Pero el nazismo comenzó su expansión ideológica y territorial y el hotel fue tomado, a finales de 1938, por tropas locales que se alinearon con Hitler.
"Huimos a Zilina, una ciudad cercana, y vivimos ahí hasta después de que cumpliera cinco años. Luego, mi padre nos llevó al otro lado de la frontera hacia Polonia", recuerda Buergenthal en una biografía que publica el Museo del Holocausto de Estados Unidos.
"El 1 de septiembre de 1939, tomamos un tren para tratar de llegar a un barco que nos llevaría a Inglaterra. Pero los alemanes invadieron Polonia ese día y nuestro tren fue bombardeado. Nos unimos con otros refugiados y caminamos hacia el norte a Kielce".
"En Kielce fuimos puestos en un gueto y después en un campo de trabajos forzados. En 1944, fui deportado a Auschwitz con mis padres", relata.
"Era ya enero de 1945 y el ejército soviético que avanzaba forzó a los alemanes a evacuar. Fuimos forzados a marchar: los niños por delante", recuerda.
Buergenthal fue deportado al campo de concentración de Sachsenhausen y allí, en abril de 1945, fue liberado por tropas soviéticas.
Dedicado al derecho
Su madre, Gerda, lo encontró en un orfanato en Polonia en 1946 y cuando tenía 17 años decidió irse a Estados Unidos.
Allí se dedicó a estudiar lo que le apasionaba: derecho. Y lo hizo en la Universidad de Harvard.
Hoy en día se le considera una eminencia del derecho internacional, con una amplia trayectoria en derechos humanos.
A su rol en La Haya, que culminó en 2010, se suman otros dos puestos destacados, como haber sido juez y presidente de la Corte Interamericana de Derechos Humanos.
Buergenthal es uno de los tres autores del reporte: "Investigación de los crímenes contra la humanidad en las prisiones políticas de Corea del Norte", que fue publicado en diciembre.
El informe fue auspiciado por la International Bar Association, una organización establecida en 1947 que agrupa a colegios de abogados y asociaciones de derecho de diferentes países.
Navanethem Navi Pillay, la jueza sudafricana que presidió el Tribunal Penal Internacional para Ruanda y que se convirtió, entre 2008 y 2014, en la Alta Comisionada para los Derechos Humanos de las Naciones Unidas, también fue autora del informe.
A ellos dos hay que sumar a Mark Harmon, un juez estadounidense que formó parte del Tribunal Penal Internacional para la antigua Yugoslavia y que trabajó también en los juicios, respaldados por Naciones Unidas, por los crímenes de guerra ocurridos durante el régimen de los Jemeres Rojos en Camboya.
Escuchando a otros sobrevivientes
Para realizar el informe, los juristas escucharon, en una sesión llevada a cabo en 2016, los testimonios de desertores, incluyendo sobrevivientes de campos de prisioneros políticos y un guardia.
También escucharon a expertos en la red de prisiones políticas de Corea del Norte y en el sistema de gobierno de ese país y analizaron investigaciones académicas.
Recibieron una declaración jurada detallada de Thae Yong-ho, uno de los oficiales de más alto rango de Corea del Norte en desertar en los últimos años.
Otra fuente de información clave fue el extenso informe realizado por un panel de expertos comisionado por el Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas, el cual concluyó, en 2014, que el gobierno de Corea del Norte ha cometido crímenes contra la humanidad a través de la inanición y el exterminio.
"Atrocidades innombrables", entre las cuales figuran tortura, violencia sexual y represión política grave fueron algunas de las violaciones sistemáticas por parte del Estado norcoreano que encontró la ONU.
Se trató de uno de los informes más detallados y devastadores publicados por Naciones Unidas sobre Corea del Norte, recordó la corresponsal de la BBC en Ginebra, Imogen Foulkes.
Y el reporte que realizó Buergenthal junto a Pillay y Harmon, es también desgarrador.
"Una atrocidad"
"Es una situación increíble que hayan cuatro grandes campos de concentración de prisioneros, queel número (de detenidos) supere los 100.000 y que las condiciones sean terribles", le dice Buergenthal a BBC Mundo.
Las palabras de su colega son escalofriantes:
"No hay una situación comparable en ninguna parte del mundo, en el pasado o en el presente (…) Esto es realmente una atrocidad en su máximo nivel, donde toda la población es objeto de intimidación", señaló Pillay, según reportó The Washington Post.
Los testimonios escuchados por los tres juristas de personas que aseguraron haber presenciado o padecido lo que en el informe se califica como "atrocidades" en las prisiones políticas de Corea del Norte son perturbadores.
Estos son algunos de los hechos citados en el informe:
- Prisioneros hambrientos fueron ejecutados tras ser encontrados excavando en busca de plantas comestibles
- Un prisionero que escondió en su boca maíz que había robado murió tras una golpiza
- Ejecuciones rutinarias y públicas llevadas a cabo en frente de niños y adultos
- Prácticas relacionadas con inanición deliberada, exceso de trabajo y abortos forzados
- Una prisionera fue violada por un oficial de seguridad, quien la golpeó y le introdujo un palo de madera por la vagina. La mujer murió días después.
De los 11 crímenes de lesa la humanidad establecidos en el Estatuto de Roma (tratado en el que se fundamenta la Corte Penal Internacional), el reporte asegura que hay evidencia de que 10 han sido cometidos por el liderazgo norcoreano. Sólo una excepción: el apartheid.
"Difícil de entender"
Le pregunté a Buergenthal sobre el nivel de crueldad que él mismo vio en los campos de concentración nazis y el que le relataron desertores norcoreanos.
"Cuando te pones a pensar en eso, te das cuenta que la mayoría de las veces esas crueldades son cometidas por personas que en sus vidas cotidianas no harían lo que le hacen a otras personas".
"Siempre doy el ejemplo de alguien que durante el día mata a personas y después se va a su casa, se sienta a cenar con sus hijos y les enseña a portarse bien. Es la forma cómo estas personas establecen sus vidas: separan los tratamientos crueles, las torturas, su brutalidad de sus vidas cotidianas en sus hogares. Eso es lo que es muy difícil de entender".
Algunos prisioneros, me cuenta, creen que han sido llevados a esos lugares porque alguien los denunció, porque dijeron algo que no debieron o porque escucharon una estación de radio de Corea del Sur.
"Ese fue el gran crimen que cometieron", indica.
La negación norcoreana
Es extremadamente difícil saber lo que realmente sucede dentro de Corea del Norte porque se trata de uno de los países más herméticos del mundo. Lo llaman el "Reino Ermitaño".
Su liderazgo controla estrictamente casi todo lo que entra y sale del país: desde personas hasta productos e información.
Por años, las autoridades norcoreanas han negado la existencia de los campos de prisioneros políticos.
Sin embargo, a los testimonios de desertores se suman imágenes de satélite, las cuales, de acuerdo a la ONU, demuestran que el sistema sigue en funcionamiento.
De hecho, a finales de 2016, Amnistía Internacional indicó que imágenes satelitales mostraban que el gobierno de Corea del Norte incluso está invirtiendo en labores de mantenimiento en esas instalaciones.
Después de la publicación del reporte de la ONU en 2014, el gobierno norcoreano dijo en un comunicado enviado a la agencia de noticias Reuters que "rechazaba categórica y totalmente" sus hallazgos.
"La República Popular Democrática de Corea una vez más deja claro que las ’violaciones a los derechos humanos’ mencionadas en el llamado ’reporte’ no existen en nuestro país".
Tras analizar testimonios de exprisioneros y exguardias, evidencias y reportes que abarcan varias décadas, la visión de Buergenthal es otra: "Estamos muy seguros de que las condiciones (en esos lugares) no han mejorado".
La ONU ya lo había dicho en 2014: "Cientos de miles de prisioneros políticos" han muerto en "atrocidades innombrables" en campos de prisioneros en los últimos 50 años.
La esperanza
El objetivo de Buergenthal, me dice, es que cuando la gente lea el reporte, la comunidad internacional sea consciente de lo que está sucediendo y se pueda hacer algo para cambiar la situación.
"Mi esperanza es que las cosas mejoren. No quiero que este reporte comience una guerra ni nada parecido. Quizás si el régimen (norcoreano) ve que el mundo sabe lo que está pasando allá, su liderazgo puede decidirse a mejorar la situación, podría ver la ventaja de cambiar su posición", señala.
"Idealmente el reporte debería llegar al Consejo de Seguridad de Naciones Unidas y esa instancia debería adoptar una resolución perdurable, pero eso no va a suceder porque será vetada por uno de los miembros permanentes. Esa es la tragedia que enfrentamos todo el tiempo en la ONU".
Y es que de acuerdo con el informe, uno de sus objetivos es que la comunidad internacional invista de poder a la Corte Penal Internacional o a un tribunal internacional especial para que investigue los crímenes de lesa humanidad cometidos en las prisiones políticas de Corea del Norte y lleve a la justicia a los responsables.
"Así es que el informe está ahí para que cualquier país lo tenga en cuenta y reaccione en consecuencia. Eso es todo lo que podemos esperar. Lo último que queremos es que este informe provoque un ataque militar contra Corea del Norte. Creo que muchas más personas morirán si eso sucede", indica el jurista.
Al preguntarle sobre por qué decidió continuar trabajando con un área del derecho que le recuerda su trágico pasado, no tarda mucho en responder:
"Siento una obligación", me dice. "Sobreviví por suerte. Esa es la única manera en que lo puedo entender. Y siento que se lo debo a mi padre, quien murió en (el campo de concentración de) Buchenwald, a mis abuelos. Siento que quienes sobrevivimos tenemos una obligación de defender a otras personas para que no sufran lo que nosotros sufrimos".
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