A un diplomático suizo se le atribuye haber liderado el principal rescate de civiles de la Segunda Guerra Mundial, pero en lugar de ser reconocido por salvar a miles de judíos, fue regañado y, hasta hace poco, olvidado.
En un suburbio de la capital de Suiza, Berna, hay una tranquila calle que lleva el nombre de Carl Lutz Weg.
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La letra chica del letrero da un pista: vicecónsul en Budapest de 1942 a 1945.
Hay más en el Departamento de Asuntos Exteriores de Suiza. Volúmenes encuadernados con miles de cartas, cada una estampada por el gobierno de Suiza, cada una con fotografías de familias.
Son un registro de los intentos de Lutz para evitar que los nazis deporten a miles de judíos de Budapest a los campos de exterminio.
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¿"Schindler suizo"?
Había servido como cónsul suizo en Palestina, en ese entonces bajo mandato británico, en los 30. Fue trasladado a Budapest en 1942. Hungría ya se había unido a la guerra del lado de Alemania en 1941, y en 1944 los nazis ocuparon el país.
"Después de la ocupación alemana de Budapest, los judíos húngaros fueron deportados con gran rapidez a Auschwitz", cuenta la experta en Holocausto Charlotte Schallié, "Lutz se dio cuenta de que necesitaba actuar muy rápido".
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Schallié cree que lo que Lutz hizo puede compararse con Oskar Schindler, el alemán que salvó a los judíos al emplearlos en sus fábricas, más tarde inmortalizado en la película La lista de Schindler.
En su cargo, Lutz representaba los intereses de los países que habían cerrado sus embajadas en Hungría, incluidos Reino Unido y Estados Unidos, así que comenzó colocando bajo protección suiza a los que estaban conectados a los países que representaba.
Una de ellas era Agnes Hirschi, nacida en Reino Unido de padres húngaros que más tarde regresaron a Budapest.
"Mi madre y yo fuimos al consulado suizo", explica, "Carl Lutz estaba allí en un gran escritorio y me dio un pasaporte de protección".
Pero para salvar a los judíos de Budapest, Lutz necesitaba ir más allá. Persuadió a los alemanes para que le permitieran emitir cartas de protección diplomáticas, 8.000 de ellas.
Luego las usó no de forma individual, como los alemanes pretendían, sino en familias enteras. Y una vez que alcanzó 7.999, simplemente comenzó de nuevo en el número 1, esperando que los nazis no notaran la duplicación.
Los historiadores estiman que las cartas salvaron hasta 62.000 personas.
"Es la mayor operación de rescate civil de la Segunda Guerra Mundial", considera Schallié.
Lutz frustró tanto a los nazis en Budapest que pidieron permiso a Berlín para asesinarlo.
Otros diplomáticos aprendieron de los métodos de Lutz, el principal fue el sueco Raoul Wallenberg.
Refugios
Cuando estaba claro que Alemania perdería la guerra, las operaciones nazis en Hungría se volvieron más brutales. En lugar de organizar deportaciones, comenzaron a llevar familias judías a las orillas del río Danubio y dispararles.
Lutz estableció 76 refugios. Suecia y la Cruz Roja también pusieron gente en casas de seguridad. Había 120 en total.
Agnes Hirschi se escondió en el consulado suizo en diciembre de 1944, cuando Budapest se preparaba para una batalla sangrienta contra el ejército soviético.
"Celebré mi séptimo cumpleaños en esa bodega", recuerda, "Carl Lutz era un hombre muy agradable. Tenía algo de chocolate para mí, que había guardado".
Budapest fue golpeada durante meses y Agnes finalmente pudo salir en febrero de 1945, cuando la Batalla de Budapest terminó con la victoria soviética.
Amarga bienvenida
Para Lutz, la guerra había terminado y le ordenaron volver a Berna. Esperaba ser recibido en la frontera: "La gran decepción fue que no había nadie", recordó en una entrevista poco antes de su muerte en 1975.
Lejos de ser elogiado por su valentía, fue reprendido por excederse en su autoridad: "Nadie me dio las gracias, solo me dijeron que tuve suerte de sobrevivir a la guerra. Ningún ministro del gobierno ni siquiera me dio la mano".
Lo trataron así, explica el historiador Francois Wisard, por la aversión suiza a celebrar héroes.
"En Suiza no gusta el culto a la personalidad", señala, "otros países pueden tener más de esto. Creo que lo que hizo fue bastante extraordinario, pero soy reacio a usar la palabra héroe".
La neutralidad es lo primero
Pero la razón clave es la neutralidad de Suiza. Cuando comenzó la Guerra Fría y durante décadas después, reconocer las acciones de Lutz, aunque heroicas, no encajaba con la determinación suiza de ser completamente neutral en todo momento.
El diplomático suizo encontró algo de felicidad. Tras la guerra, Lutz se casó con la madre de Agnes, y hoy Agnes todavía trabaja para mantener vivo el recuerdo del hombre que se convirtió en su padrastro.
"Creo que fue un héroe", dice, "era un hombre muy tímido, no estaba necesariamente en su naturaleza hacer lo que hizo. Pero vio la miseria de los judíos y pensó que tenía que ayudar".
Lutz ha sido honrado por muchos países: Israel, Alemania, Hungría y EE.UU., y el próximo año una sala llevará su nombre en su antiguo lugar de trabajo, el Departamento de Asuntos Exteriores.
De todas formas, si se le pregunta a la mayoría de los suizos sobre Carl Lutz, la respuesta será: "¿Quién?".
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