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Víctor Cruz-Atienza, el mexicano incluido entre los 10 científicos más destacados del mundo en 2017 de la revista Nature

La revista seleccionó entre las diez personalidades que marcaron este año a un científico que adelantó lo que sucedería en el terremoto del 19 de septiembre en México. Es el único latinoamericano en la lista.

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El científico Víctor Cruz-Atienza es, quizá, el único mexicano a quien le hubiera gustado sentir el sismo de magnitud 7,1 que dañó gravemente algunas zonas de Ciudad de México el pasado 19 de septiembre.

Y no es que sea un aficionado al peligro.

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En 2016 el investigador y su equipo adelantaron que un fuerte movimiento telúrico se sentiría más y tendría una duración mayor en las zonas alrededor de la cuenca lacustre donde se construyó la capital mexicana.

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Por este modelo publicado en un artículo, la revista Nature incluyó al investigador en el grupo de las diez personalidades que marcaron a 2017.

Es el único latinoamericano en esa privilegiada lista. Su trabajo fue “un artículo profético”, señala Nature, porque el 19 de septiembre el terremoto se comportó tal como Cruz-Atienza había previsto.

Pero fue una experiencia malograda: ese día el sismólogo se encontraba en Estados Unidos.

"Me hubiera gustado mucho, hubiera deseado poder sentir esa sacudida desde luego en un lugar a salvo", le dice a BBC Mundo.

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"Para mí hubiera sido algo muy significativo sentir en mis pies esas sacudidas, porque a final de cuentas el conocimiento proviene de la experiencia per se".

"Es fascinante"

Cruz-Atienza es jefe del Departamento de Sismología del Instituto de Geofísica en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

Prácticamente toda su vida académica camina alrededor de los sismos, un tema que le apasiona desde el terremoto de 1985 al que sintió cuando era niño.

El movimiento devastó a la capital mexicana, pero más allá de los daños –murieron 12.000 personas– lo que más le atrajo fue la complejidad de comprender la vida interna del planeta.

"Es fascinante, desconcertante, me despierta cosas muy particulares, emociones, dudas, preguntas", confiesa.

Esa pasión le llevó a diseñar, junto con sus compañeros del Instituto, un modelo para entender el comportamiento de la energía en los movimientos telúricos.

El resultado fue distinto a lo que muchos sismólogos y expertos en geología pensaron durante décadas, especialmente en el caso de Ciudad de México.

La capital mexicana nació en el islote donde hasta 1521 existía Tenochtitlán, a mitad del Lago de Texcoco.

La cuenca fue desecada para construir calles, iglesias, casas y edificios pero los sedimentos blandos del lecho se quedaron en la zona central de la capital.

Allí ocurrieron los mayores daños en 1985 y desde entonces se pensó que el suelo arcilloso resistía menos la energía sísmica.

Sedimentos profundos

La teoría también señalaba que en áreas de suelo blando, más cercanas a la superficie, el movimiento de la tierra se prolonga por más tiempo, y que es resultado del sitio donde se origina el sismo.

Pero el modelo de Cruz-Atienza y su equipo tiene algunas variantes. El científico señala que la energía se propaga mejor en los sedimentos profundos, donde el terreno es más duro.

Esto prolonga el tiempo que dura el movimiento y por lo tanto provoca daños mayores. Los suelos blandos resisten mejor los sismos intensos.

Justo lo que sucedió en septiembre pasado. Muchas casas y edificios derrumbados se encontraban en zonas con suelo de transición, mezcla de terreno blando y duro, como existe en algunos barrios cercanos al centro.

Esto comprueba parte del modelo del Instituto: la intensidad y duración de las sacudidas se debe a factores dentro de Ciudad de México.

"La duración de la parte intensa del movimiento es mucho más larga, hasta tres veces más larga en la parte donde los sedimentos son más profundos y espesos que en las orillas de la cuenca. Es consistente con el modelo que propusimos el año pasado".

El terremoto que viene

En un país como México donde todos los días ocurren varios sismos, casi todos imperceptibles, el modelo del Instituto permite entender las razones del movimiento de tierra en cada región.

Algo útil en la capital del país, vulnerable al choque de placas en el océano Pacífico que ha provocado algunos de los sismos más devastadores.

En esa zona no ha ocurrido un movimiento fuerte en décadas, lo que provoca acumulación de energía que estallará en algún momento.

"Si un terremoto similar al del 85, magnitud 8, rompiera en esa zona de la costa los movimientos en Ciudad de México podrían llegar a ser de dos a tres veces más intensos", insiste el científico.

Saber cómo se comporta el suelo previene riesgos e incluso puede ayudar a establecer estrategias oficiales para salvar vidas y patrimonio.

Es el proyecto del único latinoamericano en la lista de las personas más influyentes de 2017.

Al final una pregunta: ¿conocer a niveles profundos el comportamiento del suelo reduce el miedo durante un sismo?

Y la respuesta: no.


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