Cuando el padre de Judith Gardiner murió en 1963, su madre, una abogada, se hizo cargo de la compañía de patentes de la pareja.
En aquellos días, muy pocas mujeres ocupaban ese puesto, pero la madre de Gardiner tenía formas de afirmar su autoridad.
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Ella, que apenas medía 150 centímetros de altura, levantó el escritorio de su oficina de forma que quedara ligeramente más elevado del nivel donde se sentarían sus visitantes masculinos.
También se aseguró siempre de que los almuerzos o cenas de negocios fueran cargados a su cuenta por adelantado.
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"Mi madre descubrió formas de actuar que fueron mucho más allá de los medios simples de la dominación masculina cotidiana", comenta Gardiner, profesora de género y estudios de la mujer en la Universidad de Illinois, Chicago.
Pero ¿qué hubiera pasado si la madre de Gardiner no hubiera tenido que fingir ser más alta de lo que era?
¿Qué pasaría si la dinámica física del género se revirtiera repentinamente, si las mujeres inexplicablemente se hicieran más grandes y más fuertes que los hombres, sin la ayuda de cientos de miles de años de evolución?
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Es, por supuesto, un evento poco probable.
Pero si le pedimos a un grupo de expertos reflexionar acerca de este experimento mental, se puede poner de relieve cómo la dinámica de género transforma el mundo real y revela aspectos que damos por sentado sobre la relación entre los sexos.
Dinámica de la especie
En la mayoría de las especies del planeta, desde insectos hasta ranas y ostras, la norma es que las hembras son más grandes que los machos, porque tienen la tarea de cargar cientos o miles de huevos dentro de sus cuerpos.
La mayoría de los vertebrados terrestres, incluidos los humanos, son la excepción a esta regla.
Las hembras crecen hasta cierto punto y luego cambian al modo reproductivo y las energías van a la producción de grasa, en lugar de a los músculos y huesos.
Si bien las diferencias físicas entre los géneros se han ido reduciendo y las mujeres han conseguido logros atléticos similares a los de los hombres, todavía existen diferencias básicas que han evolucionado a lo largo de milenios.
Si las mujeres repentinamente se volvieran más fuertes que los hombres, tendrían que agrandarse, porque se necesitan huesos más grandes para soportar músculos mayores.
Tales cambios también estarían necesariamente acompañados de un aumento en la testosterona y otras hormonas.
Entonces, si la sociedad se apegara exclusivamente a las leyes de la naturaleza, esto probablemente implicaría un cambio de las mujeres a los hombres como principales cuidadores de su descendencia.
"Nos gustaría tener una sociedad matriarcal donde las mujeres están a cargo y los hombres cuiden de los niños", dice Daphne Fairbairn, profesora emérita de biología en la Universidad de California.
Si bien existe un debate continuo sobre hasta qué punto la naturaleza o la crianza influyen en aspectos como el dominio y la agresividad, no es imposible pensar que las mujeres más fuertes, de repente, experimenten al menos alguna mejora de estos rasgos tradicionalmente masculinos.
Además, la autodeterminación, la propensión a la ira y la confianza en la negociación de las mujeres tienden a estar relacionadas con el atractivo físico, por lo que la fuerza simplemente puede reemplazar el impulso de esos rasgos de la personalidad.
Todos estos cambios podrían afectar las relaciones heterosexuales.
Fairbairn argumenta que algunas mujeres, que actualmente sienten la necesidad de "enmudecer" para atraer a hombres inseguros, pueden no necesitarlo más.
La fuerza física es una de las pocas maneras que los hombres, en promedio, superan las capacidades de las mujeres.
Pero esto está cambiando de otras formas.
En los últimos 50 años, las mujeres se han vuelto más independientes y, en muchos casos, han superado a los hombres en ganancias, logros y éxito.
La tecnología está opacando también las diferencias de género, por lo que los campos históricamente dominados por los hombres, como la manufactura o el sector militar, están ahora también abiertos a las mujeres .
"A medida que las mujeres han comenzado a competir con los hombres en las zonas que ellos habían dominado históricamente, algunos han acudido a recursos como el tamaño físico y la fuerza para legitimarse, para tratar de marcar ventaja sobre las mujeres y recurren a otras zonas donde ellas no participan", explica Jackson Katz, un autor, profesor y presidente de MVP Strategies, una compañía que proporciona formación y educación sobre la prevención de la violencia de género.
Katz argumenta que esto podría ayudar a explicar parte de la popularidad y el crecimiento del fútbol americano, el boxeo, las artes marciales mixtas y otros deportes.
"Un hombre podría no ser capaz de entender o articular esto, pero el pensamiento se reduce a si una mujer puede ganar más dinero que yo, mi jefe podría ser una mujer, mi esposa podría tener un mejor trabajo que yo, pero ninguna de ellos puede jugar al fútbol", dice Katz.
En el lado positivo, si las mujeres fueran más fuertes, sería menor la magnitud del acoso sexual, las violaciones y la violencia masculina.
Sin embargo, podría ser erróneo suponer que una fuerza superior de las mujeres solo traería beneficios.
Ellas son también capaces de ejercer violencia: entre el 17% y el 45% de las lesbianas denuncian abusos físicos a manos de su compañera, mientras en las parejas heterosexuales, en la que las mujeres sufren tasas más altas de victimización, solo 19% de los hombres dicen que han sido víctimas de agresiones al menos una vez por parte de sus parejas femeninas.
Por tanto, aunque el abuso doméstico de los hombre hacia las mujeres probablemente disminuiría, los casos de maltratos en hombres probablemente aumentarían.
"Los hombres abusan de las mujeres porque pueden; ese lo que pasa cuando eres fuertes", dice Fairbairn. "Me gustan mucho las mujeres, pero no creo que seamos perfectas".
En el mundo laboral
No está tan claro cómo se pueden ver menos las desigualdades y la discriminación basada en el género en el lugar de trabajo.
Es cierto que los rasgos masculinos se han asociado con posiciones de poder: basta recordar a Margaret Thatcher entrenándose para hablar con una voz más profunda para sonar más autoritaria o el auge del pantalón después de 1970 entre las mujeres de negocios como un medio para la búsqueda de respeto y aceptación de sus colegas masculinos.
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Según Fairbairn, si las mujeres se les reconociera por lo que son y no tuvieran ya que usar la moda, el lenguaje corporal o el entrenamiento de voz para "masculinizarse", la discriminación basada en el género comenzaría a desaparecer.
"Supremacismo masculino"
Pero Gardiner asegura que el tamaño físico y la fuerza no son necesariamente factores en el mantenimiento de las desigualdades.
"Los blancos no son más grandes y fuertes, en promedio, que las personas negras. Sin embargo, la supremacía blanca ha logrado mantenerse, sin ninguna base física obvia", afirma.
Si las mujeres fueran más fuertes, los argumentos de por qué los hombres todavía deben dominarlas igual cambiarían, como lo han hecho durante años, agrega.
"Estos argumentos no se basan en hechos, sino en la supremacía masculina. Aquellos en el poder siempre lucharán duro para mantenerse en el poder, por cualquier medio que puedan".
Por su parte, Michael Bang Petersen profesor de ciencias políticas de la Universidad de Aarhus asegura que, a medida que las sociedades se han vuelto más complejas, democráticas y pacíficas, la violencia y la agresión han disminuido como herramientas para mantener el control.
Esto ha contribuido a que un número creciente de mujeres líderes políticas ocupen un lugar central, siendo Angela Merkel el ejemplo más prominente.
Entonces, si bien es pura fantasía imaginar que las mujeres pueden volverse físicamente más fuertes que los hombres, algunos de los cambios que ese escenario desencadenaría ya están en marcha. Como dice Fairbairn, "preferiría que las mujeres simplemente manejen el mundo como lo hacemos ahora".