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Maria Merian, la alemana que descubrió la metamorfosis cuando tenía 13 años e hizo un trabajo único en Sudamérica

Cuando el origen de la vida era un misterio, Merian mapeó la metamorfosis en su jardín. Luego se fue a Sudamérica a observar, tomar nota y dibujar. Su legado, además de hermoso, muestra el mundo antes de que los humanos intervinieran, y hoy es clave para anticipar los efectos del cambio climático.

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¿De dónde vienen las mariposas? Es difícil imaginarse un momento en el que no sabíamos la respuesta. Es uno de los primeros conocimientos científicos que aprenden los niños: las orugas hacen un capullo en el que se transforman en hermosas y encantadoras mariposas.

Pero hubo una época, no tan lejana, en la que nadie sabía el secreto de la metamorfosis.

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De hecho, había muchas dudas sobre el origen de la vida en general.

Desde Aristóteles hasta la Iluminación, era ampliamente aceptado que muchas clases de organismos vivientes -especialmente gusanos, lombrices e insectos- surgían por "generación espontánea".

Emergían del polvo, o de la carne podrida o del queso. La nieve vieja daba luz a moscas, los repollos producían orugas y las gotas de lluvia, ranas.

Pero en el siglo XVII una mujer, Maria Merian, se propuso investigar el mundo de los insectos.

Para ello, hizo un peligroso viaje a Sudamérica, donde detalló los ciclos vitales de gusanos, mariposas, polillas y otros insectos, así como el medioambiente en el que vivían de una manera tan precisa que se le conoce como la primera ecologista del mundo.

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Todo empezó en su jardín

Maria Merian nació en Alemania en abril de 1647. Eso es unos 30 años después de la muerte de William Shakespeare y unos 13 desde que Galileo había sido llevado a juicio por decir que la Tierra giraba alrededor del Sol.

Desde pequeña le fascinaba el mundo de los insectos. Su familia era de editores, artistas, talladores y marchantes, y ella aprendió desde niña el arte de la ilustración.

A los 13 años ya estaba pintando el ciclo de vida de los gusanos de seda, que eran fáciles de conseguir pues el comercio de la seda era importante en Frankfurt.

Su investigación era meticulosa: criaba sus orugas en lechuga, pues no se conseguían hojas de morera. Hacía pequeños conos de papel para que sus gusanos de seda tejieran sus capullos en ellos. Y registraba qué contribuía a su desarrollo y qué lo perjudicaba: ¿les iba mejor en una habitación fría que en una más caliente? ¿En hojas mojadas o secas? ¿Hacían alguna diferencia las tormentas?

Mientras que sus contemporáneos atravesaban a los insectos con alfileres para dibujarlos, ella los observaba mientras estaban vivos.

Al final, Merian tuvo una serie completa de ilustraciones de todo el ciclo: desde la polilla poniendo los huevos, pasando por la salida del cascarón de las orugas, el capullo y finalmente la polilla cuando acababa de salir de él.

Ese interés temprano se convirtió en una pasión de toda la vida.

Se casó y tuvo dos hijas, pero su fascinación con los insectos nunca menguó. Investigaba en su jardín y persuadía a amigos a que le consiguieran acceso a parques que prometían delicias.

Registraba cosas como que había…

"grandes números de… orugas doradas, amarillas y negras… en la hierba del foso"… de la Universidad de Núremberg.

Ese dato de la posición exacta de los insectos que descubría es típica de la precisión e interés de Merian en los sistemas ambientales completos.

En la misma parte de sus notas registró que…

"Encontré una gran cantidad de un depósito verde baboso en las hojas verdes de los lirios dorados… lo toqué con mi vara y parecía que las hojas se estaban pudriendo. Luego encontré en el depósito muchas criaturas redondas, pequeñas y rojas, como escarabajos chiquitos… me llevé varios a casa para investigar en qué se convertirán".

Aunque era común en esa época pintar flores e insectos para decorar porcelana y otros objetos, y que las pinturas fueran detalladas y bonitas, no era común estar tan interesado en cómo vivían, se reproducían y se desarrollaban esos insectos. Ni hacer todo lo posible para verlos en su contexto y registrar dónde habían sido encontrados.

El secreto revelado… e ignorado

En 1670 Merian publicó su libro, "La maravillosa transformación y peculiar alimentación de las orugas", una obra ilustrada con 50 magníficas placas de mariposas en todas las etapas de desarrollo y con las plantas que comían.

Además, declaró firmemente en el prefacio:

"Todas las orugas, siempre y cuando las mariposas se hayan apareado de antemano, emergen de sus huevos".

¡Nada era generado espontáneamente!

Todo podía verse si se observaba con cuidado.

Pudo -y quizás debió- haber causado sensación entre la comunidad científica internacional. Pero Merian había escrito en alemán cuando el idioma internacional de la ciencia era el latín, así que pasó casi desapercibida.

No obstante, los libros de dibujos de los insectos se vendieron lo suficientemente bien como para proveerle una renta y permitirle embarcarse en una aventura extraordinaria.

Destino: Sudamérica

En 1699, Merian -entonces de 52 años de edad- y su hija menor Dorotea -de 21- zarparon en un barco de Ámsterdam hacia Surinam, el país vecino de Venezuela y Brasil.

Era un viaje increíblemente difícil y el destino mismo era muy peligroso para dos mujeres que iban sin protección real ni acompañante masculino.

Pero Merian tenía un objetivo claro. Había visto insectos de América del Sur en colecciones europeas…

"pero los mostraban de manera que sus orígenes y manera de reproducción faltaba, cómo se desarrollaban de orugas a pupas y demás"

Y eso era algo que no iba a encontrar en su jardín.

María y Dorotea se quedaron dos años en Surinam, haciendo excursiones al interior del país, el ambiente de las colonias de plantación a veces fuera angustioso.

Nada le impedía seguir explorando y dibujando, no sólo los animales sino todo lo que los rodeaban en la vida real, ilustrando sistemas e interconexiones.

Contra toda lógica, a pesar del asfixiante calor y la inclemente humedad, vestida con sus ropas europeas, enagua y corsé, Merian siguió hurgando la selva, persiguiendo orugas, más de un siglo antes de que Charles Darwin famosamente cruzara el Atlántico.

Retrato del mundo antes de nosotros

Las imágenes que Merian dibujó en Surinam, como las que había hecho en Europa, fueron el principio de una nueva manera de pensar sobre el mundo natural: no imaginándose lo que podría coincidir con versos de la Biblia o las ideas de Aristóteles, sino mirar y describir lo que uno ve.

Mientras que otros trataban de separar especies, ella buscaba lo que tenían en común y cómo dependían entre ellas para sobrevivir. En otras palabras: ecología.

Hoy en día, los registros de Merian siguen siendo los más completos que hay de algunas de las especies de Surinam. Y sus ilustraciones y notas prometen ser clave para entender como los insectos se adaptarán al cambio climático.

Esto porque entendiendo qué especies vivían en qué lugares y bajo cuáles condiciones ayuda a establecer una referencia sobre cómo era el mundo natural antes de que los humanos intervinieran.

Una razón del olvido

El trabajo que hizo Merian hace 300 años sigue siendo relevante. Sólo por eso, merece el título de la primera ecologista del mundo.

Pero no olvidemos que además desarrolló la teoría de la metamorfosis y desterró la idea de la generación espontánea. Los repollos dejaron de conjurar orugas.

Sin embargo, es una de las personalidades de la Ciencia pocas veces recordada.

Curiosamente eso se debe en parte a que uno de sus grandes talentos fue también uno de sus mayores puntos débiles.

Esa meticulosa atención al detalle, pinceladas brillantes y maravillosas acuarelas…

Sus pinturas eran tan deslumbrantes que eclipsaron la ciencia. A medida que sus libros fueron reimpresos, el texto científico que acompañaba cada imagen era editado, incluso eliminado.

Sin embargo, tres siglos después de su muerte en 1717, Maria Merian se está convirtiendo cada vez más en la mariposa de la ciencia que siempre debería haber sido.


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