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El fulgurante ascenso de Ciudadanos, el "partido naranja" que en poco más de una década se convirtió en el más votado de Cataluña

La candidata con más apoyos en la elecciones autonómicas, Inés Arrimadas, encabeza en Cataluña un partido cuya popularidad se ha disparado como principal alternativa al nacionalismo. La mayoría de los catalanes que no quieren la independencia apuestan por Cs, pero no parece que eso vaya a bastarle para gobernar.

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A Ciudadanos le bastó poco más de una década para convertirse en el partido más votado de Cataluña.

Hace 11 años no existía. Este 21 de diciembre consiguió más de un millón de votos y 37 escaños en el Parlament.

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Pese a su "victoria", su líder, Inés Arrimadas, difícilmente conseguirá reunir los votos necesarios para ser investida presidenta de Cataluña.

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Y es que Ciudadanos tendrá en frente a los independentistas de Junts per Catalunya (34 escaños), Esquerra Republicana de Catalunya (32) y la CUP (4), que entre los tres suman mayoría absoluta.

Esas tres formaciones, en la legislatura anterior, fueron las artífices de la hoja de ruta que culminó en una fallida declaración de independencia y la posterior intervención de las instituciones catalanas por parte del gobierno de Mariano Rajoy en aplicación del artículo 155 de la Constitución.

Ese fue el proceso que derivó en la convocatoria por parte del gobierno de Madrid de las elecciones de este jueves y que ha erigido al "partido naranja" en la principal alternativa a los independentistas por delante del PSOE (17), En Comú Podem (8) y Partido Popular (3).

Fue en 2005 cuando un grupo de intelectuales lanzó la plataforma "Ciudadanos de Cataluña", que denunciaba lo que consideraban abusos del nacionalismo catalán y reivindicaba el laicismo, los derechos de los hispanohablantes y la vigencia de la Constitución española.

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En el núcleo fundacional destacaban figuras como la del dramaturgo Albert Boadella, el columnista Arcadi Espada o el escritor y miembro de la Real Academia Española Félix de Azúa.

Un año después, en el verano de 2006, el nuevo partido celebraba su congreso constituyente y elegía como presidente a Albert Rivera, un abogado de tan solo 27 años que todavía sigue al frente.

Saludado por muchos en los ambientes políticos y periodísticos de Madrid, Ciudadanos cosechó 900.000 votos y 3 diputados en las elecciones autonómicas celebradas aquel año en Cataluña.

Su debut electoral había resultado de lo más prometedor.

Definido en sus orígenes como de "centro-izquierda no nacionalista", Ciudadanos logró conectar pronto con gran parte del electorado descontento de Cataluña.

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Las elecciones catalanas de 2012, en las que Rivera fue el candidato a presidir la Generalitat, confirmaron la ascensión con nueve diputados y más de un 7% de los votos.

Desde entonces, el color naranja de Ciudadanos se fue haciendo cada vez más relevante en la vida política e institucional española.

Pero su gran expansión estaba por llegar.

Crisis en España

La crisis económica global golpeó duramente a España a partir de 2008 y los niveles de desempleo y descontento ciudadano se dispararon.

Poco después, un goteo incesante de escándalos de corrupción, que llegaron a salpicar a la Corona, agravó la pérdida de credibilidad de los partidos políticos tradicionales y favoreció la aparición de nuevos líderes y formaciones.

Ciudadanos, que había hecho de la denuncia de la corrupción y las exigencias de "regeneración democrática" sus banderas, se convertiría en uno de esos partidos emergentes.

Sus detractores atribuyen parte de su éxito al apoyo encubierto del gran capital financiero del país, que apostaría por Ciudadanos frente a la opción rupturista y radical representada por la izquierda alternativa de Podemos, el partido surgido al calor de las protestas del movimiento 15-M y de "los indignados".

Con frecuencia, Ciudadanos ha sido descalificado como "el partido del IBEX 35", en alusión al índice que agrupa a las principales empresas españolas en la bolsa de Madrid.

Aunque Rivera y el resto de dirigentes de Ciudadanos siempre han negado estas acusaciones.

La formación se define ideológicamente como "liberal progresista".

Un reciente estudio del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) mostró que la mayoría de los encuestados la percibían como "de derecha".

En las elecciones generales de diciembre de 2015, con Rivera al frente, Ciudadanos se convirtió en la cuarta fuerza con más votos en toda España y logró 40 escaños en el Congreso de los Diputados.

Los resultados confirmaron al partido como una de las principales opciones a nivel nacional.

En Cataluña, donde nació, Ciudadanos se ha consolidado como el primer partido del bloque constitucionalista, el que defiende la Constitución de 1978 y que la región siga formando parte de España frente a los movimientos independentistas.

Liderado por Arrimadas, a la que algunos rivales independentistas reprochan que no es catalana de nacimiento, Ciudadanos logró en las autonómicas de 2015 un éxito sin precedentes al convertirse en la segunda fuerza política con 25 diputados.

Desde entonces, mientras el conflicto por la independencia monopolizaba el debate político en Cataluña, Ciudadanos se erigía en la voz preferente del constitucionalismo.

El poder seductor de Arrimadas es uno de los argumentos que explican que haya atraído el voto de los grandes núcleos de población de la periferia de Barcelona y otros enclaves urbanos donde se concentran los inmigrantes llegados de otros lugares de España, tradicionalmente identificados con el Partido Socialista en Cataluña.

Apenas, dos años y un frustrado referéndum de independencia después, Ciudadanos y Arrimadas han sido los más votados en la dividida Cataluña de hoy.

Aunque todo parece indicar que el reparto de escaños le impedirá formar el gobierno con el que soñaba para doblegar al independentismo.

Para sus partidarios, Arrimadas simboliza la demanda de normalidad y armonía en un territorio crispado por la tensión política y el debate identitario.

Para sus críticos, no representa más que un lavado de cara del intransigente centralismo español que nunca ha entendido ni respetado la singularidad histórica y cultural de Cataluña.

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